Las afganas que desempeñan labores para Naciones Unidas en Afganistán, no serán reemplazadas por compatriotas hombres, advirtió la Secretaría General de la organización mundial en ese país

Kirguisa Roza Otunbayeva, representante de la Secretaría General de Naciones Unidas en  Afganistán, mantiene la posición de no sustituir el personal femenino por hombres, a raíz de la arbitraria decisión de la dictadura fundamentalista que, desde agosto de 2021, gobierna a Afganistán, de prohibír que afganas desempeñen labores en agencias del organismo internacional representadas en ese país asiático.

La medida fue anunciada el 4 de abril, sumándose a decenas de similares limitaciones impuestas por el régimen del movimiento islámico Talibán, a la población femenina nacional, cuyos derechos la dictadura a brutalmente eliminado.

Las mujeres quienes integran el personal local de Naciones Unidas, deben, por su seguridad, abstenerse de acudir a sus lugares de trabajo, mientras que los hombres quienes desempeñan labores no esenciales, pueden optar por lo mismo, en este caso, por solidaridad, indicó la funcionaria, quien encabeza la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Afganistán (United Nations Assistance Mission in Afghanistan, Unama).

“No vamos a poner en peligro a nuestro personal nacional femenino, y, por ello, les pedimos que no se presenten en la oficina”, subrayó Otunbayeva, al participar, el 21 de junio, en una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la sede de la organización mundial, en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York.

“Al mismo tiempo, pedimos, a todo el personal nacional masculino que desempeña tareas no esenciales, que se quede en casa para respetar el principio de no discriminación”, agregó.

La jefa de la Unama advirtió que, en tal contexto, “el personal femenino no será sustituido por personal nacional masculino, como lo han sugerido algunas autoridades de facto”.

En declaraciones que formuló el 8 de abril -cuatro días después del anuncio de la ilegítima decisión-, el vocero de la teocracia fundamentalista, Zabihullah Mujahid, afirmó que el régimen “no quiere crear obstáculos, para Naciones Unidas”.

“Más bien, quiere aclarar que esto es un asunto interno de Afganistán, no crea problemas, a nadie, y que todas las partes deben respetar”, advirtió, para aseverar que “no hay ninguna discriminación, en la decisión”.

“Al contrario: considerando los intereses religiosos y culturales, estamos comprometidos con todos los derechos de nuestro pueblo”, se permitió decir.

El portavoz talibán tergiversó, así, flagrantemente el hecho real de que la dictadura religiosa se caracteriza por violar los derechos humanos, en general, lo que hace, con particular crueldad, en el caso de las garantías fundamentales de la población femenina.

Durante su presentación en el Consejo de Seguridad, Otunbayeva dirigió un mensaje, a la dictadura talibana, en el sentido de que debe cumplir los compromisos que Afganistán asumió -contenidos en la Carta de las Naciones Unidas- al constituirse, en 1946, en uno de los países integrantes de la organización mundial.

Naciones Unidas fue fundada el 24 de octubre de 1945 -inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)-, durante una conferencia internacional llevada a cabo, para ello, en la occidental ciudad estadounidense de San Francisco.

La carta -el tratado fundacional de Naciones Unidas- entró en vigencia, en la inauguración de ese encuentro de 51 países.

La organización consta, actualmente, de 193 miembros permanentes, y dos observadores -el Vaticano, y Palestina-.

Respecto a las obligaciones asumidas por Afganistán, subrayó que, “entre ellas, se incluye la obligación de respetar las prerrogativas e inmunidades de las Naciones Unidas y de sus funcionarios, incluidas las mujeres afganas que trabajan para nosotros”.

Surge, entonces, “la contradicción en la que vive el Talibán, que pide ser reconocido por las Naciones Unidas y sus miembros, pero, al mismo tiempo, actúa en contra de los valores clave plasmados en la Carta de la Organización”, señaló Otunbayeva, una ex presidenta interina (2010-2011) de Kirguistán -país centroasiático-, posición que ejerció en el marco de una crisis política.

La jefa de la Unama, también llamó, a los talibanes, a “la derogación de las prohibiciones impuestas a las mujeres afganas que trabajan para Naciones Unidas, y la de todas las restricciones anteriores que afectan a mujeres y niñas, 2

Lo mismo, respecto a “las que pesan sobre el personal femenino que trabaja para las oenegés o entidades diplomáticas, o el impedimento de asistir a centros de educación secundaria y terciaria no religiosos”, indicó.

“Según nuestras conversaciones con muchos interlocutores de todo el país, está claro, también, que estos decretos son muy impopulares entre la población afgana”, reveló, a continuación.

Tales actos de autoritarismo, “les cuestan, a los talibanes, legitimidad nacional e internacional, al tiempo que infligen sufrimiento, a la mitad de su población, y dañan a su economía”, aseguró.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo fundamentalista islámico Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio nacional.

La tiranía religiosa -que se caracteriza por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular las garantías de la población femenina- fue derrocada en diciembre de 2001, por una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.

A pesar de esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada contra la ocupación foránea.

Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que entonces mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto de 2021, el control de Kabul, la capital nacional -por lo tanto, del país-.

En su arbitraria interpretación del Corán -el libro sagrado del Islam-, el criminal movimiento fundamentalista considera que las mujeres carecen, por completo, de derechos, y que son naturalmente dependientes, en todo sentido, de los hombres.

Resultado de ello, entre las numerosas violaciones a las garantías fundamentales de la población femenina -lo mismo la adulta que la menor de edad- figuran el cierre del acceso a la educación secundaria y superior, la limitación a desplazarse, en áreas públicas, sin el acompañamiento de un mahram -familiar hombre-, el uso obligatorio del hijab (velo religioso), y, desde abril, la prohibición de trabajar, en Afganistán, para Naciones Unidas.

Al citar datos del Banco Mundial (BM), la jefa de la Unama dijo, entre otras revelaciones, que un 58 por ciento de los hogares afganos enfrenta dificultades para cubrir sus necesidades básicas.

La limitación laboral atenta, precisamente, contra el trabajo humanitario que la organización mundial lleva a cabo en el territorio nacional.

Las trabajadoras constituyen la fuerza de tarea esencial para interactuar con las personas destinatarias de la ayuda -principalmente las mujeres-, en el contexto de prohibición de contacto, de las afganas, con hombres quienes no sean parte de su entorno familiar.

Ello, hace imprescindible la conexión que las trabajadoras afganas de Naciones Unidas logren establecer con las mujeres y las niñas habitantes en las diferentes comunidades.

Al respecto, Otunbayeva aseguró, a los 15 países integrantes del consejo, que, no obstante, la discriminatoria medida laboral de la dictadura, “los esfuerzos humanitarios de las Naciones Unidas siguen atendiendo las necesidades de los casi 20 millones de personas que necesitan algún tipo de ayuda”.

Además, subrayó que “Afganistán, debo recordarles, sigue siendo la mayor crisis humanitaria del mundo”.

Foto: BASICS