Las mujeres en Afganistán sufren marginación, por género, similar a la discriminación racial que imperó, durante casi medio siglo, en Sudáfrica
Las defensoras de los derechos humanos Naheed Farid y Najiba Sanjar, sostienen que la comunidad internacional no ha hecho lo suficiente para que el régimen del movimiento fundamentalista islámico Talibán abandone su política machista.
“Todas las mujeres afganas, sin importar dónde estén, se sienten abandonadas por la comunidad internacional”, expresó Farid, una ex legisladora quien reside, exiliada, en Estados Unidos.
“La erosión de los derechos de las mujeres ha sido uno de los aspectos más notables de la administración talibán, hasta ahora”, denunció, en referencia a la dictadura instalada, hace algo más de un año, esa nación asiática.
En tal contexto, “las afganas están sufriendo una de las mayores crisis de derechos humanos del mundo”, subrayó.
Al respecto, Sanjar -al igual que Farid- expresó la necesidad de que la tiranía talibana cese lo que describió como el “apartheid de género” imperante en el país.
Ambas aludieron, así, al brutal sistema discriminatorio que, conocido como apartheid, fue impuesto, desde 1948 a 1994, por el régimen racista blanco que durante décadas gobernó a Sudáfrica.
Sanjar denunció, en referencia a la comunidad internacional, que “una verdadera forma de injusticia está teniendo lugar, ante nuestros ojos”.
No obstante esa dramática situación, “estamos mirando en silencio, y siendo parte al ser complacientes y aceptar esto como una nueva normalidad”, agregó.
La activista planteó la necesidad de establecer un proceso de diálogo, con el régimen, respecto al tema, y señaló que las conversaciones deben ser inclusivas, lo que significa que la población femenina tiene que estar representada.
“Es necesario hablar con los talibanes, para proteger los derechos de las mujeres”, comenzó a proponer.
“Pero esto no puede hacerse a puerta cerrada, y en ausencia de mujeres afganas”, advirtió.
También precisó que, en el caso de lograrse ese diálogo, es imprescindible que ello no se interprete como una legitimación del régimen.
Asimismo, subrayó que, como condición para cualquier conversación, los derechos de las afganas “no deben ser negociables”.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil en Afganistán (1992-1996), los talibanes se mantuvieron, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio de ese país.
La violenta administración fundamentalista -caracterizada por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en sostenida resistencia armada.
Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto de ese año, el control de Kabul -por lo tanto, de todo el territorio nacional-.
Poco más de un año después, en declaraciones que, sobre la dramática situación de la población femenina en Afganistán, fueron reproducidas el 23 de agosto, por ONU Noticias -la agencia informativa de Naciones Unidas-, una activista afgana de derechos humanos planteó la necesidad de mantener, inclaudicablemente, los esfuerzos por contrarrestar la presente situación.
Identificada -por razones de seguridad personal- únicamente como Nasima, la defensora expresó que “Afganistán necesita lo que cualquier otro país del mundo necesita: mujeres que trabajen, que lideren, y que conviertan los desafíos en oportunidades”.
Antes de la toma del poder por la organización terrorista, “miles de mujeres solían trabajar para ministerios en todo el país”, dijo.
“Ahora, algunas tienen que hacer fila para recibir una bolsa de harina para alimentar a sus hijos”, denunció, para agregar que ello obedece a que “las mujeres no pueden ir a trabajar, no tienen derechos, y ni siquiera pueden ir a la escuela”.
Foto: obra de Shamsia Hassani