De pequeña, fue vestida por su madre como un niño, para lograr asistir a la escuela, burlando las leyes misóginas talibanas, que todavía prohíben la educación a las niñas y mujeres
Décadas después de hacerse pasar por un niño, con los talibanes en control de todo el país, y constituidos en dictadura religiosa, Shabana Basij Rasikh, empezó a enseñar, clandestinamente, a niñas cuyas familias decidieron también correr los altos riesgos implícitos en proporcionar educación a sus hijas menores.
Shabana, fundadora de una escuela para niñas, en Kabul -la capital de Afganistán– dirige, ahora en Rwanda -mediterráneo país ubicado en el sectorcentroriental de África-, la entidad educativa, proporcionando educación primaria a las menores quienes lograr salir de la opresión dictatorial.
En declaraciones reproducidas, el 25 de setiembre, por el diario español El País, la docente relató sus dos victorias personales -recibir e impartir educación- contra la política del régimen teocrático, violadora de los derechos humanos, en general, y de las garantías de las mujeres, con particular crueldad.
Recuento de la misoginia talibana
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio de Afganistán.
La violenta administración talibana -caracterizada por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto de 2021, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.
Rasikh narró, a El País, que, en la primera etapa de dominación terrorista, “mi familia se arriesgó, y me envió, a una escuela secreta, vestida de niño”.
“Recuerdo estar asustada, y pensar lo injusto que era que mis padres tuvieran que tomar esa decisión”, agregó.
“Pero solo entendí el valor de esa decisión años más tarde, cuando el régimen de los talibanes cayó y pude regresar a la escuela pública”, señaló.
“Allí me encontré en una clase donde la mayoría de mis compañeras tenían seis años más que yo”, siguió narrando, al tiempo que hizo referencia al hecho de que esas escolares no tuvieron -durante la primeradominación talibana (1996-2001)- la posibilidad de asistir, clandestinamente, a clases.
“Y fue la primera vez en la que fui consciente del regalo que me habían hecho mis padres, al arriesgar sus vidas y nuestras vidas (en alusión a su hermana), porque cuando yo fui a la escuela, mi pensamiento y mis aspiraciones cambiaron”, aseguró.
Ello, a causa de que “empecé a mirar a un futuro que era brillante: el de convertirme en una mujerindependiente, responsable de mi vida, y que toma sus propias decisiones”, planteó, a continuación.
Al respecto, Rasikh subrayó, en calidad de reflexión, que “yo soy el resultado de la valentía de las mujeres afganas, mujeres que, en los noventa, abrieron sus casas secretamente para educar a las niñas”, aunque “sabían que, si las descubrían, ellas y toda su familia serían castigadas”.
Ahora, la tan violenta cuanto ilegal toma del poder, en 2021, por parte de los talibanes, ha implicado un retroceso, de acuerdo con lo señalado por la educadora.
“Los talibanes han vuelto al poder, y han prohibido, a las niñas, asistir a la escuela secundaria, y, a las mujeres, ir a la universidad y a trabajar”, denunció.
“Y qué están haciendo las mujeres?”, preguntó, para responder que, al igual que hace casi tres décadas, “enseñar a las niñas”.
“Una mujer me dijo: ‘nunca he sido educadora, pero, ahora que no puedo trabajar, mi misión es transferir todos mis conocimientos a las generaciones más jóvenes de chicas’”, reveló.
La docente destacó el hecho de que “las mujeres y las niñas son quienes están en la primera línea de la batalla contra el régimen talibán”, en el contexto de la crítica situación humanitaria en la cual “millones de personas se enfrentan al hambre, en el país”.
“Y, aún en esas terribles circunstancias, las niñas y sus familias buscan, desesperadamente, oportunidades para que (las primeras) puedan estudiar”, destacó.
Consecuencias de la discriminación
La prohibición, a las niñas, en materia de enseñanza básica, y a las mujeres, respecto a la educación superior, es negativa para la población femenina, específicamente, y también perjudica a los afganos, en términos generales, advirtió.
“Las consecuencias serán graves no solo para las niñas sino para todo mundo”, pronosticó, para explicar, a continuación, que “invertir en la educación de las niñas no solo es beneficioso para ellas sino para los niños, los hombres y toda la sociedad”.
En este sentido, puntualizó, a manera de ejemplo, que “una niña educada se casa más tarde, y tiene menos hijo, quienes serán, a su vez, más sanos”.
También precisó que “una mujer educada, como confirman las investigaciones, tiende a invertir más del 90 por ciento de sus ingresos en sus familias, haciendo que tanto sus familias como sus comunidades tengan una vida más saludable y próspera”.
Es exactamente el empoderamiento de género que Rasikh aporta a asegurar para las niñas quienes asisten a su centro educativo -ahora, en el exilio-.
Sumado a la tenacidad de la docente en cuanto a promover y mantener vigente el derecho, de las niñas y las mujeres, a la educación, el nombre del centro de estudios fundado en 2008, por Rasikh, confirma el objetivo: Escuela de Liderazgo en Afganistán (School of Leadership in Afghanistan, Sola).
En su sitio en Internet, Sola anuncia que “educamos a las niñas quienes cambiarán el mundo” (“we educate the girls who’ll change the world”).
También explica que “nuestra misión es, y siempre ha sido, la de educar a niñas afganas”, y que “nuestra visión es de una generación de mujeres afganas compasivas y seguras de sí mismas, con las habilidades de liderazgo necesarias para reconstruir a Afganistán y guiar a su patria a un mejor futuro”.
Para proteger la trinchera educativa contra ladictadura, que es Sola, Rasikh decidió, en agosto de 2021, pocos días después de la instalación del régimen talibán, el traslado, de la escuela, a Rwanda.
Sin detallar las razones por las cuales eligió a ese país, la docente destacó la solidaridad que la institución y las personas recibieron para asentarse en el lugar.
“No fue fácil, pero estoy muy agradecida por la absoluta generosidad del Gobierno de Ruanda”, comenzó a relatar al respecto.
“Fuimos capaces de llevar con seguridad a todos los miembros de nuestra comunidad, y, cuando nos bajamos del avión, fuimos recibidos por funcionarios de Salud –no de Inmigración-, (quienes) nos llevaron, directamente, a las instalaciones de la escuela que habíamos alquilado”, siguió narrando.
Algunos funcionarios de la Dirección General de Inmigración y Emigración (Directorate General of Immigration and Emigration) “nos vieron días más tarde, pero para procesar los papeles, y darnos las tarjetas de residencia”, precisó.
“El increíble apoyo que recibimos, en los momentos más difíciles, me hizo pensar en que se necesita un liderazgo audaz, por parte de muchos países de todo el mundo, para mirar a los refugiados de manera diferente, como personas que están obligadas a abandonar su hogar”, reflexionó.
Rasikh se refirió, asimismo, a un hecho ocurrido antes de la instalación de la dictadura.
“Cuando estábamos preparándonos para dejar el país, recordé la historia de uno de los padres de nuestras estudiantes”, dijo.
“Vino a mí, para pedirme que, cuando los talibanes llegaran al poder -fíjese que dijo ‘cuando’, no dijo ‘si’-, quemara cualquier documento que sugiriera que sus hijas habían estudiado allí”, recordó la educadora.
“Dijo que si se descubría, le castigarían por ello, en su comunidad”, agregó la docente.
“Así que eso hice: destruir todas las evidencias, para proteger a las familias de nuestras estudiantes”, agregó.
Respecto al exilio en Rwanda, señaló que las alumnas se esfuerzan por sobrellevar la obligada separación respecto a sus familias.
También indicó que niñas afganas siguen llegando al centro educativo, además de que informó que, en virtud de la viralizada demanda para estudiar allí, Sola está construyendo una plataforma electrónica, para facilitar acceso masivo a la enseñanza.
En cuanto al alumnado, señaló que “este es el segundo año en el que somos capaces de traer a niñas de comunidades afganas (asentadas) en todo el mundo para estudiar”.
“Son gente joven, y muy resiliente, y, aunque cada día que pasa es difícil, porque están separadas de sus familias, son impresionantemente valientes”, expresó.
“Están hambrientas de conocimiento”, destacó, además de plantear que “sé que ellas saben que tienen una gran responsabilidad hacia Afganistán, y sé que, cuando tengan la oportunidad de regresar a Afganistán, lo harán”.
En cuanto a la creciente demanda para ingresar al centro educativo, dijo que, “este año, hemos recibido cerca de dos mil solicitudes de chicas afganas, procedentes de 20 países diferentes, para nuestra escuela presencial en Rwanda”, reveló.
“Y la verdadera dificultad es que sólo podemos admitir entre veinte y treinta, lo que significa que tenemos que decir que no a muchas chicas, que, de otra manera, estarían en una escuela”, explicó.
“Así que miramos cómo llevar la escuela hasta ellas”, puntualizó.
“Por eso, estamos lanzando esta iniciativa online para proporcionar educación a miles y miles de niñas afganas, este año y durante los próximos años”, informó.
En ese sentido, reflexionó que la virtualidad “no es, de ninguna forma, un sustituto de una escuela presencial, pero es una manera de darles acceso a la educación, y de conservar la esperanza de que existe un futuro, de que la oscuridad de los talibanes no durará para siempre”.
Foto: RDNE Stock Project