Cuando se habla del acoso sexual lo primero que se piensa es en la necesidad de proteger a la mujer frente a los abusos de los hombres. No obstante esa es una percepción equivocada ya que, igual opera para la mujer como para el hombre frente a los abusos de la mujer. Esto nos lleva entonces a una primera conclusión el combate al acoso sexual es una protección al ser humano frente al abuso de otra persona aprovechándose de una condición de superioridad, jerarquía, dependencia, entre otros, frente a la víctima.
Por esa razón ante la invitación que me hace la Revista Petra para que indique por qué el hombre debe condenar conductas de abuso sexual, la respuesta es: porque existe un derecho de la persona a tener un ambiente laboral libre de manifestaciones con connotaciones sexuales no deseadas, independientemente del género del agresor y del género de la persona acosada.
Sin embargo ante esta manifestación general, sí debe destacarse que en la práctica opera mayoritariamente en perjuicio de la mujer, frente a la agresión o acoso del hombre, situación alimentada por los estereotipos machistas y la tolerancia de una sociedad que dichosamente está en un proceso de cambio.
Me correspondió junto con Constantino Urcuyo promover el proyecto y lograr la aprobación de la primera ley contra el Acoso Sexual en el Empleo y la Docencia hace dos décadas, en ese entonces quienes la adversaron, solapadamente porque no lo hicieron de manera directa, la declaraban como el fin de “los piropos” y la transformación de una sociedad que permitía “reconocer los atributos y belleza femenina” a una sociedad seca y poco comunicativa. Esos eran los estereotipos.
Dichosamente la legislación se ha fortalecido y la sociedad ha evolucionado, no lo suficiente, pero ha avanzado. El año pasado se dio un hecho muy importante: un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, un profesional con una trayectoria en la academia y la judicatura ejemplar, fue destituido por incurrir en conductas de acoso sexual, lo que evidenció que nadie está por encima de la ley y que ésta funciona aún para con un miembro de los supremos poderes.
Es imperativo continuar con los programas educativos en esta materia y con la divulgación de los alcances de la ley y la jurisprudencia, porque todavía sigue operando una actitud y entorno que victimiza a las victimas y que junto con la prepotencia del agresor intimida a la persona ofendida, tanto a denunciar como a sostenerse firme hasta el final del proceso, y curiosamente en muchos casos lejos de operar una solidaridad de género por el contrario se da una censura a la víctima.
Me declaro optimista sobre la evolución del tema en nuestra sociedad, estoy seguro que gracias a mejoras en nuestra educación nuestros jóvenes son mucho más sensibles, promueven la cero tolerancia y la necesidad de construir el respeto para con las demás personas, en donde las manifestaciones sexuales es un tema de dos y no el irrespeto de uno.
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Por Antonio Alvarez Desanti