Con más de 40 años en la escena cultural costarricense, esta historiadora del arte relata sus experiencias y aportes en el mundo artístico nacional
Hay quienes encuentran en el arte un ritual contemplativo, una manifestación histórica o tal vez un medio de protesta para exponerle al mundo su preocupación, pero para otras personas, el arte se convirtió en una forma de vivir o un modo de servirle a los demás. Ese es el caso de la historiadora del arte Elizabeth Barquero Segura, una mujer con la que solo se necesitan cinco minutos para comprender que es un ser humano apasionado por el camino que decidió emprender.
Esta vecina de San José, a la edad de 22 años, partió hacia Francia para estudiar en la Universidad de Toulouse gracias a una beca que ganó en la Embajada de ese país europeo, en donde logró obtener un título en Estudios Literarios con énfasis en Historia del Arte, así como una licenciatura en Letras destacada en Historia del Arte, profesión que decidió estudiar debido a esa afinidad que desde muy joven sintió por las pinturas, las esculturas y cualquier otra expresión artística.
«Mi historia es una historia simpática. Recuerdo que cuando era una muchachita de 15 años trabajaba en una tienda de la Avenida Central y al frente de ese comercio había una galería, la cual visitaba con regularidad y mientras veía las obras yo siempre sentía cosas, ya había cultivado en mí esa “espinita” del arte», manifestó la historiadora.
En el año de 1976, luego de sus años de estudios en el Viejo Continente, regresó a Costa Rica y tuvo la oportunidad de iniciar su carrera profesional en la academia, ya que, durante un tiempo, se dedicó a laborar en la Universidad de Costa Rica como profesora de la Historia del Arte y posteriormente logró trabajar en la Universidad Nacional como directora de Extensión y profesora en Estudios Generales, asimismo, dejó su huella también en el Tecnológico de Costa Rica.
Según, la también curadora, siempre veló porque sus alumnos no fuesen personas que se aprendieran únicamente fechas o nombres de artistas, siempre trató de que sus estudiantes realmente sintieran en el arte una manifestación completa de la comunicación y la expresión humana.
“No me interesaba tanto que los jóvenes se aprendieran fechas, me interesaba realmente el disfrute del arte como un todo”, aseguró Barquero.
Su eterno amor por la curaduría
Otra de las facetas que desarrolló a lo largo de su vida fue el de la curaduría y organización de exposiciones y, por mucho, este trabajo se convirtió en uno de sus grandes consentidos. Entre sonrisas enormes y gestos afables, relató que dedicó muchos años de su vida a la curaduría de lugares icónicos para la cultura como lo son el Museo de Arte Costarricense y las galerías de Teatro Nacional. Además, recuerda experiencias que la han marcado profundamente como cuando tuvo la oportunidad de trabajar en una exposición retrospectiva de la artista nacional Lola Fernández, así como una exposición del pintor y grabador Francisco Amighetti Ruiz, la cual llevó hasta el Instituto Guatemalteco Americano, también se desempeñó en la exposición “Zúñiga Costa Rica”, la cual fue una muestra maravillosa apreciada por el público costarricense.
Con mucha nostalgia, recordó su participación como curadora por Costa Rica en la II Bienal de la Habana y la XXII Bienal de Sau Paulo, Brasil. “Si bien es cierto, amé mi época como profesora, debo confesar que la curaduría ha sido un área que me ha dejado grandes satisfacciones y enseñanzas”, aseveró la curadora.
Sin duda, la versatilidad de su profesión y la autenticidad de su labor, la llevaron a ocupar cargos importantes en la función pública, tal es el caso de la Dirección Ejecutiva del Parque de la Paz, así como la Dirección General de Cultura, puestos que le ayudaron a desarrollar un compromiso con las comunidades, ya que siempre creyó que, a través de la promoción del arte, los pueblos podían tener un acceso real a la cultura, de ahí su trabajo en festivales, actividades recreativas, talleres y más en diferentes zonas del país.
Los artistas no deben regalar su trabajo. Para la gestora cultural, también fue importante luchar para que los artistas fuesen valorados y apoyados en su función, más allá de un trabajo de entretenimiento, estos colaboradores aportaban de una manera significativa al país, por lo tanto, se les debía dar el reconocimiento respectivo.
“El artista es un creador, por lo tanto, debe ser un profesional bien remunerado”, manifestó la historiadora. Por otro lado, recordó que su paso por estos lugares siempre estuvo bajo la confianza de uno de sus grandes mentores, el reconocido pintor, escritor, premio de Cultura Magón y exministro Guido Sáez, un ser humano que de forma positiva marcó su vida profesional.
Como una línea del tiempo, para esta mujer visionaria, en cada uno de los proyectos en los que ha dado trozos de vida, existe mucha mística y picardía. Amante del arte, reconoce que, dentro de este mundo, hay pintores que le causan enigmas como lo son Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y Pablo Picasso, así como la apasionante obra de Lola Fernández, Rafa Fernández y el mismo Miguel Hernández.
Actualmente, la curadora sigue trabajando en el mundo artístico y se desempeña desde hace algunos años como la directora de la Galería Nacional del Centro Costarricense de Ciencia y Cultura, espacio que le ha permitido reencontrarse y mantener ese espíritu jovial con el que empezó hace más de 40 años. En sus propias palabras “me enamoré del arte y sigo estando enamorada”.