La asociatividad forja quimeras que conspiran para que veamos en cada alborada la debilidad del individuo y la fortaleza del colectivo

La asociatividad es la unión libre de voluntades para alcanzar un objetivo común. Así de simple lo defino.  Puedo asegurar que a través de la incorporación a grupos, en donde se implementan estrategias y acciones colectivas, he podido alcanzar mayores niveles de competitividad, además -y no menos importante- de ampliar mi círculo de contactos y amistades.

Pertenezco activamente a cuatro organizaciones: Cámara de Comercio de Costa Rica, Colegio de Periodistas y Profesionales en Ciencias de la Comunicación de Costa Rica (Colper), Movimiento Balance y Grupo Namai.

Mi vínculo con la Cámara de Comercio me ha permitido conocer personalmente a grandes empresarios y empresarias, con las que he podido establecer relaciones comerciales, pero la gran satisfacción  que todavía me mantiene unida a este grupo -en el que llevo 23 años- es mi compromiso con la libre empresa. Si bien es cierto que el sector privado tiene sus bemoles, deficiencias e imperfecciones, no me cabe la menor duda de que es el principal generador de bienestar, y me ha permitido trabajar en lo que quiero y por consiguiente, ganarme la vida dignamente. Pero lo más importante de estar unida a esta organización ha sido conocer a las que ahora son mis “mejores amigas”; mujeres extraordinarias de diferentes sectores productivos, que creen en el poder de la asociatividad para el cambio y para generar grandes acciones, como la igualdad de género.

Ser miembro del Colper me ha convencido de que nunca se debe dejar de luchar por la libertad de prensa y la libre expresión. Ha afianzado mi compromiso en impulsar la libertad de prensa como un derecho humano supremo, pilar de la democracia y de las sociedades más justas y prósperas. A través de esta organización he aprendido que las democracias consolidadas se debilitan y hasta sucumben cuando la libertad de expresión y de prensa es atacada vertiginosamente, irrespetada y descalificada. Ese aprendizaje me ha convertido en una persona más tolerante a los disentimientos, y a las ideas y posiciones en las que no creo, pero respeto. También el Colper me ha obsequiado un grupo estimado de profesionales que hoy puedo llamar amigas y amigos; colegas responsables y totalmente comprometidos con la comunicación como eje de información, formación y transformación.

Del Movimiento Balance, un grupo conformado por lideresas de diferentes organizaciones, y cuyos esfuerzos se centran en el impulso a la igualdad de la mujer, especialmente en la sociedad económicamente activa, he reforzado mi perseverancia, compromiso y fe en lo que parece muy difícil o imposible, además  del concepto de sororidad. La hermandad entre cada una de las miembros de este grupo supera las ideologías políticas y religiosas. De derecha e izquierda, proaborto y antiaborto, de liberación Nacional y del Partido Progreso Social Democrático, católicas y agnósticas, todas unidas por un prototipo de sociedad en las que todos y todas seamos iguales. Somos grandes amigas en una trinchera en donde poco nos vemos, pero celebramos y compartimos cada uno de nuestros triunfos, por pequeños e insignificantes que parezcan.

En Namai, el grupo de poetas al que pertenezco hace apenas unos meses, cuando algunos de sus miembros comparten un poema, me brindan un sentido de pertenencia en donde dejo de ser un bicho raro incomprendido en “la sociedad de los poetas muertos”, y me convierto en la colega, la poeta, y me rio de la frase de Miguel de Cervantes: “…lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza”. Aquí he comenzado un nuevo ciclo profesional, en el que estoy segura haré nuevos amigos y amigas, pero por el momento trabajamos mediante la propia voluntad de dirigir esfuerzos en dar a conocer este género literario considerado la máxima manifestación de belleza y realidad por medio de la palabra, en verso o en prosa.

En todos los grupos mencionados, la asociatividad creó un encadenamiento poderoso con capacidad de cambiar en positivo mi vida personal y profesional.

Observándolo fríamente, me brindó ventajas competitivas, condiciones de supervivencia en el mercado, representación en sectores sociales y productivos, desarrollo profesional y humano, mayor visibilidad y contacto con personas afines para alcanzar objetivos comunes.

Mirándolo como poeta, la asociatividad forja quimeras que conspiran para que veamos en cada alborada la debilidad del individuo y la fortaleza del colectivo.

Foto: Fox