Por segunda vez desde que se independizó de España, hace más de 190 años, Bolivia es gobernada por una mujer.

En un poco frecuente dejá vu político, Bolivia, la mediterránea nación sudamericana con un pesado récord de golpes de Estado, es gobernada por una mujer.

Janine Áñez, una derechista e intensamente católica senadora, es, desde el 12 de noviembre, presidenta interina del país, en el contexto de caos generado por la crisis política que tuvo origen en la conflictiva jornada electoral cumplida 23 días antes.

Las renuncias, en serie, del entonces presidente boliviano (2006-2009, 2009-2014, 2014-2019), Evo Morales –el primer indígena quien ha desempeñado el cargo-, su vicepresidente, Álvaro García, la presidenta y el primer vicepresidente del Senado, respectivamente, Adriana Salvatierra, y Rubén Medinacelli, determinaron que Áñez -la quinta autoridad en la línea de sucesión, por su condición de segunda vicepresidenta del Senado- asumiera la responsabilidad.

En una sesión parlamentaria llevada a cabo sin el quorum necesario –a causa del boicot de los legisladores por el izquierdista Movimiento Al Socialismo (MAS), partido encabezado por Morales-, invocando la Constitución, y equipada con tres ejemplares de la Biblia, Áñez, se autoproclamó presidenta interina de Bolivia.

De acuerdo con versiones periodísticas locales, la senadora usó dos de los ejemplares para su juramentación –“por Dios y la Patria”-, en el Senado, mientras que, tras su llegada al capitalino Palacio Presidencial –popularmente conocido como Palacio Quemado, a raíz del incendio ocurrido en 1875-, al salir a uno de los balcones, para saludar a sus seguidores, mostró el tercero, más pequeño, con tapa rosada.

La presidenta interina -una abogada oriunda del norteño y amazónico departamento de Beni, limítrofe con Brasil-, declaró, a su ingreso a la sede del Poder Ejecutivo –construida en 1559-, que “Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar al Palacio”, y “que él nos bendiga”, además de exclamar, reiteradamente: “Gloria a Dios!”.

Al refutar lo planteado por Morales, así como por sus simpatizantes y varios gobiernos afines, en el sentido de que Bolivia registró un nuevo golpe de Estado, Áñez dijo, en declaraciones a la cadena estadounidense de televisión CNN en Español, tras su autoproclamación, que “lo que ha sucedido es una sucesión”, y que lo afirmado sobre acción golpista es “tan falso como falsas fueron las elecciones”.

La legisladora hizo así alusión a la cuestionada candidatura de Morales a la tercera reelección consecutiva, y al denunciado fraude en el conteo de votos.

Respecto al asilo de Morales, el 12 de noviembre, en México, la nueva jefa de Estado aseguró que “el presidente Morales se fue porque quiso, porque no se atrevía a responderle al país”, agregó que “ese fue un acto cobarde”, y denunció que, “ahora, está en México, queriendo verse como una víctima, y queriendo engañar al mundo entero, diciendo que lo que hubo en Bolivia fue un golpe”.

Morales tomó la decisión de asilarse en México, luego de que las cúpulas militar y policial le quitaron apoyo, y le exigieron la renuncia.

Respecto a su asunción presidencial, Áñez –una tenaz opositora al mandatario dimitente- aseguró que, en el contexto de vacío de poder, y en el marco de la violencia política –con saldo de heridos y víctimas fatales- desencadenada por el denunciado fraude electoral, asumió la responsabilidad de procurar la pacificación del país.

“La demanda de la sociedad era pacificar a Bolivia, no podíamos ser indiferentes a la situación que nos dejó Evo Morales”, explicó.

La presidenta interina aseguró, tras su asunción del cargo, que su cometido es el de consolidar un gobierno de transición, renovar el Tribunal Supremo Electoral, y convocar a elecciones, “seguramente, en enero del próximo año” -o en un máximo de 90 días-.

Antes de su labor como senadora –desde octubre de 2010, por la derechista coalición Plan Progreso Para Bolivia-Convergencia Nacional (PPB-CN)-, Áñez se desempeñó como abogada, y, en el campo de la televisión nacional, como directora y presentadora en el canal Totalvisión.

La jurista ha incursionado también en el área de la defensa de los derechos humanos, con sostenida labor en materia de combate a la violencia de género y, particularmente, en prevención de femicidios.

Su actividad política ha incluido el desempeño como integrante (2006-2008) de la Asamblea Constituyente, específicamente en la Comisión de Organización y Estructura Nacionales.

Constituida en presidenta interina de Bolivia, Áñez se convirtió en la segunda mujer que ha desempeñado ese cargo en los 194 años transcurridos desde la declaración de independencia respecto a España.

Su antecesora fue, hace cuatro décadas, por Lidia Gueiler (16 de noviembre de 1979 a 17 de julio de 1980), cuya gestión también fue enmarcada por la agitación política que generaron, en su caso, dos cruentos golpes de Estado.

Tras el derrocamiento del presidente Water Guevara Arce (8 de agosto a 1 de noviembre de 1979), por el general Albert Natusch Busch –quien, por intensa movilización popular opositora, abandonó, quince días después, el poder-, el parlamento eligió a Gueiler –entonces diputada- para desempeñar la presidencia, hasta la instalación del gobierno que surgiese de la elección a llevarse a cabo el 29 de junio de 1980.

La votación fue ganada por el izquierdista ex presidente (1956-1960, 1982-1985) Hernán Siles Suazo –cofundador, en 1941, junto con otros dirigentes, incluido Guevara Arce, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), en el que Gueiler militó-.

Sin embargo, un nuevo y particularmente cruento golpe militar –para impedir la tercera asunción presidencial de Siles Zuazo-, derrocó, el 17 de julio –veinte días después de la elección-, a Gueiler.

La acción, que tuvo apoyo de la dictadura militar argentina (1976-1983), fue encabezada por el general Luis García Meza, primo de la presidenta.

Además de su militancia en el MRN, Gueiler integró, en diferentes momentos, otras agrupaciones políticas progresistas –incluido el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista (PRIN), del que fue cofundadora, en 1963-, siempre regresando a las filas del primero.

Siendo legisladora por el MRN, presidió la Cámara de Diputados, en 1978 –un año antes de su llegada a la presidencia del país-.

Gueiler, quien falleció en 2011, tuvo, además, intensa participación en la defensa de la democracia y de los derechos de las mujeres -con énfasis en el derecho a participar en política-.

En el desarrollo de su activismo, participó, en 1951, junto a una treintena de mujeres, en una huelga de hambre para exigir la libertad de presos políticos.

Gueiler fue la segunda de una decena de presidentas que, desde la independencia, registra América Latina, luego de la argentina María Estela Martínez (1974-1979) –popularmente conocida como Isabel, o Isabelita-, quien como vicepresidenta en el último gobierno de su esposo, el general Juan Domingo Perón (1946-1952, 1952-1955, 1973-1974), asumió la presidencia cuando falleció el populista gobernante argentino.

Al igual que Áñez, ninguna de las dos llegó al cargo por votación popular, a diferencia de la nicaragüense Violeta Barrios (1990-1997) –la primera presidenta latinoamericana surgida de una elección popular-, a quien, en el istmo centroamericano, seguirían la panameña Mireya Moscoso (1999-2004) y la costarricense Laura Chinchilla (2010-2014).