El brutal castigo consiste en apedrear públicamente a las cometan el delito de adulterio hasta matarlas (no excluye a víctimas de violación), lo cual es una forma de legalizar el femicidio

La dictadura religiosa del movimiento fundamentalista islámico Talibán se apresta a dar un paso más en la ruta de violación masiva de los derechos humanos, particularmente las garantías de la población femenina, por la vía de reinstaurar la pena de lapidación para castigar a las mujeres quienes, según la percepción del régimen, cometan el delito de adulterio -acusación que no excluye a víctimas de violación-.

El brutal castigo -consistente en apedrear, públicamente, a las víctimas, hasta matarlas- fue implementado, por el grupo terrorista, en el mayoritario territorio afgano que controló durante cinco años -coincidentes con la transición del siglo 20 al 21-.

En declaraciones que formuló la noche del 26 de marzo, a la estación afgana de televisión Tolo (Amanecer, o Aurora, en persa, idioma común a Afganistán, Irán, Tajikistán), el vocero de la dictadura, Zabihullah Mujahid, justificó la inminente implementación del castigo, afirmando que se trata de un componente de la Sharia -legislación islámica-.

“Yo represento a Alá, y ustedes representan a Satanás”

Cuando cometan adulterio, “flagelaremos a las mujeres (…) las lapidaremos hasta matarlas, en público”, anunció, violentamente, durante una entrevista en Tolo.

“Una de las leyes de la Sharia es la lapidación”, dijo Mujahid, y advirtió que, “si se dan, nuevamente, las condiciones para ello, sin duda implementaremos los decretos de la Sharia”, para, a continuación, amenazar con que “lo llevaremos a cabo”.

El vocero de la dictadura aseguró, por otra parte, que la decisión es parte del proceso iniciado con la toma del poder, en 2021, por el movimiento fundamentalista.

“El Trabajo del Talibán no terminó en la toma de Kabul (la capital nacional): apenas ha comenzado”, planteó.

También se dirigió a opositores dentro y fuera de Afganistán, a quienes expresó, en el mismo tono, que “podrán, ustedes, llamarlo violación de los derechos de las mujeres, cuando, públicamente, las lapidemos o las flagelemos por haber cometido adulterio, porque eso está en conflicto con los principios democráticos de ustedes”.

Y, autoritariamente, aseveró: “yo represento a Alá, y ustedes representan a Satanás”.

El testimonio de una mujer vale la mitad que la de un hombre

Citado al respecto, el 27 de marzo, por la agencia informativa española Efe, el mawlawi (académico islámico) Mohammad Saleh planteó que la implementación de la sanción no es sencilla.

Saleh aclaró que la sanción se aplica lo mismo a mujeres que a hombres a quienes se tipifica el delito, y planteó que “es difícil cumplir las condiciones para la lapidación”, porque, según sea cada caso, “se necesitan cuatro hombres, o dos hombres y cuatro mujeres, como testigos”.

Consecuencia de la naturaleza patriarcal que caracteriza a Afganistán -agudizada por el autoritarismo machista de los talibanes-, al juzgarse los casos de infidelidad matrimonial, “el testimonio de una mujer, ante el tribunal, vale la mitad que de un hombre”, a la que se suma el hecho de que “las violaciones se consideran como una confesión de adulterio”.

También citada por la agencia informativa, Nahid Noor, activista social y defensora de los derechos de las mujeres, denunció imprecisión en la legislación referida a la lapidación.

“Falta una ley detallada, y las condiciones (claras) para implementar este decreto”, planteó.

Noor aseguró, asimismo, que “el regreso de esta práctica, en vigor durante el anterior régimen fundamentalista (…) degrada, aún más, la situación de los derechos de las mujeres” en el país surcentral asiático.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo fundamentalista estuvo, desde 1996 hasta 2001, en violento control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio nacional.

La tiranía religiosa -que se caracteriza por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular las garantías de la población femenina- fue derrocada en diciembre de 2001, por una invasión militar multinacional, encabezada por Estados Unidos.

No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada contra la ocupación foránea.

Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que entonces mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto de 2021, el control de Kabul, la capital nacional -por lo tanto, del país-.

Desde su instalación, hace casi tres años, la violenta teocracia viene aplicando una política interna de flagrante violación de los derechos humanos, en general, y de las garantías fundamentales de las mujeres y las niñas.

Casi inmediatamente después de establecida la dictadura, la organización de sociedad civil Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (Revolutionary Association of the Women of Afghanistan, Rawa), radiografió, en 2021, la realidad de las afganas y la absoluta ausencia de protección en la que permanecen frente a la brutal misoginia talibana.

Castigos a la población femenina

La oenegé hizo pública, en ese momento, casi una treintena de prohibiciones y particularmente crueles castigos la criminal teocracia impone a la población femenina.

La nómina, reproducida por medios de comunicación internacionales, establece:

1.Completa prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares. Sólo unas pocas doctoras y enfermeras tienen permitido trabajar en algunos hospitales en Kabul.
2. Completa prohibición de cualquier tipo de actividad de las mujeres fuera de casa a no ser que estén acompañadas de su ‘mahram’ -parentesco cercano masculino como padre, hermano o marido-.

3.Prohibición de cerrar tratos con comerciantes masculinos.
4. Prohibición de ser tratadas por doctores masculinos.

  1. Prohibición de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa -los talibanes han convertido las escuelas femeninas, en seminarios religiosos-.
    6. Las mujeres han de llevar burka, que las cubre de la cabeza a los pies.
    7. Las mujeres que no vistan acorde con las reglas talibanas, o aquellas quienes no vayan acompañadas de su ‘mahram’, son sometidas a azotes, palizas, y abusos verbales
    8. Aquellas mujeres quienes no oculten sus tobillos, Azotes en público contra
    9. Lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
  2. Prohibición del uso de maquillaje.
  3. Prohibición de hablar o estrechar las manos a varones que no sean su ‘mahram’.
  4. Prohibición de reír en voz alta.
  5. Prohibición de llevar zapatos de tacón, que pueden producir sonido al caminar –

un varón no debe oír los pasos de una mujer-.

  1. Prohibición de montar en taxi sin su ‘mahram’.
  2. Prohibición de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.
  3. Prohibición de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo.
    17. Prohibición de montar en bicicleta o motocicletas, aunque sea con sus ‘mahram’.
    18. Prohibición de llevar indumentarias de colores vistosos. En términos de los talibanes, se trata de ‘colores sexualmente atractivos’.
  4. Prohibición de reunirse con motivo de festividades o con propósitos recreativos.
    20. Prohibición de lavar ropa en los ríos o plazas públicas.
    21. Modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra ‘mujer’.
    22. Prohibición a las mujeres de asomarse a los balcones de sus pisos o casas.
    23. Opacidad obligatoria de todas las ventanas, para que las mujeres para que las mujeres no puedan ser vistas desde fuera de sus hogares.
  5. Prohibición a los sastres de tomar medidas a las mujeres y coser ropa femenina.
    25. Prohibición del acceso de las mujeres a los baños públicos.
  6. Prohibición a las mujeres y a los hombres de viajar en el mismo autobús. Los autobuses se dividen ahora en ‘sólo hombres’ o ‘sólo mujeres’.
  7. Prohibición de pantalones acampanados, aunque se lleven bajo el burka.
    28. Prohibición de fotografiar a mujeres.
  8. Prohibición de la existencia de imágenes de mujeres impresas en revistas y libros, o colgadas en los muros de casas y tiendas.

Respecto al anuncio sobre la inminencia de que se implemente la pena de lapidación, en declaraciones reproducidas, el 28 de marzo, por el diario británico The Guardian, la abogada Safia Arefi, quien dirige la organización de derechos humanos Ventana de Esperanza de las Mujeres (Women’s Window of Hope), destacó el inmisericorde retroceso que ello implica, en materia de garantías fundamentales de la población femenina nacional.

“Un nuevo capítulo de castigo privados ha comenzado, y las mujeres afganas están experimentando las profundidades de la soledad”, reflexionó Arefi, en calidad de vaticinio.

“Ahora, nadie está junto a ellas para salvarlas de los castigos del Talibán”, agregó, para denunciar que “la comunidad internacional ha optado por permanecer silenciosa ante estas violaciones a los derechos de las mujeres”.

Foto: Alena Darmel