Las mujeres debemos afianzar la excelencia en los valores compartidos, especialmente el de sororidad  (solidaridad entre mujeres), que es el punto de partida esencial de la conducta femenina, tanto en el ámbito profesional como personal.

Hace muchos años atrás una persona me dijo “Busca la excelencia, no la perfección”. Más tarde comprendí la profundidad de la frase y la gran diferencia entre la excelencia y la perfección.

Intentar ser perfecto, o sea, no cometer errores, no tener ningún defecto, o falencias, podría llevarnos hacia el éxito si sirve como motivación para perseverar y trabajar para alcanzar metas y grandes logros. Sin embargo, el “perfeccionismo” es considerado una característica no adecuada en el ser humano en cualquier ámbito de la vida social y profesional, ya que retrasa actividades, conduce a la pérdida de tiempo,  energía y al bajo rendimiento, porque generalmente una persona que busca la perfección dedica tiempo y esfuerzo en acciones y tareas irrelevantes, como ejemplo, detalles que pueden ser agradables y atractivos, pero no importantes. En cambio, las personas que buscan la excelencia no postergan las acciones, todo lo contrario, dirigen esfuerzos claros y consecuentes en forma organizada y planificada en la búsqueda de la calidad, la competitividad y al alcance de las metas en forma integral.

La excelencia no busca la perfección, sino una calidad superior y características de efectividad y validez que hacen digno de singular aprecio y estimación una acción, comportamiento, producto, servicio. En el ámbito profesional la excelencia profesional se consigue mediante un liderazgo congruente con los objetivos de la organización,  el trabajo en equipo, aprendizaje, innovación, mejora continua, disciplina, orientación al cliente, búsqueda de oportunidades, ser propositivo y buen oyente, tener conocimiento de sus habilidades y limitaciones y la aceptación y análisis de los errores, entre otros aspectos a considerar.

Todo lo anterior nos puede conducir a convertirnos en un profesional y líder de excelencia. Sin embargo, el ingrediente más importante dentro del concepto de calidad total, de hacer las cosas bien y de ser competentes, es conseguir la excelencia humana, en forma transversal en todo lo que hacemos. Esto significa que no existe forma de ser un excelente profesional sin la excelencia humana.

Aristóteles dijo “La excelencia, es el arte que se alcanza a través del entrenamiento y el hábito. Nosotros somos lo que hacemos repetidamente, la excelencia, entonces, no es un acto aislado sino un hábito. La excelencia moral es resultado del hábito…. nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía”.

Dos mil cuatrocientos años después de esta sabia frase de Aristóteles, el neurocientífico y psicólogo, Howard Gardner, creador de la teoría de las inteligencias múltiples, dijo “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”. Considero que esta sencilla frase proveniente de un hombre considerado genio, encierra la esencia de la excelencia en forma integral.

Las mujeres debemos afianzar la excelencia en los valores compartidos, especialmente el de sororidad  (solidaridad entre mujeres), que forman parte de nuestra lucha por la igualdad, la equidad y el respeto a los derechos humanos. Si el valor de la sororidad falta, la excelencia sería una farsa, porque es el punto de partida esencial de la conducta femenina, tanto en el ámbito personal como profesional.  De ahí que Madeleine Albright, ex Secretaria de Estados de los Estados Unidos dijera “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”.