En la anterior entrega hablamos de cómo alcanzar mayores niveles de competitividad, abarcando las maneras de lograr el mejor desempeño y administración del tiempo, lo cual es crucial y repercute en la calidad de vida de la mujer que también es madre y jefa de familia. 

Dar más de lo solicitado

Una de las características del liderazgo competitivo es dar “la milla extra”, o sea, dar más de lo solicitado, no por quedar bien con el jefe, ser elogiada en público o hacer quedar mal a un compañero, sino por el concepto positivo de inconformidad como vehículo de superación personal. En palabras simples, una persona competitiva no se siente satisfecha si solo  cumplió con la labor requerida, para la cual se le paga; ésta busca añadirle una acción, ingrediente, recomendación o idea que no haya sido tomada en consideración o reclamada, para aportarla como valor agregado.

Cuando una persona competitiva hace su trabajo eficientemente, sobrepasa sus metas, aporta al trabajo de otros y beneficia a la empresa que dirige o para la cual trabaja, la recompensa intrínseca es la satisfacción de poder hacer  mejor lo que le solicitaron, no hacerlo mejor que otra persona, porque los demás no son un punto de referencia, sino ella misma.

Dar más de lo solicitado requiere contar con una actitud de servicio y compromiso, y un espíritu de solidaridad y sentido de pertenencia, guiada por la búsqueda incesante de superación personal, que es el eje que impulsa la competitividad e inspira el desarrollo de competencias.

Hay estudios que demuestran que las personas que no están comprometidas con una empresa, ya sea propia o de otros, no contribuyen con el desarrollo de su potencial, por lo tanto, el desarrollo de esa “conexión” con los objetivos, metas, visión y misión son imprescindible para dar la milla extra.

Desarrollo de competencias

Para ser competitiva hay que desarrollar competencias. Estas son  las capacidades en conocimientos, habilidades, pensamientos, carácter y valores de manera integral en las diferentes interacciones que tienen los seres humanos para la vida en el ámbito personal, social y laboral.

Como la inteligencia competitiva no es un tema exclusivo de las empresas, porque desde pequeños nos esforzamos por ganar algo, ser el mejor en determinada área, obtener un beneficio en determinado tiempo o con “x” persona, entonces debemos desarrollar habilidades, como  las sugeridas por Leonard M. Fuld, un experto en el tema, como la capacidad de investigación y de realizar  preguntas correctas,  agudeza y concentración en la observación de la generalidad y detalle del entorno, organización, método y capacidad de síntesis, habilidad de comunicación e interacción para relacionarse y vender conceptos, capacidad de análisis de la información recolectada y de eliminación de ruidos, creatividad e intuición para descubrir lo invisible, mente estratega para definir los cursos de acción y Espíritu ágil y despierto para invitar a la proactividad.

Como la competitividad engloba conocimientos, habilidades y aptitudes, para  incursionar en el mundo laboral de forma directa, a través de la eficiencia, eficacia, calidad y productividad, debemos estimularla con lecturas, estudios, participación en charlas, seminarios y otras  actividades  educativas que nos pueden brindar un cúmulo de conocimientos y habilidades que faciliten el acceso al mundo global.

Otras técnicas de crecimiento de la habilidad competitiva son la actitud positiva y flexible ante la vida para romper paradigmas, las técnicas de investigación y negociación para recolectar la información, la práctica regular de la meditación para desarrollar el conocimiento interno y la educación continua, porque siempre existe la oportunidad de aprender cosas nuevas que aportarán al desarrollo de competencias.

Conformarnos con lo aprendido en la escuela, el Colegio y la universidad no basta para ser competitiva. El aprendizaje mediante la observación de otros modelos de negocios, experiencias de personas exitosas y acciones que han roto paradigmas y prejuicios, en nuestro país de residencia o en cualquier parte del mundo, nos hace ver “más allá” de nuestras fronteras.

Finalmente es importante destacar que la competitiva es una actitud de vida, una forma de aprender que ser ambiciosa queriendo superar a los demás y así misma no es pecado ni deshonroso, que buscar poder no va en contra de las virtudes de una mujer, pero para lograrlo deberemos  enfrentarnos  al entorno y a diferentes escenarios, para aprovechar al máximo el conocimiento para utilizarlo en beneficio propio y de los intereses estratégicos de la empresa para la cual trabajábamos.

Ser competitivo nos puede generar más conocimiento, ingresos, mejor reputación y nos hará una persona menos dependiente de otras. Hacerlo con humildad, sin egocentrismo ni codicia, nos convertirá en personas exitosas y con más tiempo para dedicarlos a  actividades personales y familiares.