En América Latina y el Caribe, las mujeres negras enfrentan doble discriminación -de género y racial-, lo que plantea la necesidad de desmantelar ese enraizado comportamiento social patriarcal, y promover la equidad.
Promotora de esta línea de análisis, la representante adjunta de la entidad de las Naciones Unidas para el Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género (ONU Mujeres) en Brasil, Ana Carolina Querino, considera que el desarrollo de la región se dificulta en la medida en que se ignore el potencial de este sector poblacional.
Se trata de crear un nuevo futuro, planteó Querino, en declaraciones a la agencia informativa española Efe.
Al respecto, en un artículo que difundió el 8 de marzo -en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer-, el medio de comunicación europeo citó datos de organizaciones de carácter tanto mundial como regional.
“La actual estructura social basada en una ideología patriarcal, marcada por el sexismo y por el racismo, hace que Latinoamérica y el Caribe, con sus 652,3 millones de habitantes, ‘queden atrás’ como región, con un desarrollo socioeconómico muy abajo de su potencial”, planteó Efe.
“Según datos del Banco Mundial, las mujeres representan el 50.8 % de la población de Latinoamérica y el Caribe, y pese a los avances conquistados en la última década siguen vulnerables (…) al sexismo estructural”, agregó.
Por otra parte, “de acuerdo con un informe publicado por la Organización Panamericana de Salud (OPS) en diciembre de 2021, pese a la falta de datos precisos, se estima que en las Américas hay cerca de 175 millones de afrodescendientes, que suponen el sector más vulnerable de la población”, indicó.
En ese sentido, detalló que, “en países como Haití y República Dominicana, los negros representan más de 80 % de los habitantes, mientras que en Cuba llegan a 35.9 %”.
Además, “en Centroamérica y Sudamérica, el mayor número de personas afrodescendientes se encuentra en Brasil (50,9 % de la población), seguido por Colombia (10,5 %), Panamá (8,8 %), Costa Rica (7,8 %) y Ecuador (7,2 %)”, precisó.
“El estudio de la OPS también subraya que si bien no superan el 30 % de los habitantes de la región, suponen un 40 % de los pobres, porcentaje mayor que el del resto de la población”, puntualizó.
“El Panorama Social de américa Latina 2021, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), indica que en los cinco países de la región que disponen de datos específicos sobre los afrodescendientes, la tasa de pobreza en este sector es del 48 % en Colombia, 44 % en Ecuador, 28 % en Perú, 24 % en Brasil y 12 % en Uruguay”, señaló, a continuación.
Citadas en la nota informativa de Efe, expertas en materia de género y en temas raciales, plantearon la necesidad de atender la situación doblemente discriminatoria para las afrodescendientes.
En opinión de Querino, es necesario iniciar lo que describió como un proceso de transformación de las normas sociales, que, al mismo tiempo, promueva la equidad y desnaturalice los estereotipos negativos atribuidos a las mujeres negras.
Ello, con el objetivo de “construir otro futuro”, dijo la experta.
“Es muy importante que lo tengamos claro, para poder discutir las otras cualidades y habilidades de la población negra”, expresó.
“Cómo podemos fomentar el desarrollo de la región, cuando desperdiciamos el potencial de las mujeres negras y de la población indígena, basándonos en esta idea preconcebida de que no tienen capacidad?”, reflexionó.
También denunció que los sistemas combinados de opresión determinan y condicionan la posición socioeconómica de las mujeres afrodescendientes en las sociedades latinoamericanas y caribeñas.
En ese sentido, Querino denunció que “hay factores que causan desigualdades desestructurantes, que son género y raza”.
A ello, se suman algunos componentes sociales que agudizan la discriminación, tales como “la pobreza, el sobrepeso, o la homosexualidad”, precisó.
En esta materia, los contextos nacionales difieren entre sí, con países -específicamente, Argentina y Chile- que invisibilizan a sus respectivas poblaciones negras, o naciones en las cuales -como Brasil- se combate, institucionalmente, el racismo, de acuerdo con lo señalado por la jerarca de ONU Mujeres.
En ese cuadro de situación, “son pocas las naciones de la región que cuentan con avances institucionales suficientemente fuertes para responder a esta dinámica”, planteó.
“Hay avances normativos, pero, cuál es su fuerza?”, indicó, además de preguntar: “cómo se puede transformar la relevancia política de estas agendas en elementos concretos para promover este nuevo pacto civilizatorio?”.
Lograr tal objetivo implica mayor participación de las mujeres negras en política, y permitir que tengan autonomía económica, propuso, además de recomendar que la doble discriminación debe, igualmente, abordarse.
Al respecto, subrayó que “es fundamental discutir cómo la pobreza tiene color y género, y cómo el potencial de las mujeres negras no está siendo considerado en el diseño de las estrategias de desarrollo”.
En opinión de Querino, “si no promovemos una inserción completa de este contingente poblacional, si no promovemos una discusión sobre la discriminación y el racismo institucional, si seguimos dejando atrás a estas personas, nos quedamos atrás como región”, vaticinó, como advertencia.
Por su parte, Catalina González, socióloga de la Universidad de São Paulo (USP), considera que existió un componente discriminatorio en el occidentalista -específicamente, europeísta- inicio del movimiento feminista.
Al respecto, planteó que “el feminismo, como tal, en su concepción, es blanco, occidental”, al señalar que surgió de la lucha sufragista de inicio del sigo 20.
“La gigantesca pluralidad que abarca el hecho de ser mujeres, en la región, hizo que el feminismo se dividiera en distintas corrientes, con reivindicaciones divergentes”, dijo.
“Mientras las mujeres blancas reivindicaban su derecho a trabajar, a tener un salario y a ser independientes, las afrodescendientes ya estaban trabajando hacía mucho tiempo fuera de la casa, siendo jefes de familia”, indicó, a manera de ejemplo.
“Eso tiene que ver con las desigualdades estructurales que existen en nuestras sociedades”, aseguró.
“Por ello, cuando una reivindica algo, no está pensando en la realidad de otras”, aseguró.
En tal sentido, la fundadora y directora ejecutiva del Instituto de Identidades do Brasil (ID_BR), Luana Génot, puntualizó que, en el país sudamericano, “en 1888, las mujeres negras eran esclavas en el país, mientras que las blancas ya podían acceder a la universidad desde 1879, lo que justifica que, hasta hoy, las agendas sean distintas”.
La integrante del ID_BR -entidad que se dedica al combate al racismo, a nivel nacional- planteó que “no debería ser obligatorio, para nadie, pelear por algo, es muy duro”.
Génot señaló, al respecto, que, “dentro del feminismo, la mujer blanca es la que está más cerca de ello, por su teórica proximidad a estándares más eurocéntricos y la ausencia de otras fuentes de discriminación, tales como el racismo estructural o las cuestiones coloniales de tierras».