La violencia pandillera incluye la violación de niñas de nueve años por parte de miembros de bandas que buscan incitar el terror y vengarse de otros grupos rivales

La inseguridad ciudadana, agudizada por el accionar de estructuras delictivas, y la dramática situación socioeconómica que presenta Haití -principalmente en Puerto Príncipe

-la capital nacional-, se constituyen en factores de riesgo aun mayor para la población femenina de la isleña nación del Caribe francoparlante.

Ello, debido a que la violencia que, cotidianamente, generan las pandillas, sumada al precario estado del sistema nacional de salud, dificulta el acceso, de mujeres y de niñas, a centros de asistencia médica, de acuerdo con un análisis que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) dio a conocer el 16 de abril.

Particularmente angustiante es la situación de las sobrevivientes de violencia de género, lo mismo que de algo más de 80 mil embarazadas, casi la mitad de las cuales están próximas a parir, señaló el Unfpa, en al estudio citado, ese día, por Noticias ONU -la agencia informativa de Naciones Unidas-.

La entidad especializada de la organización mundial “particularizó la situación de las supervivientes de violencia sexual, y de las cerca de 85,000 mujeres actualmente embarazadas, de las cuales una 30,000 darán a luz durante los próximos tres meses, en medio de la crisis que azota al país”, señaló Noticias ONU.

“La falta de acceso a los hospitales de la ciudad de Puerto Príncipe, debido a la violencia y la precaria situación económica de Haití, pone en peligro la vida de las mujeres y niñas que no pueden recibir una atención sanitaria adecuada”, indicó el medio de comunicación, en la nota informativa que tituló “La violencia y el colapso económico de Haití pone a los mujeres y las niñas al borde del precipicio”.

Según lo señalado en la versión periodística, “con una economía al borde del colapso y el desplome los servicios esenciales, los habitantes de la capital de Haití, se ven atrapados en un espeluznante fuego cruzado provocado por el aumento de la violencia de las bandas, con crecientes testimonios de asesinatos, secuestros, violaciones, y desplazamientos forzados”.

La violencia machista incluye “la violación de mujeres y niñas de nueve años por parte de miembros de bandas que buscan incitar el terror y vengarse de otros grupos rivales”, precisó la agencia informativa internacional.

“La escalada de los combates en la capital, junto a la destrucción de muchos servicios esenciales y de instalaciones sanitarias tras el terremoto del año pasado en el sur del país, provocan un gran incremento de las necesidades humanitarias: más de 4,9 millones de personas precisan asistencia, entre ellas unos 1,3 millones de mujeres en edad reproductiva”, puntualizó. Noticias Onu hizo, así, alusión al sismo de magnitud 7.2 que, el 14 de agosto de 2021 golpeó a Haití.

Respecto al componente de delkincuencia, la agencia informativa detalló que la zona capitalina de Cité Soleil (Ciudad Sol) -con algunos de los más críticos índices socioeconómica a nivel nacional- “fue una de las que sufrió los combates (pandilleros) más violentos, con cientos de muertos, heridos y desaparecidos.

A causa de esa espiral ascendente en materia de violencia delictiva, alrededor de 17 mil capitalinos se han visto en la obligación de abandonar, recientemente, el ámbito del hogar, para refugiarse en precarios campamentos, o establecerse en hogares de familiares agregó.

En esta materia, además de la crisis de seguridad, la dramática situación socioeconómica de la mayoría de la población afecta a la población menor de edad -en particular, las niñas-.

Se trata de los miles de “restavèks”, menores a quienes, sus empobrecidos padres, encomiendan a familias haitianas adineradas, como medio para garantizarles mejores condiciones de vida, a cambio de que cumplan tareas domésticas.

Ello, en un país donde alrededor de 80 por ciento de sus algo más de 10.9 millones de habitantes subsiste, milagrosamente, con menos de dos dólares diarios.

“Restavèk” es una peyorativa expresión que, en creole haitiano, significa “menor quien reside con otra persona”, y describe a menores -principalmente niñas- quienes son trabajadores domésticos no remunerados -quienes, frecuentemente, permanecen en situación de esclavitud-

El confiar menores a familias adineradas, consiste -en lo formal- en que los niños realicen tareas domésticas a cambio de cuido, lo que incluye acceso a alimentación, educación, salud.

Sin embargo, la realidad, en la mayoría de los casos, implica que los menores son explotados laboralmente, físicamente castigados, deficientemente alimentados, no se les proporciona acceso a educación, además de que se los somete a abuso sexual.

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (WHO) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), contenidos en el informe “Salud en las Américas +”, emitido en 2017, “las desigualdades sociales y sanitarias son importantes y siguen aumentando”.

Al indicar que, “en el 2012 la tasa de homicidios se estimaba en 10,2 muertes por 100 000 habitantes”,  Unfpa señaló que, ese año “más de una cuarta parte de las mujeres de 15 a 49 años -28%- informó que había sido víctima de violencia física desde los 15 años y 13% de las mujeres de ese mismo grupo de edad declaró haber sufrido abusos sexuales en algún momento de su vida”.

Foto: Lucxama Sylvain