Armadas con la justicia, la verdad, y el pañuelo, las madres fueron frecuentemente atacadas -con uso de perros, gas lacrimógeno, golpes- por tropas de la policía
Su vida fue severamente marcada en 1977, cuando la dictadura que entonces brutal y corruptamente golpeaba a Argentina, secuestró/desapareció a dos de sus tres hijos.
La crueldad de esa acción de represión -cobarde como todos los actos de todas las dictaduras, incluidas, en América Latina, desde el sanguinario régimen somocista del siglo pasado, en Nicaragua, hasta la narcotiranía madurista de este siglo, en Venezuela-, convirtió, de anónima ama de casa Hebe de Bonafini, en tenaz luchadora por los derechos humanos.
Al anunciar su fallecimiento, ocurrido el 20 de noviembre, en un hospital en el rioplatense país sudamericano, su hija, Alejandra Bonafini, aseguró, en un breve y sobrio comunicado, que “¡La seguiremos encontrando a Hebe en la Plaza y en las luchas de pueblo!”.
La referencia fue a la histórica Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, frente a la Casa Rosada -la sede del Poder Ejecutivo argentino- espacio capitalino donde, durante la dictadura militar (1976-1983) -eufemísticamente denominada como “Proceso de Reorganización Nacional”-, un grupo de madres de detenidos/desaparecidos empezó a reunirse para reclamar la liberación de sus hijos.
Se caracterizaron por el uso del distintivo pañuelo blanco, amarrado a la cabeza, confeccionado, cada uno, con tela de pañal -para dar aún más énfasis al hecho de que los desaparecidos eran hijos suyos-.
Armadas con la justicia, la verdad, y el pañuelo, las madres fueron frecuentemente atacadas -con uso de perros, gas lacrimógeno, golpes- por tropas de la policía que, en el ejercicio de su tan patética cuanto criminal autoridad, acordonaban el lugar antes de que las valientes mujeres llegaran a manifestarse.
En alguna de las más recientes entrevistas con medios de comunicación lo mismo argentinos que internacionales, la activista describió el impacto del secuestro de sus hijos Jorge Omar y Raúl Alfredo Bonafini: “me olvidé de quién era, el día que ellos desaparecieron: nunca más pensé en mí”.
El primero fue capturado el 8 de febrero de 1977, en la ciudad de La Plata -la capital de la oriental y costera provincia de Buenos Aires-, mientras que el segundo cayó en poder de la dictadura el 6 de diciembre de ese año, en la ciudad de Berazategui, en la misma provincia.
Sumado a ello, el régimen detuvo/desapareció, el 25 de mayo de 1978, a su nuera María Elena Bugnone -esposa de Jorge Omar-.
Dedicada intensamente a la búsqueda -inicialmente- de sus hijos, y luego, a buscar a los hijos desaparecidos de otras argentinas, Bonafini, ya convertida en activa defensora de los derechos humanos, fue unánimemente elegida, en 1979, para presidir la Asociación Madres de Plaza de Mayo, grupo en cuya creación tuvo decisiva participación.
La primera manifestación de la madres, se llevó a cabo el 30 de abril de 1977 -poco más de un año después de instalada, el 24 de marzo de 1976, la sanguinaria dictadura encabezada por la junta militar que integraron el general Jorge Rafael Videla (como jefe), el almirante Emilio Eduardo Massera, el brigadier general Orlando Ramón Agosti-.
En alguna de las incontables entrevistas periodística, la dirigente relató que, luego de varias manifestaciones -todas, pacíficas, aunque brutalmente reprimidas-, propuso a sus compañeras de lucha que el grupo se constituyera legalmente.
“Che: por qué no formamos una asociación -o algo-, para que, si un día nos llevan a todas, sepan que algo quedó, que alguien hizo algo en este país?”, preguntó, a manera de propuesta, respecto a los encuentros que solían llevarse a cabo los días jueves.
“Porque si no, no hay nada escrito”, agregó, como fundamento de su planteamiento.
En otro momento, narró algunos de los incidentes de represión policial.
“Nuestros maridos, nuestras familias, nos decían: ‘basta, no hagan más nada, termínenla’”, indicó.
No obstante lo ello, “cuando llegó el otro jueves dije: ‘hay que ir como sea, aunque seamos pocas”, siguió narrando.
“Cuando llegamos a la plaza, estaba rodeada de policías, de perros, de gases, de todo”, en desafío de lo cual, “con mucha fuerza un pequeño grupo” logró avanzar, de acuerdo con el testimonial relato.
“Marchamos, nos tiraron los perros, nos tiraban gases, pero creo que ahí es donde les ganamos la batalla”, reflexionó.
La asociación fue convirtiéndose en hub de proyectos de defensa de los derechos humanos y rescate de la memoria histórica argentina, a partir de la Fundación de las Madres, entidad que fue dando origen a iniciativas tales como un centro cultural, una librería, un periódico, una radioemisora, una universidad.
Bonafini fue activa participantes en las diversa actividades desarrolladas por la asociación, además de haber llevado a cabo iniciativas individuales -por ejemplo, en el campo del rescate de la memoria histórica, la reuniones denominadas “Mateando con Hebe de Bonafini”.
El nombre deriva de la expresión “matear”, que describe la costumbre -compartida por Argentina, Uruguay, también el sur de Brasil, y Chile- de tomar mate -infusión típica, similar al té, que se bebe usando una pequeña calabaza seca y vacía-.
Bonafini se caracterizó por ser directa, en sus expresiones, lo que -por no ser “políticamente correcta”- le generó lo mismo admiradores que detractores.
Luego de los procesos judiciales (1985), contra los sucesivos dictadores militares del período 1976-1983, los gobiernos del centrista Raúl Alfonsín (1983-1989) y del peronista (centroizquierdista) Carlos Saúl Menem (1989-1994, 1994-1999), diversas leyes indultaron a los ex dictadores, anulando las condenas de prisión que cumplían.
Sin embargo, a iniciativa del peronista presidente Néstor Kirchner (2003-2007) el Congreso dejó -en 2003- sin efecto esa legislación, lo que permitió a la Corte Suprema de Justicia declarar -en 2010- la inconstitucionalidad de los indultos.
Opuesta a ese rescate de los militares criminales, al cumplirse, en 2017, el 41 aniversario del cruento golpe que llevó al tío Videla-Masera-Agosti al poder, Bonafini definió, más allá de cualquier duda, su radical defensa de los derechos humanos: “basta de ser democráticos para ser buenitos. Yo me cago en los buenos, no soy buena».