Perseguida en su país de origen, a causa de su fe religiosa, una cristiana iraní sigue ayudando a compatriotas musulmanas a convertirse, ahora en el exilio en Turquía

La creyente administra el Ministerio de las Mujeres, en la iglesia donde se desempeña, en el país transcontinental asiático-europeo al cual llegó, con su familia -que incluye a dos niños-, huyendo de la misógina dictadura islámica que brutalmente gobierna, hace casi medio siglo, a Irán.

Al relatar su historia a la organización católica holandesa Puertas Abiertas, la mujer

-identificada solamente como Sahar- aseguró que las masivas protestas que miles de mujeres iraníes mantuvieron, durante meses, a nivel nacional, contra la teocracia, tuvieron el apoyo del Dios cristiano.

Citando a Sahar, en una nota informativa que difundió el 14 de junio, en su sitio en Internet, Puertas Abiertas indicó que la iraní considera que “es verdaderamente importante que las mujeres vean y entiendan su valor en Cristo”.

Al respecto, la organización señaló que, “cuando estas mujeres aceptan a Jesús, las acompaña en su discipulado”, contexto en el cual, “recientemente, incluso, ha grabado y publicado vídeos para compartir el evangelio con un público todavía más amplio, gracias al equipo de comunicación de su iglesia”.
“También permanece en contacto con aquellas mujeres que no aceptan a Jesús directamente, y ora con ellas y las aconseja”, teniendo en cuenta que, “muchas de ellas, se encuentran en situaciones todavía más difíciles que la que vivió”, según la misma fuente.

En cuanto a su trabajo voluntario de acompañamiento a exiliadas de Irán -lo mismo que del limítrofe Afganistán, cruelmente gobernado por la también misógina dictadura musulmana del movimiento fundamentalista Talibán-, Sahar señaló que “hago todo lo que puedo”, para agregar que “estoy a su lado, oro con ellas, y las consuelo”.

Respecto a su país de origen, planteó, a manera de reflexión, que, “si analizamos la historia de Irán, observamos que el gobierno del actual régimen islámico ha tenido repercusiones profundamente negativas para las mujeres, como ningún otro”.

“Nos han arrebatado tantas cosas: nuestra identidad, nuestro estatus social, nuestra paz, nos han dejado tantas cicatrices”, agregó.

Sahar hizo, así mención de la dictadura teocrática que, instalada en 1979, es, desde el inicio, encabezada por un líder supremo musulmán -actualmente, el ultraconservador ayatola (máximo sacerdote) Ali Khamenei-, la más alta autoridad gubernamental -con rango superior al presidente-.

El régimen religioso fue constituido luego de que un proceso denominado Revolución Islámica (1978-1979) derrocó al monarca iraní, el sha (rey) Mohammad Reza Pahlavi -quien gobernó desde 1941 hasta 1979-, para instalar en el poder al ayatola Ruhollah Khomeini -quien estaba exiliado en Francia-.

Las masivas y brutalmente reprimidas protestas del año pasado en Irán, fueron desencadenadas por el asesinato policial de una mujer quien fue detenida, el 16 de setiembre de 2022, acusada de no llevar debidamente puesto el hijab -el velo religioso femenino que cubre la cabeza, hasta los hombros-.

Su uso es obligatorio, para las mujeres -y las niñas, a partir de la edad de siete años-, según la respectiva ley impuesta, en 1983, por la teocracia instalada hace 44 años.

El propósito específico del velo religioso es el de cubrir el cabello -que, de acuerdo con lo establecido por la costumbre musulmana, las mujeres mantienen largo-.

Según lo determinado por la dictadura, esa prenda debe usarse ajustada a la cabeza, de modo que, no hacerlo, implica brutal sanción, ya que, entre otras disposiciones, el código penal vigente en Irán determina que las mujeres cometen un delito si, en público, aparecen sin el hijab -o lo llevan incorrectamente puesto-.

Cualquiera de esas situaciones, implica brutal castigo, como ocurrió en el caso de Mahsa (Jina) Amini, de 23 años, la iraní asesinada, en setiembre, luego de su detención, en Teherán, por efectivos de la represora Gasht-e Ershad  (Policía Guía, o Policía Orientadora) -fuerza de seguridad de cumplimiento de la fe, popularmente conocida como “policía de la moral”-.

Al referirse a las compatriotas a quienes convierte, Sahar explicó, a Puertas Abiertas, que “tienen mucha necesidad”.

Entre otras carencias, “necesitan que alguien las escuche -y sentirse amadas-, necesitan orientación, formación y recursos”, precisó.

En tal contexto, “quiero hacer todo lo que esté en mi mano”, para apoyarlas, aseguró.

Para ello, “Dios me ha dado una visión, y la estoy llevando a cabo”, subrayó, para admitir que, no obstante, ello, “es muy duro escuchar las historias del día a día de las mujeres en Irán y Afganistán, que tanto dolor, persecución, y dificultades sufren”.

“A veces es demasiado abrumador”, reafirmó la cristiana iraní.

En alusión a las manifestaciones del año pasado en Irán -que, entre otros resultados, han inducido a números crecientes de mujeres a no usar hijab-, Sahar considera que “Dios obró de forma preciosa, en esas protestas, y pudimos ver una toma de conciencia, y un despertar, entre las mujeres iraníes, como nunca antes”.

Al respecto, reflexionó en el sentido de que, “tras tantos años de oscuridad en la cual las mujeres estaban perdidas, por fin, se están encontrando a sí mismas”, y agregó que, al hacerlo, “están luchando por ellas mismas, por sus seres queridos,  y por sus derechos”.

Foto: ROMAN ODINTSOV