En Costa Rica existen más de 19,000 hombres que tienen la custodia de los hijos y asumen el rol de jefes del hogar.

Este es el caso de Róger Calderón, un jefe de hogar que se hizo cargo de su hija desde los tres años, por su propia iniciativa y la justicia terrenal. Róger habló de su historia para Revista Petra:

Como todas las situaciones por las que uno puede pasar en la vida, hacerse cargo  de su hija fue todo un reto, pero fue lo mejor para ella y para él, cuenta Róger. No omite manifestar que sus hermanas y su madre han sido de mucho apoyo, sobre todo cuando tenía que trabajar en horario nocturno.

Afirma: “No se puede dejar a una niña en manos de cualquiera. Siempre he sido muy cuidadoso de quién cuida de mi niña mientras yo trabajo”.

Sin pensiones de por medio, con régimen de visitas abierto para cuando la madre la desee visitar, Róger habla muy sereno, con una mirada de padre orgulloso, como si gritara a los cuatro vientos: ¡Yo soy el padre y la madre, puedo solo y es lo mejor que me ha pasado en la vida!

Como el padre y la madre que es, Róger se levanta muy temprano en las mañanas para alistar a su hija, quien cursa el quinto año de escuela. Buen desayuno, merienda y una pequeña caminata lo hacen motivarse cada día para sacar adelante a esa pequeña que pronto será una gran mujer, pues la cataloga como una niña muy buena, educada e inteligente.

Para él, aconsejarla es muy común. Habla con ella sin tapujos; sin embargo, hay cosas de mujeres y ella prefiere conversarlas con una de sus tías, a lo cual él no se opone y más bien lo agradece.

Después de dejarla en la escuela, se apresura a llegar a su casa para ocuparse de todos los oficios. Confiesa ser permisivo, y no le pide hacer nada en la casa, con la excepción de mantener acomodada su habitación. Lo demás lo hace él. En la tarde debe estar listo para irse a trabajar.

Este padre y madre pide un permiso en el trabajo cuando convocan a las reuniones escolares. No falta a ninguna, y tampoco a una cita médica de su hija. Él debe estar al tanto de todo lo que a ella le suceda. Su amor es admirable.

Por ahora, solo piensa en esa pequeña, en su bienestar y en todo lo que ella requiera, más que pensar en él.

Manifiesta: “He aprendido en esta vida a ir despacio. Quiero que ella cumpla su sueño de ser veterinaria; yo me encargaré se eso. Si en el futuro me espera otra persona, solo Dios sabrá. Ya no corro; solo voy viviendo con mi princesa un día a la vez”.

Como Róger, existen muchos padres en el país que en ocasiones no son visibilizados, pero ellos están allí luchando cada día por ser para sus hijos la madre que por algún motivo no está.

La psicóloga Érika Ávila nos explica que, a través de los años, se ha visto la estructura familiar como una relación de poder entre hombres y mujeres, y por ello se derivan roles genéricos con una jerarquía: el padre, como el jefe de la casa, el proveedor del sustento, el techo y todo lo material; además, la figura de autoridad y símbolo en las actividades públicas.

Por otro lado, está la madre: la encargada de la crianza de los hijos, de las labores domésticas, y a quien se le atribuido el papel de sumisa y dependiente.

Como lo indica Ávila, “el hecho de que algunas personas crean que un padre no se puede hacer cargo de sus hijos es un mito. Cada padre o madre tiene la capacidad de desempeñar diferentes funciones que en algún momento  fueron espacios exclusivos de los hombres y mujeres. El hombre tiene la capacidad de asumir y derecho de asumir la crianza de un hijo o hija.”

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