Pasión y arte son las palabras que describen a una barista que encontró en el grano de oro la forma de desarrollar sus talentos

Para los costarricenses el café es uno de los productos más importantes tanto dentro como fuera de sus fronteras, el gran de oro como históricamente se le ha llamado es sin duda una marca en la esencia nacional y la bebida por excelencia en las mesas de los ticos, bebida que se convierte en un arte en las manos de los baristas, personas que con estudio y talento convierten en una taza de café un canal de historias. Esa es la realidad de la joven barista Luanny Francella Rodríguez Zeledón, quien dedica sus días a esta agradable profesión y poco a poco se abre campo en el mundo del barismo costarricense.

Su amor por el café inició cuando estaba en cuarto año de la universidad cuando estudiaba Artes Plásticas y mientras fotografiaba una competencia de barismo decidió encaminarse en ese “norte” para no despegarse más.

“Empecé haciendo trabajos de diseño para una cafetería en San José, y con el tiempo recibí el curso básico de barismo, al finalizar me quedé trabajando para la misma cafetería. El enamoramiento y la pasión por esta profesión fueron creciendo como espuma en muy corto tiempo, lo que más capturó mi atención fue el Arte Latte y fue por ahí donde inicié. Fue amor a primera vista y dentro de mi terquedad o ambición nació la necesidad por aprender esta técnica tan bella”, manifestó la joven.

El Arte Latte como su nombre menciona es la magia de realizar diseños diversos sobre el café, técnica que cada comensal disfruta y admira al recibir su bebida y para esta joven cada vez que lo realiza descubre una nueva dimensión.

En sus palabras el barismo es el campo en el que el profesional tiene el conocimiento y la capacidad de elaborar bebidas a base de café. Es el último eslabón de la cadena del café, donde los expertos tienen contacto directo con el consumidor final, por lo que considera que es de suma importancia preparar, comunicar, explicar, y dar a conocer el trabajo tan relevante que hay detrás de una pequeña taza de café.

“Inicié a finales del 2015 por lo que ya estoy por cumplir cinco años de aprendizaje y espero sean muchos años más. Para mí esta profesión es algo que me llena de mucha satisfacción, puedo compartir lo poco o mucho que sé, he coincidido con grandes profesionales que de la misma manera han compartido de su conocimiento conmigo, así que espero seguir compartiendo parte de lo que me han dado también”, comentó Rodríguez.

“Yo no tomo café, el café me tomó a mí”

Esta apasionada joven a su corta edad ha recorrido varias cafetería y espacios siempre vinculados al café como Café del Barista, Hacienda Alsacia, Embajadores de Café, además de ser instructora de Arte Latte en MusaLab, así como ofrecer asesorías y consultorías para Cafeterías de Especialidad.

“¿Ser barista? ¡Por qué no! Creo que esa pudo haber sido la primera frase que pensé cuando me ofrecieron quedarme trabajando en la primera cafetería en la que estuve. Inició como un capricho, fue mi primer trabajo por cuenta propia, y algo que siempre me ha gustado es aprender, y más que ser barista, fue el mundo del café el que me atrapó, siempre he dicho “yo no tomo café, el café me tomó a mí” y digo esto porque cada día que preparo un café ya sea filtrado o un espresso en una máquina, siempre aprendo algo nuevo, y eso me hace quedarme y seguir enamorada de él”, indicó Francella.

Este 2020 su ímpetu la ha llevado a experimentar en otras áreas del café y por eso se aventuró a hacer un semillero de unos materiales genéticos de café, logró sembrar aproximadamente 200 plantas con la intensión de tener un pequeño jardín de variedades de café para poder aprender más a fondo de este grano.

“Con este proyecto creo que es donde más he desarrollado mi paciencia, y al mismo tiempo es con la que más me he maravillado. La responsabilidad y entrega que hay detrás del cultivo de café es enorme, “mis hijas” como cariñosamente les llamo, han sido mi mayor dolor de cabeza en esta cuarentena, pero al mismo tiempo amo aprender de ellas, espero en unos cinco años pueda deleitarme de una taza de café del grano que yo misma produje”, resaltó la barista.

Esta vecina de Santa Bárbara de Heredia invita a otras mujeres a ingresar en este mágico espacio profesional, para ella el café es un lugar lleno de fragancias, aromas y sabores, y cuando se conoce el café de especialidad, no hay marcha atrás. Considera que Costa Rica es muy afortunada por tener uno de los mejores cafés y en las manos de los baristas está la posibilidad enseñar a los demás una nueva perspectiva de la vida desde la taza de un buen café.