Cuando somos jóvenes vivimos en una época de rebeldía donde las relaciones con padres son un poco difícil, y  no podemos dejar de pensar que el día de la independencia y libertad llegue.

Los años pasan y no llegan solos, en un abrir y cerrar de ojos brincamos a la adultez y con ella todas las responsabilidades que eso trae.  Lo que soñábamos antes es ahora más tangible, tenemos una estabilidad económica digna, somos más autónomas y porque no, las experiencias nos han hecho madurar.

Mariana Marín nos cuenta que salió de la casa de sus papás  en Atenas, cuando tenía apenas 18 años, forzada en cierta parte por los estudios universitarios que cursaba en San José  “viajar cuatro horas diarias de Atenas a San José y viceversa era bastante desgastante, en un principio el soporte económico era por parte ellos, cuando ya tuve mi primer trabajo logré desprenderme del todo, y eso en cierta parte era gratificante”

Ese sentido de aventura, de libertad y de térnese solo a uno mismo, alcanzando con ello el entendimiento de cosas que antes nos parecían imposibles de entender, motiva a muchas mujeres a tomar la decisión de vivir solas. Y esto no se debe confundir con un método de rebeldía, se cree que va más de la mano con la tendencia social y emancipación femenina de estas últimas décadas.

Actualmente aunque falta mucho camino por recorrer en cuanto al tema de igualdad femenina, ya no es tan común observar esa escena de los cuentos nacionales costumbristas de la mujer hacendosa, sumisa y poco inteligente. Para Leda Marenco y Paula Sequeira del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional proponen que “… salir de los espacios domésticos y manejar recursos, negociar y administrar dinero, ubica a las mujeres en planos de mejoramiento en sus vidas y de reasignación en sus roles…”.

Lo anterior no solo es una hipótesis, pues cada vez son más mujeres las que deciden rechazar la situación tradicionalista y apuntar a la revolución; y que mejor forma que con un espacio propio. Marín nos comenta que en el momento que logró desligarse económicamente de sus padres, fue instante de entender que se encontraba en otra dimensión de la vida: la independencia física.

Pero esa independencia física debe venir acompañada de la económica. No podemos ser libres si dependemos directamente de otros para asumir compromisos, por ello, buscar un apartamento para vivir sola, sin contar con capacidad económica, es un sueño que puede convertirse en una pesadilla. Primero, lo primero: independencia económica.

El apartamento de soltera es más que un espacio físico que decoramos a nuestro gusto, su significado va más a allá, pues no solo representa el punto y aparte de dos etapas de la vida, sino que además es la mejor forma de protestar contra ese modelo patriarcal  que nos sometió por mucho tiempo. Sin embargo, para que sea una experiencia positiva debe considerar las siguientes recomendaciones:

  1. Comience a buscar el apartamento cuando tenga estabilidad laboral (al menos un año de trabajar en el mismo lugar).
  2. Elija el apartamento que le quede más cercano del área de trabajo, para evitar que se incremente el gasto en transporte o combustible.
  3. El pago mensual ya sea por alquiler o hipoteca no debe superar el 25% de sus ingresos, incluyendo cualquier cuota de mantenimiento por áreas de uso común.
  4. Intente no endeudarse; compre los muebles y electrodoméstico de segunda mano, en efectivo o aproveche las promociones de tasa 0 que brinda muchas instituciones financieras.
  5. Si tiene mascotas, debe ser de tamaño pequeño, de manera que pueda vivir adecuadamente en un lugar reducido, que probablemente no tenga patio.

Por último, como dice el psicoterapeuta argentino Jorge Bucay “nadie puede saber por ti. nadie puede crecer por ti, nadie puede buscar por ti, nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”, ser independiente es cosa de una minoría, pero es un privilegio de los fuertes.

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