
Las costarricenses cuentan con un instrumento que las orienta a identificar, desde el origen, la espiral de violencia de género en la que se encuentran, y con una campaña de apoyo a quienes son víctimas de esa violencia.
Las mujeres en riesgo de convertirse en víctimas de femicidio, deben aprender a identificar, desde el inicio, las manifestaciones de la escalada de violencia de género, fenómeno que, en el histórico marco social patriarcal, naturaliza la agresión machista al grado de responsabilizar a las víctimas.
En el caso de Costa Rica, dos instrumentos específicos –entre numerosas iniciativas implementadas por el gubernamental Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu)- apuntan a concientizar a la población femenina respecto a cómo actuar en tales situaciones.
El Violentómetro, una de esas herramientas, identifica tres niveles ascendentes de agresión –respectivamente, amarillo, naranja, y rojo-, cada uno, con una serie de indicadores de que la violencia está en desarrollo.
El primer nivel está catalogado como “alerta”, punto a partir del cual “la violencia aumentará”.
Los indicios de que el proceso está en su etapa inicial incluyen situaciones tales como que el agresor “te hace bromas hirientes o piropos ofensivos”, “te intimida o amenaza” y “te humilla o ridiculiza”, además de que “descalifica tus opiniones”.
Además, “te cela”, “te miente”, “controla tus amistades o relaciones con tu familia”, “te indica cómo vestir o maquillarte”.
Una de las evidencias de que la escalada de violencia está en desarrollo, consiste en que “te culpabiliza”, lo que muestra la habitual manipulación de la víctima, por parte del victimario, ya que el agresor le traslada la responsabilidad de la situación.
En el siguiente escalón, denominado “reacciona”, se indica que “es momento de actuar”.
Ahora, la agresión se intensifica, ya que el victimario “te ofende verbalmente, te insulta”, “te empuja, te jalonea”, “te golpea ‘jugando’”, además de que “maneja y dispone de tu documentos”.
Un componente de la escalada de control consiste en que “te prohíbe usar métodos anticonceptivos”.
En el grado de máxima peligrosidad, calificado como “urgente”, se plantea: “busca ayuda: tu vida e integridad están en riesgo”.
Aquí, la violencia pasa a presentar alto grado de peligrosidad, con acciones tales como que “te golpea o te agrede físicamente”, “te obliga a tener relaciones sexuales –violación-“, “te amenaza de muerte”, “te amenaza con objetos o armas”.
Asimismo, en este nivel de agresión, en un intento por ocultar la violencia, “te encierra o te aísla de tus seres queridos”.
Al explicar, en diálogo con Petra, la base conceptual de esta iniciativa, la ministra de la Condición de la Mujer y directora ejecutiva del Inamu, Patricia Mora, la describió como un llamado, a las mujeres a identificar situaciones de agresión de género –y a los hombres a no incurrir en tales actos-.
“Este material con el que trabaja el Inamu –que quisiéramos que lo pudieran conocer no sólo todas las mujeres de nuestro país (…) también todos los varones-, lo hemos llamado ‘Violentómetro’: cómo se deben de prender alarmas cuando esa espiral de violencia está, apenas, iniciándose”, dijo Mora, una ex parlamentaria (2014-2018) por el izquierdista Frente Amplio.
“Y eso, se puede iniciar por que esa pareja tuya, que dice estar localmente enamorada, te descalifica, públicamente, o te cela demasiado, o te miente”, lo que indica que “hay que prender la alarma, ya”, porque “esta violencia va a aumentar, si empieza así”, planteó en alusión al nivel de “alerta”, agregó.
Por su parte, Isabel Cascante, especialista del Inamu en Violencia de Género, explicó, en declaraciones por separado a este medio, que, con el Violentómetro, “lo que nosotras queremos es que las mujeres tengan un instrumento donde ellas puedan identificar, detectar, y poder atender la violencia que están pasando”, además de detener el ciclo de agresión.
“Es un instrumento de poder, ellas, verificar, y poder atender lo que pueda estar pasando en violencia”, dijo Cascante, quien precisó que “es como una guía”.
Mora señaló, asimismo, que un complemento del Violentómetro es la campaña denominada “Camino con vos”, consistente en una serie de videos en los que se muestra a mujeres y hombres jóvenes en situaciones en las cuales los varones procuran manipular a sus respectivas parejas, verificando registro de llamadas telefónicas, cuestionando actividades tales como asistir a un gimnasio, entre otros contextos.
Es “un llamado, del Inamu, a decir: ‘mirá, nosotras caminamos con vos, está alerta’”, señaló la ministra, una firme defensora de los derechos de las mujeres.
La campaña se centra en evitar los casos de violencia extrema, “cuando ya creemos que la vida, la integridad están en riesgo”, nivel de agresión que “es, ya, una alarma roja”, explicó Mora, quien hizo referencia, en ese sentido, al reciente femicidio de una joven universitaria, asesinada a balazos por su ex pareja.
Se trata de Eva Morera, de 19 años, estudiante universitaria en el campo del trabajo social, quien fue baleada, en la espalda, frente a su hijo de tres años, en un incidente ocurrido la tarde del 1 de noviembre.
A ese momento, el Observatorio de violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia, del Poder Judicial, tenía registrados, para este año, 11 femicidios, cifra marcadamente baja respecto al total de 26 contabilizados para 2018.
Mora expresó que ese femicidio –el más reciente ocurrido en Costa Rica, al momento de realizarse esta entrevista-, por sus características, marcó un replanteamiento, respecto a la visión que, de violencia de género, se tiene en la sociedad costarricense.
La ministra hizo así alusión al hecho de que, entre otros rasgos personales, la víctima era una persona informada sobre el problema y sobre los instrumentos legales para enfrentarlo, quien, además, solicitó medidas cautelares contra su agresor.
“Porque creo yo que quizás la explicación de que este último de los femicidios haya constituido como un punto de inflexión en la sociedad costarricense, ha constituido como un revulsivo, es porque, en el caso del asesinato de Eva, como que se nos rompen todos los clichés que tenemos, todos los moldes que teníamos”, comenzó a reflexionar.
“Uno se imagina, en unas zonas muy, muy vulnerables, unas mujeres totalmente sometidas, y, entonces, ellas son víctimas de femicidio”, y, si bien “la violencia no conoce de distinciones (…) sociales”, es “cierto que hay condiciones materiales que las propician, obviamente, que exacerban la violencia”, siguió planteando.
Sin embargo, “Eva es una mujer que (…) recurrió a poner medidas cautelares”, acción legal que llevó a cabo el 17 de octubre –cinco días antes del crimen-, puntualizó.
La joven “era víctima de violencia por parte de ese tipo, desde que ella tenía 14 años, ella vive el círculo de violencia, lo vive, lo sufre, lo denuncia, es consciente de sus derechos, y, sin embargo, no puede escapar de ahí”, planteó, además de reafirmar que “es una mujer universitaria, que conoce sus derechos”.
Interrogada sobre las posibles razones por las cuales una mujer con esas características no logró evitar que su ex pareja la asesinara, la ministra hizo referencia a factores tales como la incapacidad de familiares inmediatos a actuar ante una situación que conocen.
En ese sentido, Mora expresó que “creo que, la explicación, tenemos que buscarla en el daño emocional que sufre una mujer violentada por cinco años, que ella misma es consciente, a ratos –puesto que va a la Fiscalía y pide medidas cautelares-, pero que quienes viven, cinco años, conscientes de eso, son los padres, que, nos han dicho, cinco años, de temer esto que sucedió –hasta que sucedió-”.
En declaraciones publicadas el 5 de noviembre –cuatro días después del asesinato- por el diario costarricense crhoy.com, Oscar Morera, admitió que, obstante haber tenido conocimiento de la situación, los familiares de Eva se abstuvieron de actuar.
“Durante estos años, toda la familia, teníamos muy presente que esto fuera pasar, teníamos terror de que tuviera este desenlace”, reveló, para agregar que “estábamos conscientes del problema, y buscamos la ayuda adecuada (…) pero el miedo que teníamos se materializó”.
La naturaleza de “la ayuda adecuada” que supuestamente se procuró, no fue especificada.
La ministra se refirió, además, a la fuerte afectación emocional implícita en toda agresión machista.
Eva, al igual que otras mujeres quienes son blanco de violencia de género, “fue víctima de una relación de abuso, porque el tipo la deja embarazada, estando violentándola, estando, ella, de 13 años –nace, la criatura, cuando ella tiene 14 años-, y él era mayor de edad”, situación que generó “una emocionalidad o una afectividad herida”.
La educación –tanto la formal como la familiar- enmarcada en el tradicional patrón social patriarcal no solamente aporta a consolidar la presión social sobre las mujeres, cuadro en el cual la agresión de género se convierte en un componente natural de conducta masculina, del cual el atacante pretende desvincularse ya sea mediante una disculpa o una promesa de no repetición, o manipulando la situación al responsabilizar a la víctima.
“Desde niñas, nos dicen que los culpables somos nosotros, porque la falda se subió un centímetro más, porque gritamos mucho, porque los estamos provocando -a los varones-, porque no nos sabemos comportar, porque ‘no exagerés, tampoco te pongás histérica, porque no es para tanto’”, con lo cual, la violencia de género “se ha naturalizado, además”, explicó.
“Es claro: hay una disculpa, y hay una presión social, y una mujer joven, como Eva, parecía totalmente consciente, y parecía que desafiaba la presión social, pero es muy fuerte”, subrayó.
Ese femicidio ocurrió el día del lanzamiento de la campaña “Camino con vos”, iniciativa que fue puesta en marcha en esa fecha para desarrollarla durante este mes, ya que el 25 noviembre es el anual Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
“Es un mes que, realmente, nos llama, como sociedad, a la reflexión sobre la violencia contra las mujeres, y Eva fue asesinada el primero de noviembre”, indicó Mora, quien reafirmó que la campaña “es una alerta nuestra, del Inamu, sobre el peligro de esos emparejamientos riesgosos, el peligro de caer en el mito –no sé cómo se llamará-, en la fábula del amor romántico”.
