La intolerancia contra la diversidad sexual está profundamente enraizada, en El Salvador, lo que dificulta cualquier posibilidad de desconstrucción de prejuicios machistas, según la evaluación de una lesbiana defensora de los derechos humanos, quien optó por el exilio, en un país que, por razones de seguridad, no identifica.

La actitud del actual gobierno, encabezado por el presidente (2019-2024) Nayib Bukele, ha agudizado la situación, para la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, intersexuales y más (Lgbti+), en general, y para las lesbianas y otras mujeres, en particular, aseguró la activista, identificada como Claudia -para mantener el anonimato-, en declaraciones reproducidas, el 21 de junio, por el diario salvadoreño La Prensa Gráfica.

La población Lgbti+ carece, por completo, de seguridad física, contexto particularmente negativo en lo que tiene que ver con la prejuiciada conducta que, en general, impera en la Policía Nacional Civil (PNC), indicó la defensora.

Claudia aseguró que, contrariamente a su necesidad afectiva, se siente imposibilitada de regresar al país centroamericano, lo que obedece a la violenta realidad salvadoreña -riesgosa, en particular, para quienes son parte de la diversidad sexual-.

“En El Salvador, estamos a años luz de cambiar de mentalidad”, reflexionó, para agregar que “no tenemos nada en ese país”.

“Hay mucho que se tiene que hacer”, y “una de las cosas es que debe haber educación sexual integral (…) no solo para informar a la población sobre qué es ser una mujer lesbiana, un hombre gay o una persona bisexual, también para evitar abusos a la infancia, para que el niño o niña identifique cuándo lo están abusando sexualmente”, planteó.

Al respecto mencionó, a manera de ejemplo, expresiones ofensivas, en Internet, frecuentemente incluidas en comentarios a notas periodísticas sobre la diversidad sexual.

En este sentido, aseguró que, “si no hay una educación sexual, que sea realmente inclusiva, es bien difícil que esos comentarios desaparezcan”, declaró que “es terrible cómo normalizamos tanto odio hacia la comunidad Lgbt+”.

“Es una cosa que uno lee, y dice: ‘Por Dios, ¿en serio eso creen? ¿En serio eso piensan?’. Nos quieren matar”, señaló, para precisar que, “a las mujeres lesbianas, nos dicen que nos hace falta una buena cogida”.

“Hace falta educación sexual”, reafirmó, además de expresar que “parece, sin embargo, que El Salvador nunca va a estar listo para eso”.

“No hay gobernantes que digan: ‘Vamos a hacer una ley de educación sexual integral, y vamos a llamar a todos los sectores de la población para que nos ayuden a hacer las directrices de un método efectivo para todos’. Mientras eso no ocurra, los comentarios de odio van a seguir existiendo”, pronosticó.

Claudia aseguró que, dado el panorama que esbozó, no hay espacio, ni para ella ni para las demás personas sexualmente diversas, en el más pequeño país de Centroamérica, integrante, junto con Guatemala y Honduras, del regional Triángulo Norte -una de las áreas más violentas, a nivel mundial-.

“Yo no tengo un futuro, en El Salvador”, razón por la cual aseguró, al medio local, que “jamás” pensaría en volver.

“No regresaría, a perder la libertad que ahora tengo”, comenzó a fundamentar su decisión.

“Soy una mujer refugiada, y a los dos meses de haber llegado acá, en El Salvador, asesinaron a mi hermano”, continuó narrando, sin especificar las razones de ese crimen.

“El Salvador me duele mucho”, no obstante lo cual “estoy orgullosa de ser una mujer lesbiana salvadoreña, pero orgullosísima de decirle a todo el mundo que soy de El Salvador”, subrayó.

“Sin embargo, las condiciones de vida que tengo en este país no las podría tener allá, siendo una mujer Lgbt+”, agregó Claudia, quien considera que “estoy muerta dos veces en El Salvador: una, porque soy mujer y, dos, porque soy lesbiana”.

“No puedo hacer nada, y es una situación bien difícil porque yo amo mi país, quisiera estar en mi país y no aquí donde estoy, pero allá no tengo garantías de nada”, precisó.

En materia de creación de espacios de defensa de los derechos de las personas sexualmente diversas, la activista narró que, en 2018, participó en una campaña intrainstitucional llevada a cabo por el Ministerio de Justicia, iniciativa que fue denominada “Yo hago lo justo”.

Como parte de esa acción, personas de la comunidad Lgbti+ desarrollaron diálogos con personal del ministerio, lo mismo que de la PNC.

Al desarrollar esas actividades, “nos dimos cuenta de que ahí no tenían ni un protocolo para atender a una mujer o a un hombre trans que llegara a poner una denuncia”, denunció.

“Ellos y ellas (de orientación trans), como cualquier persona, tienen que presentar su Documento Único de Identidad (DUI), para poder levantar la denuncia, y, como no hay una ley de identidad de género -para que puedan hacer el cambio de nombre-, pues las y los comenzaban a tratar con el nombre que dice en el DUI, y no con el de su identidad de género”, explicó.

“Y es bien frustrante que los avances que logramos, con el trabajo de años, se pierdan en unas horas”, dijo.

“Es bien difícil decir que voy a ir a poner una denuncia por acoso, o porque se me está discriminando por mi orientación sexual, cuando en la PNC no existen protocolos, y se siguen burlando por una orientación sexual diferente”, aseguró.

Respecto a la omisión de la actual y anteriores administraciones en lo que tiene que ver con los derechos de la población sexualmente diversa, la revista electrónica independiente Gato Encerrado denunció el abandono del Plan Cuscatlán, que el actual presidente -un populista de derecha- difundió durante su exitosa campaña electoral.

“El documento planteaba el inicio de una verdadera transformación en materia de derechos humanos para las mujeres y la diversidad sexual”, indicó la publicación salvadoreña, en la nota informativa que, al respecto, publicó el 2 de junio.

“Pero a dos años de estar al frente del gobierno, defensoras y analistas coinciden en que hay más retrocesos que avances en derechos humanos”, tanto para las mujeres como para las personas Lgbti+.

“En el apartado ‘Fortalecimiento de mecanismo de igualdad de género’, el plan Cuscatlán prometía ‘dar continuidad y mejorar el programa de Ciudad Mujer’, un proyecto insignia de las administraciones del (ex guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) FMLN que se encontraba bajo la Secretaría de Inclusión Social”, puntualizó.

Sin embargo, “una de las primeras decisiones del gobierno de Bukele fue eliminar esa secretaría y colocar el proyecto Ciudad Mujer bajo el nuevo Ministerio de Desarrollo Local (MINDEL)”, siguió informando.

Gato Encerrado agregó que, en ese sentido, “el 4 de junio de 2019, Bukele tuiteó: ‘Ciudad Mujer pasará a ser administrada por el Ministerio de Desarrollo Local y su personal pasará a laborar en esa cartera de Estado, con las mismas prestaciones’”.

“Sin embargo, a ese anuncio siguieron una serie de despidos que, según Milagro Alvarado de la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, se tradujo en una reducción de la operatividad del programa”, informó, además.

“Los recortes al programa venían desde la administración del expresidente Salvador Sánchez Cerén”, indicó, respecto a la segunda de dos administraciones consecutivas del FMLN, y en alusión al ex mandatario (2014-2019) quien integró, de 1990 a 1992, la Comandancia General del entonces frente guerrillero.

“Pero en la era Bukele se agudizaron” las reducciones administrativa, denunció.

“En 2019, durante la administración Sánchez Cerén, el presupuesto inicial para Ciudad Mujer era de 11.6 millones de dólares, de los cuales se recortaron 2 millones de dólares”, comenzó a detallar.

“En la administración Bukele ese presupuesto fue reducido aún más: pasó de ser de 7.6 millones de dólares en 2020 a 5.6 millones de dólares en 2021”, precisó.

Respecto a las agresiones verbales de que son víctima, en El Salvador, quienes son parte de la diversidad sexual, Claudia aseguró que “es difícil contestar a estas personas, de una manera coherente, porque no te van a entender”.

“No hay manera de dialogar cuando lo primero que te dicen es que sos marimacha, cuando lo primero que te dicen es que sos una aberración, que esas cosas no son de Dios, y que eso no está en la Biblia”, continuó explicando.

“Es bien difícil querer cambiar la manera de pensar de esta gente, porque ellos, realmente, no quieren entender”, de modo que, “lo que hacen y lo que dicen, es para herirte, lastimarte, y para hacerte menos”, subrayó.

“No comprenden qué es ser una mujer lesbiana -algunos ni siquiera entienden qué es ser una mujer-. Por eso es bien difícil contestar”, dijo.

“Yo, lo que hago es que ignoro este tipo de comentarios, porque no suman a mi vida”, agregó.

“Trato, desde mi posición, de hacer que la gente comprenda que soy una persona con los mismos derechos que cualquier otra, que no estoy enferma, y que no me gustan todas las mujeres -porque piensan que a una mujer lesbiana le gustan todas las mujeres-“, señaló.

Claudia definió su realidad, al plantear que “soy una persona común y corriente, con una orientación sexual diferente: eso es lo único que tengo de diferente”.