Conforme el paso del tiempo, el adolescente comprendió que sea cual fuere el oficio de su madre, el amor incondicional que ella le daba superaba los prejuicios.

Está en el lugar de todas las noches, cerca de la cuesta del Parque de las Embarazadas en Heredia, siempre en la calle donde no hay ninguna otra trabajadora que pueda robarle el mandado. Ha esperado alrededor de dos horas y nadie se ha detenido ni a consultarle la hora, el día pinta a que no va a llegar a los 10 mil colones. En media hora más se detiene el primer vehículo, no pasa un minuto y pierdo de vista a esa mujer,  la madre de esta historia.

Muchas de las mujeres que se dedican a la prostitución ejercen la doble jornada laboral, el del sexo a cambio de dinero  y el de amas de casa. “Este es un trabajo donde no tengo horario, no tengo jefe, no tengo que pagarle al gobierno por lo que gano, soy en cierta parte libre, pero mantengo una doble vida, porque aunque no lo crea me preocupa el qué dirán, no por mí, sino por mis hijos”  nos comentó la trabajadora del sexo, a la que llamamos “Ingrid”.

Ella es madre de tres varones, uno de 17, otro de 14 y el menor de 12. Vive en un apartamento de dos cuartos en Jardines, barrio del centro de Heredia. Lo que sabemos de ellos es lo que salió de su propia boca: son tres adolescentes, estudiantes, dos de colegio uno de escuela, todos de diferente papá. Con cada uno de los padres se imaginó llegar “hasta que la muerte los separe”, pero al final llegó primero la separación.

“A mis 33 años puedo decir que no me arrepiento de escoger este oficio, usted no me está preguntando, pero mi familia no era pobre, y tampoco éramos millonarios.  Mi mamá era doméstica  y mi papá tenía un taxi. Yo en un inicio pensaba que esto iba a ser pasajero, que después me iban a dar ganas de estudiar pero al final me quede en esto”.

Ingrid tuvo su primer hijo a los 16 años antes de entrar en el mundo de la prostitución. El padre fue su primer novio, un muchacho de 17 años que conoció en el colegio; ella recuerda haber estado muy enamorada del padre de su hijo, pero ninguno de los dos se encontraba preparado para ser padres.

A raíz de la falta de apoyo de sus progenitores y el papá de la criatura – en ese momento con  dos años de edad-, decidió dejar el colegio y trabajar en una tienda por días.  Era de esperarse que al no ser un salario fijo no era rentable para llevar una vida más o menos digna.

Un día, con hambre en su estómago y ver que tanto su hijo como ella vivían necesidades, respondió un anuncio del periódico que decía “Se buscan damas de compañía. EXC paga. Llamar al xxxx-xxxx”  ella juró que sería mientras conseguía un mejor trabajo, pero eso fue hace 15 años.

Durante este tiempo ha vivido experiencias maravillosas como madre y como trabajadora sexual, pero han sido más las desventuras de este trabajo. Con su rostro marchito por las trasnochadas, guarda silencio y prefiere no hablar del  padre de sus otros dos hijos, nos dice que es algo que desea mantener en secreto.

En sus mañanas trata de tener una vida de ama de casa convencional, se levanta alrededor de las 5 de la mañana, a controlar que no haya peleas mientras los muchachos se alistan para ir a estudiar “son tres hombres adolescentes, ¡son terribles! Más el mayor, está en una edad muy difícil y aunque ellos saben a lo que me dedico, la mayoría del tiempo no me hacen caso”.

Le preguntamos a Ingrid como fue el momento en que le contó a sus hijos a que se dedicaba y con una sonrisa nerviosa relató “Criar a los hijos es complicado, peor si uno se dedica a algo que no es “normal”. Cuando mi hijo mayor creció y empezó a tener noción de que yo salía mucho, de que llegaba en la madrugada siempre me preguntaba donde trabajaba, yo ingenuamente le decía que en un restaurante pero conforme el tiempo paso y el tuvo conocimiento de mi forma de ser, como me vestía, como hablaba, llegaba oliendo a licor y cigarro, decidí contarle”.

Luego de esta escena, ella se vio rechazada durante un tiempo por su hijo quien no entendía el por qué lo hacía. Conforme el paso del tiempo, el adolecente comprendió que sea cual fuere el oficio de su madre, el amor incondicional que ella le daba superaba los prejuicios sociales.

Reflexión

En Costa Rica no existen datos exactos de cuantas trabajadoras sexuales hay en el país y cuántas de ellas son jefas de hogar, lo que sí sabemos es que aunque la prostitución no es penalizada, las mujeres que ejercen esta labor no aparecen en las estadísticas de empleo. Solo si se ubican bajo la modalidad de “trabajador independiente”, la Caja Costarricense del Seguro Social las puede cobijar y brindarles la garantía de acceso a servicios médicos y derecho a pensión.

A todas las trabajadoras del sexo que tienen hijos la Revista Petra les desea un feliz Día de la Madre, y evocando las palabras de Mahatma Gandhi “Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”, les mostramos respeto y sororidad.

Favicon

kmartinezpetra@gmail.com