“Es un enorme desgarramiento, por salir de Nicaragua, pero a la vez, la alegría de ser libre”, dijo la legendaria comandante guerrillera nicaragüense
Para la legendaria comandante guerrillera nicaragüense Dora María Téllez, la emoción se sintió fuerte, y contradictoria, a bordo del avión que la conduciría, la mañana del 9 de febrero, junto con otros más de doscientos presos políticos, al destierro, en Estados Unidos.
El reencuentro, después de más de un año y medio, con su pareja -quien también estuvo encarcelada-, y la sensación de libertad, pero no en su país de origen, fueron algunos componentes de la montaña rusa emocional en la que Téllez se sintió al ubicarse en la aeronave, según relató, un día después de la excarcelación, en diálogo con la British Broadcasting Corporation (BBC), instalada en territorio estadounidense.
Téllez -encarcelada como disidente del gobernante y ex guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)- dijo que, antes de iniciar el viaje tras la excarcelación colectiva -ilegalmente condicionada por la dictadura: destierro, retiro de nacionalidad nicaragüense, prohibición de ejercer cargos públicos-, “ya montada en el avión, sentí una emoción contradictoria”.
“Es un enorme desgarramiento, por salir de Nicaragua, pero, a la vez, la alegría de ser libre”, explicó, a continuación.
También señaló la cruel paradoja de que “estamos en libertad aquí, en Estados Unidos, pero tenemos derecho a estar en libertad en Nicaragua”.
“Es nuestro derecho, como personas y ciudadanos”, subrayó.
La emoción, en el avión, también fue intensa cuando “vi a mi pareja, después de un año y 8 meses de no hablar con ella, porque estaba presa en otra galería” de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) -el eufemístico nombre del centro policial de detención más conocido como “El Chipote”, donde las violaciones a los derechos humanos son la norma, destacadamente la tortura, que, allí, se practica en variantes particularmente crueles-.
Téllez hizo, así, referencia a la abogada y defensora de los derechos humanos Ana Margarita Vigil, a quien -al igual que a Téllez, y a numerosos otros presos políticos- le fue tipificado el delito de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”.
“Era el encuentro con las personas a quienes no habíamos visto, que no habíamos tocado, no habíamos abrazado, conversado, por mucho tiempo, los presos que estaban en la (cárcel La) Modelo, las mujeres (…) es una cosa muy fuerte”, expresó.
Téllez hizo, así, referencia al establecimiento de reclusión judicial ubicado en la occidental localidad de Tipitapa -en la periferia noreste de Managua, la capital nacional-, centro carcelario donde, igualmente, se tortura a los reclusos, además de que personal penitenciario asesinó, a balazos, el 6 de mayo de 2019, al preso político Eddy Antonio Montes.
Respecto a su trayectoria como guerrillera, dijo que “es mi pasado, y yo soy mi pasado”, para agregar que “estoy aquí, porque estuve allá”.
En ese sentido, relató que, “en la cárcel, uno de los interrogadores me hizo una pregunta, y yo me negué a responderle sin ver a mi abogado ni a mi familia, y él me dijo: ‘Sos una rebelde’, y pensé: qué alegre, ser rebelde a los 14, 16 o 22 años es una maravilla, y serlo a los 65 -que tenía entonces- es otra maravilla”.
Entre las acciones más destacadas de su trayectoria guerrillera, Téllez fue la “comandante 2” de la “Operación Chanchera”, la toma del capitalino Palacio Nacional -donde sesionaba la Asamblea Nacional, el parlamento unicameral nicaragüense-, por un comando del FSLN.
Liderada por Edén Pastora –“comandante cero”-, Hugo Torres –“comandante 1”-, y Téllez, la acción sandinista fue llevada a cabo en agosto de 1978.
Habiendo tomado aproximadamente 1500 rehenes –incluidos varios altos dirigentes somocistas-, el comando logró la liberación de medio centenar de guerrilleros presos de aquella dictadura -incluido Ortega-.
En su condición de comandante del guerrillero Frente Occidental “Rigoberto López Pérez”, lideró, en 1979, la toma de la noroccidental ciudad de León, la primera que pasó a control del FSLN, en el marco de la Ofensiva Final que, en julio de ese año, marcó el fin de la dictadura (1967-1979) del general Anastasio “Tacho” Somoza Debayle.
La caída del dictador cerró la sanguinaria y corrupta tiranía dinástica iniciada, en 1933, por su padre, el general Anastasio Somoza García.
En el diálogo con la BNC, Téllez aseguró que si, en su tiempo de guerrillera, alguna persona le hubiese vaticinado la presente situación nicaragüense, habría pensado “que alguien me estaba haciendo un mal cuento”.
“Francamente, creía que la revolución abría puertas a una Nicaragua distinta”, aseguró.
Sin embargo, “siento que la convicción democrática de la revolución sandinista no era tan profunda como la de justicia social, pero no me hubiera imaginado que evolucionaba a una dictadura del estilo de la de los Somoza”, planteó.
En cuanto a su ubicación ideológica actual, luego de asegurar que “siento que soy consecuente conmigo misma y con la joven que yo era”, y que “me coloco frente a aquella joven guerrillera, y siento que no la he defraudado”, señaló que “yo soy una mujer de izquierdas, pero no de la izquierda de modelo autoritario, sino de la izquierda democrática”.
“Creo que tiene que haber libertades individuales, libertades sociales, y derechos sociales y económicos, que tiene que haber una economía de mercado, pero también la preocupación por mejorar las condiciones de la mayoría de las personas de nuestros países que son extremadamente pobres”, subrayó.
Porque “ningún país puede salir adelante con la pobreza extrema y las carencias que tenemos”, reflexionó, a continuación.
Respecto a sus planes, luego de una extensa trayectoria de lucha en Nicaragua, dijo que son “los mismos”, porque “los nicaragüenses tenemos derecho a recuperar la totalidad de nuestras libertades”, de modo que “vamos a seguir peleando por, ello hasta que lo logremos, y lo vamos a lograr”.