Una empresaria y una maestra quien, además, es activista de derechos humanos, aseguran que están dispuestas a luchar contra el régimen del fundamentalista movimiento islámico Talibán violentamente establecido, hace casi dos meses, en Afganistán.
Ambas, tienen claro que, ante la contradicción entre declaraciones de autoridades del gobierno interino talibán, y las acciones que, en los hechos, están implantando, no es posible creer en la nueva administración afgana, de acuerdo con loque expresaron, a la British Broadcasting Corporation (BBC), en declaraciones que el medio británico reprodujo el 24 de agosto.
Según Azada -seudónimo de la joven empresaria, que significa “alguien quien es libre”, ya que “todo lo que quiero, ahora, es libertad”–, en la medida en que el régimen persista en la política de discriminación de género que caracteriza a la agrupación, estarán dándose las condiciones para una nuevo conflicto armado en el país asiático.
En opinión de Pashtana Durrani, la docente-defensora, es necesario dar la pelea, para que la población femenina no siga sufriendo la violencia misógina de los extremistas.
“Quiero un nuevo gobierno, que tenga a todos los afganos”, expresó la empresaria, quien debió cerrar su negocio, a causa de la crisis sociopolítica y económica que golpea a
Afganistán, desde la toma del poder, el 15 de agosto, por parte de los extremistas, y tras las asunción, el 7 de setiembre, del gobierno interino fundamentalista.
“Si esto sucede, tendremos un nuevo país y un nuevo futuro, incluso, un futuro mejor”,
reflexionó.
Azada, hizo, así, referencia a la exclusión, de los cargos gubernamentales, de diferentes sectores de la sociedad afgana -principalmente, las mujeres-.
Si persiste la discriminación de género, “habrá una guerra”, vaticinó.
Al asegurar que “formaré parte de ella”, planteó, como advertencia, que “si no luchamos, no vamos a sobrevivir”.
“Puedo perder mi vida, pero eso está bien”, de modo que “tengo que ser valiente”, expresó, para señalar que “no puedo huir de Afganistán”, porque “ésta es la única opción”.
En cuanto su desconfianza respecto al régimen, hizo alusión al hecho de que, no obstante las engañosas declaraciones que han formulado a periodistas, los talibanes mantienen su tradición fundamentalista -incluida su misoginia-.
Al destacar que, en su aspecto exterior, “no se cambiaron la ropa, el pelo, ni la barba”, preguntó: cómo pueden cambiar sus ideas?”.
De modo que, sin perjuicio de que hayan tratado, al inicio, de proyectar una nueva imagen, “no creo en esos rumores”, reafirmó.
En términos coincidentes, Durrani expresó, en su diálogo con la BBC, similar recelo, al asegurar, categóricamente, que “no confiaré en ellos”.
Al respecto, denunció que existe una flagrante contradicción en las declaraciones que han formulado, en cuanto a respetar los derechos de la población femenina -adultas y menores-, y lo que, en realidad, el régimen está haciendo -que es, exactamente lo opuesto-.
Por ello, “tengo que pelear, hoy, para que la próxima generación no tenga que enfrentarse a todo este conflicto”, dijo.
En ese sentido, la educadora denunció que las estudiantes universitarias en la ciudad de Herat -capital de la occidental provincia de igual nombre, fronteriza con Irán y Turkmenistán-, las escolares de Kandahar -sede del movimiento extremista, y capital de la sureña provincia del mismo nombre, limítrofe con Pakistán-, se han visto impedidas de asistir a clase.
En cuanto a la contradicción discurso-acción, Durrani aseguró que los talibanes “están
buscando legitimidad ante diferentes países, para ser aceptados como el gobierno legítimo de Afganistán, pero, al mismo tiempo, qué están haciendo en la práctica?”.
“Quieren la legitimidad, pero no están dispuestos a hacer el esfuerzo”, expresó, a manera de reflexión, para subrayar que, “esas, son dos cosas diferentes”.
En la misma línea de análisis de la empresaria y la docente-activista, la periodista Beheshta Arghand, presentadora del noticiero de televisión local Tolo News, expresó, a la BBC, que los talibanes afirman que “no tenemos ningún problema con las mujeres afganas, apoyamos su trabajo”.
“Pero tengo mis dudas”, reveló.
Cuando las autoridades del régimen comiencen a implementar leyes, a los periodistas, “creo que no nos permitirán hacer lo que queramos”, y, en realidad, “harán que sea difícil, ser independientes”.
“Ahora, no muestran ninguna reacción, pero debemos tener cuidado”, recomendó, para aclarar que “yo soy muy cuidadosa”.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996) -tras la ocupación militar (1978-1992) por parte de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)-, el grupo Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio afgano.
La violenta administración talibana -caracterizada por las brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el retiro, hace poco más de un mes, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la nueva ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó el control de Kabul, el 15 de agosto de este año.