La consolidación del populismo, el autoritarismo, y el fundamentalismo, está disparando, a nivel mundial, la misoginia y el sexismo, que constituyen componentes clave de la cesura por motivos de género.
Ello se inscribe en las modalidades de represión machista que apuntan a neutralizar cualquier expresión que sea interpretada como transgresora de las reglas de conducta impuestas por la cultura patriarcal.
Expositora de esta línea de análisis, la relatora especial sobre Promoción y Protección de la Libertad de Opinión y de Expresión, del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Irene Khan, denunció, además, que, en términos generales, los estados son omisos cuando se trata de los derechos de población femenina en la materia en que es especialista.
Khan, abogada oriunda de Bangladesh, es autora del informe que fue presentado, recientemente, a la Asamblea General de las Naciones Unidas, documento en el cual la experta destacó que, en materia de libertad de expresión -en particular, en el ámbito virtual-, la igualdad de género dista de ser un objetivo próximo a lograrse.
“El sexismo y la misoginia, que son factores dominantes en la censura de género, se han agudizado con el surgimiento de fuerzas populistas, autoritarias y fundamentalistas en todo el mundo”, advirtió la relatora, en declaraciones reproducidas, el 18 de octubre, por Noticias ONU, la agencia informativa de Naciones Unidas.
“En su forma más extrema, se emplea la violencia sexual y de género, para acallar -o suprimir- las expresiones que manifiestan inconformidad, o que transgreden las normas o los códigos sociales o morales patriarcales y heteronormativos”, agregó.
A ello se suma el hecho de que “los Estados no respetan, protegen, ni cumplen con el derecho igualitario de las mujeres a la libertad de opinión y expresión”, explicó.
A continuación, puntualizó que “las voces femeninas son reprimidas -o castigadas- por leyes, políticas, y prácticas discriminatorias”, formas de agresión machista de las cuales son blanco marcadamente frecuente “las defensoras de las garantías fundamentales de las mujeres”.
También como advertencia, la experta internacional precisó que “el sexismo y la misoginia, que son factores dominantes en la censura de género, se han agudizado, con el surgimiento de fuerzas populistas, autoritarias y fundamentalistas en todo el mundo”.
Al respecto, aseguró que “la censura de género es tan generalizada, que la igualdad de género en la libertad de expresión sigue siendo un objetivo lejano”.
“Muchas mujeres, o personas de género no conforme, carecen de libertad para expresarse”, dijo, en alusión, en el segundo caso, a personas integrantes de la comunidad sexualmente diversa.
Khan reafirmó, igualmente, que “sus voces son reprimidas, controladas, o castigadas explícitamente”, además de legislación y políticas, por “prácticas discriminatorias, e, implícitamente, por actitudes sociales, normas culturales, y valores patriarcales”.
En opinión de la relatora, “la igualdad de género, y la libertad de opinión y de expresión, se refuerzan mutuamente”.
Además, “son indivisibles, interdependientes, y esenciales, para el logro de la paz, la democracia, y el desarrollo sostenible”, planteó.
Khan explicó, asimismo, que “la justicia de género requiere, no sólo el fin de la interferencia ilícita en la libertad de opinión y expresión de las mujeres sino también la creación de un entorno propicio, en el que puedan ejercerlas y participar de manera segura, plena, e igualitaria, en la vida política, social, cultural y económica”.
Al señalar que, para facilitar la implementación de la censura de género, se esgrime, a manera de excusa, el concepto de moral pública, la especialista señaló puntualmente que, un ámbito particularmente propicio para ello es el virtual.
La misoginia constituye, en ese contexto, un factor destacado, aseguró, además de indicar componentes tales como el odio y la información engañosa, y puntualizó que, en ello, protagonistas de las áreas tanto estatal como privada son partícipes, todo lo cual conduce al destructivo ejercicio de la autocensura, por parte de las víctimas.
En relación con esos aspectos, Khan aclaró que, “con el pretexto de proteger la moral pública, los grupos fundamentalistas vigilan -y los gobiernos de algunos países censuran y penalizan- el comportamiento, en línea, de las mujeres jóvenes, y las personas que no se ajustan al género, sobre todo si pertenecen a grupos marginados”.
“En el mejor de los casos, esas acciones son paternalistas, y, en el peor, misóginas”, especificó.
También aclaró que, “aunque el sistema internacional de derechos humanos se centra, en gran medida, en (denunciar) la censura como acción represiva del Estado, algunos actores privados y no estatales -como las organizaciones sociales, culturales, o religiosas-, ejercen una censura visible, por razón de género”.
Se comportan de ese modo, “silenciando a las mujeres, y excluyéndolas de las esfera política y de la toma de decisiones”, explicó.
Específicamente “en la era digital, la oleada de violencia, discurso de odio, y desinformación en línea, suele llevar, a las mujeres, a autocensurarse, limitar lo que publican, o abandonar las plataformas”, expresó, en referencia al contenido del informe de su autoría, presentado el 30 de julio, a la asamblea general de la organización mundial.
En el mismo sentido, señaló, en cuanto a las áreas de acción en las que se desempeña una proporción considerable de las víctimas, que “mujeres periodistas, políticas, defensoras de los derechos humanos, y activistas feministas”, constituyen objetivos “ de ataques en línea, coordinados, para intimidarlas, silenciarlas, y expulsarlas de las plataformas, de las redes sociales, y de la vida pública”.
Ello, “socavando los derechos humanos, la diversidad de los medios de comunicación, y la democracia inclusiva”.
Se trata de “actos y amenazas de violencia física y psicológica, incluidas amenazas de muerte y violación, por expresarse, o, simplemente, por ser mujeres que desempeñan un papel de liderazgo”, precisó.
De acuerdo con lo indicado por la autora, en el texto de cinco capítulos contenidos en 30 páginas, “ha llegado el momento de hablar de lo que implica la libertad de opinión y de
expresión para las mujeres y las niñas. El camino ha sido difícil, pero se ha logrado mucho”.
“Las mujeres han elaborado principios feministas para Internet y han establecido redes y emisoras de radio comunitarias en muchas partes del mundo”, plantea, en la Introducción, y, entre uno de varios ejemplos regionales, indica que, “en América Latina, han organizado colectivos periodísticos para cubrir las noticias desde una perspectiva feminista”.
Pero, al mismo tiempo, advierte que, “pese a los notables e inspiradores avances que han logrado las mujeres, la igualdad de género con respecto a la libertad de expresión sigue siendo un objetivo lejano”.
En ese sentido, puntualiza que, “con demasiada frecuencia, cuando las mujeres alzan la voz, son reprimidas”, y expone, a continuación, que “en la era digital, Internet se ha convertido en el nuevo campo de batalla en la lucha por los derechos de las mujeres, ya que amplía las oportunidades que estas tienen para expresarse, pero también multiplica las posibilidades de represión”.
Entre otras sugerencias, Khan señala que, “para que las mujeres puedan recuperar el terreno perdido y encabezar la recuperación, su derecho a la libertad de opinión y de expresión debe ocupar un lugar central”.
También expresa la necesidad de “promover una comprensión de la libertad de opinión y de expresión con perspectiva de género”.
Esto, de manera tal “que permita dar respuesta a los desafíos que afrontan las
mujeres”.