Es probable que su opción por la medicina fuese influenciada por el hecho de que su madre, Baltazara Herrera se dedicaba a trabajar como partera y curandera, en la localidad de El Sauce, donde “Conchita” nació, en el occidental departamento costero de León.

La nicaragüense Concepción “Conchita” Palacios (1893-1981), la primera centroamericana quien ejerció la medicina, fue una activa feminista cuya conciencia política la encaminó a apoyar la lucha contra el intervencionismo militar estadounidense en Nicaragua, en el primer cuarto del siglo pasado, y la hizo merecedora del odio de la corrupta y sanguinaria dictadura que, herencia de la ocupación norteamericana, oprimió, durante cuatro décadas, al país.

A causa de la precaria situación económica de sus padres, y habiendo, con esfuerzo, completado el ciclo de enseñanza primaria, Concepción solicitó, en 1919, una beca para estudiar en la Escuela Normal de Señoritas, donde cursó bachillerato y magisterio.

En ese centro de estudios tuvo contacto inicial con la lucha por los derechos de las mujeres, ya que, allí, conoció a la feminista nicaragüense Josefa Toledo (1866-1962), quien la apoyó para que finalizara esa etapa educativa.

“Conchita” optó por seguir estudiando, ahora con una valiente incursión en la medicina, un área profesional que, como todas las otras, era entonces un campo de actividad exclusivamente masculino.

En un hecho hasta entonces sin precedente, ingresó, en la ciudad de León, a unos 150 kilómetros al noroeste de Managua, la capital nacional, a la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

Se convirtió, así en la primera mujer incorporada al sector estudiantil del centro de educación superior, donde soportó discriminación y bullying, tanto de compañeros de estudios como de docentes, lo mismo que de la cúpula católica –uno de cuyos integrantes, el Simeón Pereira, obispo de León (1902-1921) llegó a calificar de perversión la iniciativa de Conchita.

El hostigamiento social llegó a ser de tal magnitud que, no obstante su fuerte convicción feminista, la nicaragüense optó por trasladarse a México, donde ingresó, en diciembre de 1921, a la Escuela Nacional de Medicina, en la capital de ese país.

En casa de estudios se capacitó hasta 1926, habiéndose desempeñado, en 1924, en el Hospital General, en esa ciudad, como practicante adjunta, centro asistencia donde, al año siguiente, aprobó el examen práctico, tras lo cual se graduó con honores.

De regreso en Nicaragua, se incorporó al Frente Único pro Derechos de la Mujer, apoyando las luchas por los derechos de las mujeres y de los niños, además de que, por las noches, trabajaba como maestra voluntaria para trabajadores.

Asimismo, en el contexto de la invasión militar estadunidense (1912-1933), Conchita participó en actividades políticas en apoyo a la tenaz lucha nacionalista y antintervencionista del general Augusto César Sandino –“El General de Hombres Libres”- quien encabezaba el guerrillero Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.

Al final de la ocupación, las autoridades militares estadounidenses crearon la Guardia Nacional (GN), que reemplazaría a las tropas intervencionistas, y designaron al general Anastasio Somoza García como el primer jefe de la represiva fuerza de seguridad, quien, en 1934, ordenó el asesinato de Sandino y sus principales colaboradores, y la masacre del ejército rebelde.

Ese nombramiento dio inicio a la dictadura militar que gobernaría a Nicaragua hasta 1979, cuando cayó el general Anastasio Somoza Debayle –hijo de Somoza García-.

El apoyo que dio, a la lucha de Sandino, determinó que Conchita fuese sometida a prisión, tras lo cual decidió exiliarse en México, donde cumplió dos posgrados en medicina.

De México, pasó a Estados Unidos -para desempeñarse como cirujana y obstetra, especialidades en las que se destacó-, y luego se dirigió a Europa, donde, en el período  1945-1946, inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) desarrolló trabajo voluntario como parte del contingente médico estadounidense de atención a los sobrevivientes de los campos de concentración.

Su intento regreso a Nicaragua, en 1947, fue impedido por Somoza García –el iniciador de la familia dictatorial que el asesinado periodista opositor antisomocista Pedro Joaquín Chamorro (1924-1978) describió como “la estirpe sangrienta”-.

Severamente dañada su salud, Conchita trató, nuevamente, de regresar a Nicaragua, pero Somoza Debayle, siguiendo la implacable línea de su padre, también le prohibió ingresar al país.

Vencido Somoza Debayle, por la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y establecido el gobierno revolucionario (1979-1990), la nicaragüense logró regresar al país, donde recibió, en 1980, el Doctorado Honoris Causa de la UNAN.

En Managua, funciona el Complejo “Concepción Palacios” del Ministerio de Salud, centro asistencial así nombrado en homenaje de la primera médica nicaragüense y que es popularmente conocido como “El Conchita”.