“En un ratito, te vas a morir, gran puta”.
Esa amenaza cargada de vulgaridad machista fue lo que escuchó la dirigente indígena hondureña y defensora de los derechos humanos María Felícita López, coordinadora de las Mujeres del Movimiento Independiente Indígena Lenca de La Paz Honduras (Milpah), en una comunicación telefónica, la tarde del 24 de este mes.
La dirigente del pueblo Lenca -el mayor de los ocho que agrupan a la población indígena del país centroamericano- fue, así, nuevamente amenazada, por su labor, al frente de Milpah, en la defensa de los derechos y la tierra de esa comunidad asentada principalmente en el sector oeste hondureño -principalmente, en los departamentos (provincias) de Intibucá, La Paz y Lempira-.
El tercero de los tres departamentos lleva el nombre del líder indígena lenca Lempira (1499-1537) quien encabezó, en la década de 1530, la lucha armada contra la invasión colonizadora española, contexto en el cual murió.
La soez amenaza se sumó a una serie de intentos verbales de intimidación y seguimientos, estos últimos, con la intención de asesinarla, de acuerdo con la denuncia de Milpah, difundida, el 28 de julio, por la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras.
El riesgo de seguridad en el que está López, determinó la decisión, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de ordenar, el 24 de noviembre de 2015, medidas cautelares para proteger a la dirigente, las que no han sido, hasta ahora, acatadas por las autoridades hondureñas, según lo señalado por el movimiento.
Al respecto, Milpah denunció que “el Estado de Honduras se ha limitado solamente a la instauración de una planta de energía solar en su casa de habitación como supuesta medida de protección”.
Entretanto, “el día 24 de julio del 2020 a las 5:12 PM tuvo una llamada telefónica del número 97425364 donde no le contesto porque estaba recibiendo otra llamada telefónica”, de acuerdo con lo indicado en el documento de seis páginas, firmado por una veintena de dirigentes de diversas organizaciones indígenas.
Sin embargo, “a las 5:20 regreso la llamada para ver quién era y le contesto una persona del sexo masculino dicpenole que en un ratito te vas a morir gran puta y luego ella le corto y no le contesto”, según la narración del incidente.
“Al rato siguió recibiendo llamadas del mismo número y ella no le contesto”, agregó Milpah, en el texto, para denunciar que, a raíz de lo ocurrido, “ella se encuentra muy preocupada y teme por su vida lo que le puede suceder”.
El mismo día, la dirigente recibió amenazas también vía la red social WhatsApp, de acuerdo con lo denunciado.
“Como bases de MILPAH y defensores y defensoras de derechos humanos exigimos al estado de honduras brindarle protección ya que esta compañera es beneficiaría de medidas de protección por la CIDH y que el estado no ha cumplido con su mandato como debe ser”, expresó el movimiento indígena.
Asimismo, “llamamos a otras organizaciones e instancias de DDHH a estar alerta y en constante monitoreo de la situación de la defensora”, agregó.
Milpah informó, además, que, tres días antes, las vidas de López y de su hijo mayor corrieron peligro.
“El día 21 de julio del año 2020 se conducía María Felicita López y su hijo más grande de 13 años de una actividad de mujeres de MILPAH” rumbo a su lugar de residencia, “cuando le comunicaron que vieron unos hombres encapuchado con machetes justamente por donde ella iba pasar”, relató el movimiento.
Debido a ello, “tuvo que utilizar otra vía para conducirse hacia su lugar”, siguió narrando.
De acuerdo con medios locales, las agresiones contra dirigentes indígenas se han intensificado este mes, lo que ha incluido la desaparición de cuatro integrantes de la comunidad garífuna (afrodescendiente).
Respecto a la situación de López, la red nacional difundió, el 27 de julio, en redes sociales, una alerta indicando que “amenazan a muerte a defensora María Felícita López”.
Similar situación vivió, durante años, la líder lenca, activista de los derechos humanos, dirigente feminista y ambientalista, Berta Cáceres, cuya tenaz labor determinó su asesinato, a balazos, la madrugada del 3 de marzo de 2016, en su vivienda en La Esperanza, localidad en Intibucá, a unos 180 kilómetros de Tegucigalpa, la capital nacional.
Días antes, Cáceres había encabezado una de varias manifestaciones pacíficas contar el megaproyecto hidroeléctrico agua Zarca, cuya construcción estaba prevista para realizarse en Intibucá.
La constate lucha -de años- conducida por la dirigente, impidió la concreción del proyecto, programado para ejecutarse en un sector del río Gualcarque -cuerpo de agua sagrado, para el pueblo Lenca-.
Junto a su entonces compañero sentimental, Salvador Zúniga, Cáceres fundó, en 1993, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
La resistencia del Copinh, al proyecto, fue blanco de constante y fuerte represión, contexto en el cual la dirigente indígena fue asesinada.
El permanente e inclaudicable liderazgo de Cáceres, quien, a causa de su tenaz activismo fue encarcelada en diferente momento, fue reconocido a nivel internacional.
Respecto a la inseguridad en la cual los líderes ambientalistas se encuentran en el país centroamericano, la internacional organización ambientalista y de derechos humanos Global Witness tituló, el informe que al respecto emitió el 31 de enero de 2017 sobre el tema: “Honduras, el más mortífero lugar para defender el planeta” (“Honduras: the deadliest place to defend the planet”).