Las feministas radicales, y algunas personas que nunca habían hecho declaraciones públicas en favor de la igualdad de género, han condenado el rosa con el argumento de que es un color que fomenta el estereotipo de mujer frágil, tonta, lo más parecido a una “Barbie”, o sea, descerebrada.

Cuando se lanzó en noviembre del año pasado la banca Kristal, los productos y servicios como créditos, tarjeta, seguros, programa de ahorros y de referidas, plataforma tecnológica, así como el sector para lactancia y juego para niños que ofrecen los puntos de ventas de esta marca, fueron opacados por el cuestionado, abatido y repudiado color rosa.

Nos extrañó la diatriba colectiva que arremetía contra el susodicho color, pues desde el uniforme del Real Madrid, el logo tipo de la Fundación Ross y la Fundación ALAS en Costa Rica (ambas conformadas por mujeres), el avión Supermarine Spitfire (icono de la lucha inglesa contra los nazi) y hasta la sede del Poder Ejecutivo de la República Argentina, son rosa.

Con frecuencia -y no como excepción-, hemos visto como mujeres poderosas de alto perfil público, como Christine Lagarde, Hilary Clinton y Michelle Bachelet, han usado en diferentes tonos el color rosa en sus vestimentas, sin que ello signifique una contradicción entre su imagen, y su intelecto, responsabilidad y liderazgo.

Y es que la percepción estereotipada sobre este color, pareciera encontrar refugio en un grupo reducido, que pretenden convertirlo en una simbología anti mujer, que desmerita sus características sociales y capacidades intelectuales, mientras que el mundo (y el Banco de Costa Rica, con Kristal) ve otro ángulo muy diferente.

Como escribió Antoine de Saint-Exupéry “Lo esencial es invisible a los ojos”, y el verdadero valor de las cosas no se representan por el color, sino por los hechos. Así lo demostró Andrey Amador, en la competencia ciclística Giro de Italia, en donde el joven costarricense hizo historia como líder de la Vuelta, y con orgullo vistió la “maglia rosa” (camiseta rosa).

Quizás para asombro de los opositores del aludido y satanizado color, fue un hombre, Armando Cougnet, quien en 1931, como director del Giro, decidió otorgar un símbolo que hiciera reconocible a simple vista al líder de la carrera. Así nació la “maglia rosa”, tomando el color de las páginas de La Gazzetta dello Sport, el periódico deportivo más importante de ese país, patrocinador de la actividad, y cuyos lectores son predominantemente hombres.

Hoy, Andrey Amador lleva con orgullo la camiseta con el color que trasciende el género y rompe estereotipos. Se oyen los estribillos “pura vida en rosa, amigo” Ahora todo Costa Rica aplaude y vive el rosa, entendiendo que representa competitividad, compromiso, excelencia y triunfo.

Esperamos que esta “maglia rosa” se convierta en un punto y aparte, que fracture la creencia ilógica y equivocada de una femineidad frágil, inferior e ignorante.

 

Por Enrique Rojas Solís

Gerente de Branding del BCR.