Para Charlotte Schneider, dar alternativas que no son sostenibles no van a mejorar la condición de las mujeres trans, es necesario “pensar en educación, pero acortar los tiempos y reconocerles saberes”

Si bien tiene presencia inmemorial en la humanidad, el trabajo sexual se presenta como una actividad con futuro asegurado, lo que no significa que, para una proporción considerable de la población femenina, constituya la única forma de sustento.

Al formular ese análisis de situación, la activista transgénero cubana naturalizada colombiana Charlotte Schneider, planteó, en declaraciones reproducidas el 13E de abril, por el diario español El País, que es, por ello, necesario generar oportunidades más allá de esa actividad.

También es necesario desarrollar labor de sensibilización, como herramienta con la cual se puede contribuir a evitar las situaciones de violencia que suelen ser parte de las actividades sexuales remuneradas, aseguró Schneider, quien asumió, tres días antes, la titularidad de la Dirección para las Mujeres en Actividades Sexuales Pagas, que pertenece al Ministerio de Igualdad y Equidad.

La nueva funcionaria del gobierno (2022-2026) que preside el ex guerrillero y centroizquierdista Gustavo Petro, relató, asimismo, las expresiones de violencia de género que su designación ha generado.

La vicepresidencia informó, el 10 de abril, mediante un comunicado, sobre la designación, ese día, de Schneider, y precisó que la dirección tiene, entre sus principales cometidos, el de “adoptar, diseñar e implementar lineamientos y rutas de atención para la garantía de los derechos de las mujeres en actividades sexuales pagas en cualquiera de sus modalidades”.

Respecto a Schneider, dijo que “es defensora de derechos humanos, con procesos sociales y políticos en Colombia, y Latinoamérica; transfeminista, y ha trabajado en el sector público privados y públicos del Estado”.

“En el sector público lideró las políticas Lgbtiq, mujeres y equidad de género, plan de lucha contra la trata de personas, y plan de lucha contra Escnna (Explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes)”, entre otras actividades, de acuerdo con la información oficial.

“En el sector privado se ha destacado como Coordinadora de proyectos e investigaciones de la Liga Colombiana de Lucha contra el Sida, liderando proyectos de prevención del VIH , atención integral a personas viviendo con VIH , estudios e investigaciones de seroprevalencias del VIH”, agregó la vicepresidencia, en el texto de seis párrafos.

En las declaraciones que formuló, en Bogotá -la capital colombiana-, a El País, la activista planteó que “no creo que el trabajo sexual vaya a desaparecer”.

“El oficio ha estado presente en todas las culturas, y en momentos sociopolíticos distintos”, agregó.

“Sí, creo que no debe ser la única posibilidad para muchas mujeres, y que hay que generar oportunidades fuera”, aseguró.

En lo que tiene que ver con la denominación de la dependencia ministerial a su cargo, en el sentido de que no hace alusión a “prostitución” ni a “trabajo sexual” sino a “actividades sexuales pagas”, Schneider puntualizó que ello obedece a que “la dirección también se enfoca en la política contra la trata de personas y la explotación sexual”.

“Muchas veces, hay unas barreras casi invisibles, en Colombia, entre la trata, la explotación, y el trabajo sexual, que no son lo mismo”, explicó, para iniciar, a continuación que “se llama así, también, porque nosotros miramos todo el sistema”.

“El tema de actividades sexuales pagas no sólo está asociado a quien hace una transacción a partir de su cuerpo”, agregó.

“También tiene que ver con la cadena en la que ocurre el sistema: la persona cuidando la puerta del establecimiento, los meseros, las meseras, la vendedora ambulante rebuscando al lado, el cliente, etcétera”, precisó.

“Acá, no solo hay un individuo: hay violencias, abusos o maltratos que se pueden prevenir si se trabaja con el cliente, por ejemplo”, aseguró”.

Respecto a las acciones incluidas en su propuesta para la actividad sexual remunerada, Schneider dijo que “una es que sea reconocido como trabajo, con condiciones dignas”, respecto a lo cual, “pronto, nos vamos a reunir con el Ministerio de Trabajo, para regular”.

Simultáneamente, es necesario abordar la situación de quienes aspiran a procurar otra actividad laboral, reflexionó, de inmediato.

“Pero, qué hago con las mujeres que lo usan como único sustento y se quieren salir de ahí”, preguntó, para agregar: ¿cómo generar oportunidades?”.

Porque, “no es darles alternativas que no son sostenibles”, planteó, a continuación.

En tal contexto, es necesario “pensar en educación, pero acortar los tiempos y reconocerles saberes, para que puedan hacer una carrera, en menos tiempo”, dijo.

“Eso está ligado a empleos, o a poder emprender de verdad, no darles un tocador”, subrayó.

“Yo viví eso, en algún momento en la vida, cuando estaba desempleada y recién llegada (de Cuba) a Colombia, en 2000: era refugiada sin trabajo”, reveló.

“Me dijeron: ‘mira: acá hay un secador, trabaja en estilismo’”, narró, brevemente.

“Llamaron, a eso, capital semilla”, pero “yo no quería hacer eso”, expresó.

“Para emprender, se tienen que ofrecer, por ejemplo, ciclos largos de acompañamiento”, indicó, además de señalar, en calidad de denuncia, que “no es explicar, en media hora, desde la virtualidad, cómo puede ser exitoso tu negocio”

La activista hizo, asimismo, mención de su experiencia en materia de trabajo sexual.

Esa realidad, “es algo que me transversaliza el cuerpo: las mujeres trans, muchas veces, han tenido estados en contextos en los que esa es la única posibilidad de generar ingresos”, planteó.

“Como defensora y lideresa social trans, vengo construyendo, desde hace 24 años, desde que llegué a Colombia, apuestas en torno de los derechos de las mujeres, las mujeres trans, y las personas de comunidades negras”, dijo.

“Antes, en Cuba, tuve que trabajar en contextos de ilegalidad, en sitios clandestinos haciendo espectáculos como persona trans”, comenzó a narrar.

En ese isleño país caribeño, “había una mirada totalmente distinta, de represión alrededor de la homosexualidad, y mucha persecución policial”, agregó.

“Ese mundo -de la marginalidad, de lo ilegal-, lo conocí, primero, en Cuba”, mientras que, en Colombia -específicamente, Bogotá-, al incursionar en esa realidad “me empecé a relacionar con activistas”.

“No solo me involucré en el tema de la comunidad Lgbt sino que empezamos a hacer actividades para las trabajadoras sexuales, sus hijos, y las habitantes de calle”, siguió relatando, para indicar que “había mucha interseccionalidad (personas de diferente sectores socioeconómicos)”.

La activista señaló que ese fue su punto de ingreso al movimiento de derechos de las mujeres, en general.

“Si bien yo comencé muy cercana a los espacios Lgbt, en los últimos diez años (…) he estado más inmersa en el movimiento de mujeres, el movimiento negro, y en la interseccionalidad que tiene que ver con trabajo sexual, trans, y explotación”, 4eveló

“Por qué, por ser mujer trans, ¿sólo tengo que estar involucrada en temas que tienen que ver con temas Lgbt?”, preguntó, además de aclarar que, “a mí, no necesariamente me moviliza la orientación sexual”.

“La violencia que he recibido ha sido, más, por lo femenino que, realmente, por con quién me acuesto”, explicó.

Schneider aseguró que, en tal contexto, “empecé a ver más temas comunes relacionados con las luchas de las mujeres; esa es mi apuesta social, política, es mi apuesta de vida”.

Foto: Malcolm Garret