
Las mujeres quienes se han manifestado pacíficamente, en Afganistán, para reclamar sus derechos, al régimen del misógino movimiento fundamentalista islámico Talibán, violentamente instalado en su país, están dispuestas a mantener las marchas en apoyo de su exigencia.
En el peligroso desafío al gobierno interino anunciado la semana pasada -cuyo gabinete, de 30 integrantes, no incluye participación femenina, además de que se eliminó el Ministerio de Asuntos de las Mujeres-, las manifestantes no muestran temor ante la brutal represión de la que han sido objeto por pronunciarse públicamente desde la llegada de los talibanes al poder, a mediados del mes pasado, en el país asiático.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el movimiento extremista estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio afgano.
La violenta administración talibana -caracterizada por brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el reciente retiro de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó el control de Kabul, el 15 de agosto de este año.
En declaraciones a medios de comunicación internacionales, las promotoras de los derechos de las afganas han asegurado, ahora, que están dispuestas a enfrentar, aun a riesgo personal, la violencia machista del movimiento, en un esfuerzo por impedir que sean anulados los avance de género logrados durante las dos décadas -2001 a 2021- que los talibanes no estuvieron en el poder.
Luego de una de las marchas contra el recién instalado régimen -la que fue llevada a cabo, y brutalmente reprimida, el 8 de setiembre en Kabul, la capital nacional-, algunas de las agredidas participantes, confirmaron la voluntad de no ceder a la violencia misógina de los fundamentalistas.
Las manifestantes -alrededor de veinte- se desplazaban, pacíficamente, coreando consignas tales como “queremos igualdad de derechos!”, “queremos mujeres en el gobierno!”, “Larga vida a las mujeres de Afganistán”, cuando fueron atacadas por aproximadamente medio centenar de talibanes armados, quienes portaban porras electrificadas y látigos, instrumentos con los cuales las agredieron, de acuerdo con versiones periodísticas internacionales.
Además de la violencia física, los agresores insultaron a las mujeres, según las mismas fuentes.
Testimonios de la agresión fueron difundidos, la jornada de la marcha, y un día después, respectivamente, por la cadena de televisión informativa Cable News Network (CNN), de Estados Uniodos, y la British Broadcasting Corporation (BBC), del Reino Unido.
Una de las denunciantes dijo, a CNN, respecto a los talibanes, que “pensábamos que ellos podrían tener un gobierno islámico y estable, pero han demostrado que no pueden cambiar”.
“Preguntamos a la comunidad internacional, especialmente a aquellos que durante los últimos 20 años han intentado proporcionar a las mujeres sus derechos: ¿dónde están hoy esos defensores de los derechos de las mujeres?”, agregó.
Una compañera manifestante, indicó que un objetivo de la marcha consistió en “protestar por el reciente anuncio del nuevo gobierno, en el que no hay representación femenina”.
También denunció que varias participantes en la demostración fueron “golpeadas con látigos y nos dicen que vayamos a nuestras casas”.
Por su parte, en las declaraciones reproducidas por la BBC, otra integrante de la protesta
-identificada como Sara, una ex asesora gubernamental y propietaria de un negocio-, expresó que “no podemos aceptar esto, y, por eso, hemos salido a la calle”.
Al relatar la represión, otra de las participantes agredidas, quien fue identificada como Jia
-casada, y con cuatro hijos, el menor de los cuales es un bebé-, dijo que “estábamos marchando pacíficamente”, agregando que, “luego, vi que nos seguían cuatro o cinco vehículos con unos 10 combatientes talibanes en cada uno de ellos”.
“Me golpearon el hombro dos veces”, relató Jia, quien puntualizó que “me dolía todo el cuerpo”, y que, al momento de formular las declaraciones al medio europeo, “todavía me duele, y no puedo mover el brazo”.
Los agresores insultaron a las mujeres, de acuerdo con lo denunciado por esta manifestante.
“Nos llamaron de todo”, expresó, además de asegurar que “me da vergüenza repetir las cosas que nos dijeron”.
En lo que tiene que ver con el riesgo de vida implícito en las manifestaciones contra el régimen, Jia expresó que “los talibanes no estarán aquí por unos días, van a quedarse”.
Por lo tanto, “necesitamos exigir nuestros derechos, no sólo para nosotros sino para las próximas generaciones, para nuestros hijos”, señaló.
“Sabemos que los talibanes nos encontrarán, y podrían atacarnos, pero no tenemos otra opción”, de modo que “tenemos que continuar”, aseguró.
Por su parte, Sara, dijo que “no tengo miedo”.
Y planteó, respecto a las marchas, que “seguiré yendo, cada vez, hasta que nos maten”.
En su visión, “es mejor morir de una vez que morir gradualmente”.