Un pasaje contenido en la Biblia, relata un acto de femicidio, demostrando que, si bien la tipificación del delito es considerablemente nueva, ese tipo de crimen machista no lo es.

Se trata del escrito denominado Jueces 19 -también, “El levita y su concubina”-, que relata la brutal revictimización de una mujer quien, tras sufrir violación grupal, fue asesinada y desmembrada por su esposo.

Ese texto constituye parte esencial de un estudio académico sobre el tema, agregó Paula Andrea Grisales, integrante del equipo de trabajo del medio de comunicación religioso Pesquisa Javeriana, en un artículo de opinión publicado, el 9 de febrero, por el diario colombiano El Tiempo.

En reflexión de Grisales, el femicidio es la peor variante de agresión de género.

“La violencia puede tomar formas muy diversas, la más drástica de todas es el asesinato”, planteó, en el texto que tituló “La palabra de Dios con perspectiva de género”.

“Y cuando el motivo se relaciona con que la víctima es mujer, se le llama feminicidio”, agregó, para preguntar, a continuación: “pero ¿qué significa esto realmente?”

Para dar respuesta, la autora del artículo citó a la escritora feminista sudafricana Diana Russell (1938-2020).

“La activista (…) lo explicaba de manera sencilla diciendo que es cuando los hombres matan a las mujeres motivados por el odio, el desprecio, el placer o por la suposición de propiedad sobre ellas”, indicó Grisales, quien es parte del grupo que publica el trimestral medo de comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana, en Colombia.

Por otra parte, “esta problemática, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es particularmente preocupante en América Latina, en donde están las tasas más altas del mundo en este tipo de violencia”, señaló a continuación, como dato ilustrativo.

“Aunque la palabra feminicidio es relativamente nueva, el acto que conlleva no lo es”, ya que “viene ocurriendo desde hace cientos o incluso miles de años y, de hecho, está descrito en la Biblia”, informó.

En ese sentido, escribió que “uno de los pasajes más escabrosos del Antiguo Testamento en los que se narra un feminicidio, y quizá también uno de los menos conocidos, es Jueces 19 o El levita y su concubina, en el que una mujer es violada por desconocidos, y luego asesinada y cortada en pedazos por su esposo”.

“Justamente este relato es un elemento crucial dentro de una investigación, en torno a la violencia de género, llevada a cabo por docentes de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana”, comenzó a informar.

Esos educadores estuvieron, a lo largo de dos años, reuniéndose periódicamente con cuarenta mujeres pertenecientes a tres organizaciones sociales, con quienes desarrollaron una investigación en torno a la lectura contextual de este pasaje.

Respecto al desarrollo de ese estudio, Grisales citó al investigador teológico José Luis Meza.

“Trabajamos con Huellas de Arte, un grupo de personas que vive y convive con VIH -la mayoría son mujeres de familia infectadas por sus parejas-“, indicó el experto colombiano.

“También involucramos a Sueños sin Límites, un colectivo de mujeres que ejercen la prostitución, y a Lideresas de la Alianza, un grupo acompañado por la Comunidad de las Hermanas Adoratrices”, cuyas integrantes “estuvieron en el mundo de la prostitución, y, ahora, están en una etapa de resignificar sus vidas”, agregó.

“Para mí, fue una experiencia interesante, porque una de las cosas que decíamos era que el empoderamiento femenino no es una herramienta que te traen otras personas, sino que se construye”, escribió Grisales.

“Con los tres grupos de mujeres, el grupo de investigación Didaskalia (también de la universidad) trabajó el relato de Jueces 19 desde la lectura contextual, es decir, interpretando este pasaje tanto desde el contexto histórico en el que fue producido como desde la historia de vida de cada una de las mujeres participantes”, explicó.

En opinión de Meza, “hay dos maneras de hacer teología”.

“Una, desde el escritorio, donde, como dice el teólogo latinoamericano Pedro Trigo, ‘yo leo 50 libros y, luego, produzco el libro 51’, pero no salgo de mi estudio”, expresó.

“La otra forma, partiendo de la realidad”, agregó el investigador.

“En esta puedo hacer, desde la fe, una lectura contextual, histórica, encarnada y pública, de lo que les sucede a los hombres y mujeres de hoy”, indicó.

De acuerdo con lo planteado por Meza, esta teología se interesa por los problemas de las personas, de las comunidades, y se enfoca en qué es lo que están viviendo.

“Y, mirando estos tres grupos de mujeres, ahí había un aporte por hacer a nivel teológico, trabajando con ellas”, siguió explicando.

Grisales puntualizó que el estudio se llevó a cabo utilizando la metodología denominada investigación de acción participativa (IAP), que busca transformar la realidad social de las comunidades involucradas.

La autora del artículo agregó que, “para el profesor Meza, este cambio se produjo a través de un proceso de ‘concienciación’, que las mujeres nombraron como autoagenciamiento o empoderamiento”.

En ese sentido, el académico dijo que “cuando ellas decían: ‘¡Ah, ya me di cuenta!’, ‘¡no sabía que yo tenía derecho a…!’, eso es empoderamiento”.

Lo mismo, al expresar que “yo puedo vivir sin estar sometida a nadie”, o que “esto vale la pena, la vida no acaba ahí”, señaló Meza, para reflexionar que, “frases como estas revelan ese cambio”.

También citada en el artículo, Laura Algarra, integrante de la agrupación Huellas de Arte, expresó que, “para mí, fue una experiencia interesante, porque una de las cosas que decíamos era que el empoderamiento femenino no es una herramienta que te traen otras personas sino que se construye”.

Coincidentemente, Mayerline Vera, directora de esa organización, aseguró que “yo tenía una predisposición a pensar que había un adoctrinamiento desde la lectura bíblica”.

“Pero fue un proceso bonito”, ya que “no nos sentimos como un ‘objeto de investigación’ sino como sujetos participativos de la investigación”, reflexionó.

“En las discusiones, tanto el conocimiento técnico como el conocimiento de la vida cotidiana tenían valor”, de modo que “era un intercambio de saberes”, planteó.

Grisales aportó, asimismo, el dato de que la lectura de Jueces 19 involucró actividades de reflexión respecto al violento contenido de ese texto bíblico.

También citando a Meza, agregó que, en tal contexto proactivo, se preguntó, a las participantes, si conocían historias similares al caso de la concubina.

Al respecto, el teólogo dijo que “esto, llevó a que compartieran relatos sobre otras mujeres, y sobre ellas mismas, en los cuales habían sido víctimas de violencia por parte de sus parejas”.

“En algunos casos, las historias se mezclaban con drogadicción, desaparición, y feminicidio”, precisó.

En ese sentido, Algarra señaló que “me marcó que, dentro de las reflexiones que hacíamos, surgieron experiencias personales de las compañeras”.

“En los procesos organizativos de lucha -por decirlo de alguna manera-, nos conocemos, y hay confianza, pero, con ese ejercicio de lectura, salieron experiencias que no habíamos compartido antes, que habíamos dejado de lado”, continuó revelando.

En la percepción de la integrante de Huellas de Arte, “hay muchas cosas detrás del trabajo de las causas sociales”, lo que implica “detenerse a mirarnos, ayudarnos entre nosotras mismas, identificar si la otra necesita o no algo, hacer una pausa, mirarse al detalle, y mirar a la otra como mujer, como compañera, como amiga”.