Imagínense a una mujer hace siglos atrás liderando un batallón de 10.000 soldados, asechando al enemigo desde la cima de una montaña  a más de 400 metros de altura. Esa fue Deborah, la profetisa y cuarta persona que se desempeñó como juez en el Antiguo Israel anterior a la monarquía (época del Tanaj y Antiguo Testamento). De hecho, es considerada la única jueza que tuvo la nación de Israel en la Antigüedad.

Su historia se cuenta dos veces en los capítulos IV y V del Libro de los Jueces Relata la Biblia. Relata la Biblia que el propio Jehová fue quien le dijo a ella que iniciara esta guerra. También fue él quien le dijo que la guerra acabaría por “mano de una mujer” (Jueces 4:9).

A Dios no le importó su género, ni que estuviera casada. El confió en ella porque no habían hombres capaces de vencer  sobre Sísara y el ejército cananeo. 

La también poetisa que daba sus sentencias bajo una palmera de Efraín logró tras su triunfo en la batalla la paz en la región durante cuarenta años. Por eso algunos la llaman la madre de Israel.