El liberalismo económico puede ser positivo, siempre y cuando no olvide que en el centro de toda su política y teoría, deben estar las personas.

¿Puede el capitalismo neoliberal estar en armonía con el desarrollo sostenible?

Esa es una pregunta que expertos, académicos, políticos, sindicalistas, empresarios y otros sectores de la sociedad, se han hecho a diario en los últimos 30 años, en todas partes del mundo.

Sin importar cuál es la respuesta, lo cierto del caso, es que nosotras las mujeres, solo queremos mejores oportunidades de trabajo o emprendimiento para cumplir con todas las metas.

El liberalismo económico puede ser positivo, siempre y cuando no olvide que en el centro de toda su política y teoría, deben estar las personas, pues de nada sirve una riqueza extrema, si se han destruido los recursos naturales, o bien, se han aumentado los niveles de pobreza de un país, explica Rudolf Lucke, economista de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Agregó que ambos están en armonía, siempre y cuando se realice el estudio amplio y profundo, de manera tal que ninguno se vea afectado.

La idea es crecer a nuestro máximo potencial, recordando que debe existir un balance.

“Si el capitalismo dice que es mayor el costo de lo que se va a realizar no se hace, si es lo contrario se realiza. Es importante que siempre se tome en cuenta el costo ambiental y el costo social a la hora de mezclar estos aspectos”, dijo el economista.

Sin embargo, para Jorge Ballestero, biólogo y consultor de Pretoma, el capitalismo neoliberal y el desarrollo sostenible no tienen ninguna afiliación política y considera necesario que los gobiernos tomen las medidas necesarias para la protección de los recursos naturales.

“El desarrollo sostenible por ninguna circunstancia puede estar bajo el sistema político, es necesario crear políticas más fuertes para la protección de los recursos naturales, por ejemplo prohibir el uso de la pesca de tiburón ya que países asiáticos las están usando para consumo”, dijo Ballestero.

El término de neoliberalismo tomó auge a finales de la década 1980 en la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, cuando ese gobernante promovió una serie de transformaciones de la economía chilena, y que fueron promovidas y supervisada por economistas de la llamada Escuela de Chicago.

El desarrollo sostenible se basa en el principio de “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Esta definición fue adoptada oficialmente por la comunidad internacional en la Declaración de Río de 1992.

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