Las tendencias bancarias en servicios para las mujeres, según dos encuestas realizadas por Unimer, la primera solicitada por el Banco de Costa Rica, BCR y la segunda para la Asociación Bancaria Costarricense, ABC, reflejan la misma tendencia: la mujer tiene menor acceso a servicios financieros que los hombres.
En el caso de la encuesta para el BCR, esta arroja que un 66% de los clientes de los bancos son hombres, en comparación las mujeres que son un 34%, siendo más del 50% del grupo femenino personas entre los 40 a 65 años de edad, con ingresos medios y ubicadas predominantemente en el gran área metropolitana. Destaca la encuesta que el 54% de las clientas poseen estudios universitarios.
Uno de los principales hallazgos es que las mujeres, en relación a la administración económica, guardan más el dinero en efectivo (69%) en comparación con las que tienen una cuenta de ahorro, a pesar de que el 51% acostumbra ahorrar y la gran mayoría de éstas utilizan los ahorros para imprevistos.
Estos datos nacionales son parecidos a los de otros países, en donde, según el ONUMUJER, las féminas tienden a tener menor acceso a las instituciones financieras y mecanismos de ahorro formal, mientras el 55 por ciento de los hombres informa tener una cuenta en una institución financiera formal, esa proporción es de sólo el 47 por ciento en el caso de las mujeres en todo el mundo.
Diferentes, no complicadas
Del estudio de Unimer “El acceso de las micro, pequeñas y Medianas empresas a los servicios financieros según género” de agosto de 2013 realizado por la ABC, unido a estudios realizados por el departamento de Inteligencia en Mercadeo del BCR, se desprende que las mujeres como clientas bancarias no son complicadas, sino diferentes.
Estas construyen emocionalmente sus relaciones con el sector financiero bajo siete pilares: Bienestar, Conocimiento, Control, Seguridad, Amor, Pertenencia y Libertad.
Un claro ejemplo de esta aseveración es que mientras el hombre busca un incremento (mayor rentabilidad) del dinero en las cuentas de ahorro, la mujer requiere ciertos beneficios diferenciadores como la posibilidad de destinar una parte de la cuota a hacer frente a las deuda, para que los hijos terminen de pagar los créditos y tengan algún tipo de subvención en caso de ellas faltar. También piensan que el ahorro les permitirá el equipamiento o las reparaciones de la casa como materiales de construcción, pintura y compra de electrodomésticos.
Este tipo de “comportamiento económico femenino” que es similar en muchos otros países del mundo, es avalado por estudios, como el realizado por el Women’s World Banking, que sostiene que “las mujeres ahorran más y mejor que los hombres”, y son las mejores pagadoras a la hora de devolver los créditos, ya que tienden a vincular su necesidad de ahorro a eventos vitales para la familia.
Inclusividad y acceso
Con esta simple radiografía nacional e internacional es claro inferir que el sector bancario debe dirigir mejores esfuerzos en llegar adecuadamente a la mujer e ir más allá del grupo de féminas de un nivel medio y alto económico y educacional, que conforma la mayoría de las que actualmente son parte de nuestro sistema.
Lo anterior significa –y digámoslo con la mayor sencillez y transparencia posible- que a la banca nacional, pública y privada, le falta camino por recorrer para que las mujeres de Costa Rica superen las limitaciones que impiden ahorrar formalmente y ser sujetos de crédito.
El enfoque integral basado en acceso, uso, calidad y bienestar, todavía no se ha cumplido en este segmento que representa en Costa Rica el 50.49% de población general y el 39.4% % de la población económicamente activa del país y que es considerada la economía emergente más grande del mundo.
En conclusión, estamos en deuda con la mujer y aceptarlo es un buen inicio para trabajar en el cambio.