El flato vaginal es producto de la movilización y retención de aire en la parte más profunda de la vagina
Existe una enorme censura social a todo lo referente a la función intestinal. Hablar de las heces, de la defecación, sin lugar a dudas es de mal gusto y solo se menciona cuando es estrictamente necesario o en ambientes de mucha confianza. En particular, la palabra “pedo” representa la censura mayor; es innombrable, con el agravante de que no tiene sinónimos prácticos. Términos como “meteorismo” o “flato” resultan ajenos, y la palabra “viento” es demasiado ambigua. Por lo tanto, no existe un vocablo tan específico.
Dentro de todo este oscurantismo social imperante, pocos saben que, además del clásico flato o pedo intestinal, existen los vientos, flatos, gases o pedos vaginales. Sí, es relativamente común que, en plena relación sexual, justo cuando se dan las penetraciones sucesivas, haga aparición este sonido característico.
Es fácil imaginar el desconcierto de ambos. De inmediato la mujer piensa: “Se me escapó. ¡Qué pena!”, y el varón interpreta este sonido como un gas intestinal. Esto provoca mucha desconcentración y puede dar al traste con la relación sexual. La reacción inicial es de un disimulo entendido, acordado sobre la marcha: ella sabe que él lo oyó, y él simula no haber escuchado nada. Sin embargo, la distracción por sí misma atenta contra el deleite sexual. De ahí la importancia de explicar tan enigmático sonido.
El flato vaginal es producto de la movilización y retención de aire en la parte más profunda de la vagina, y sucede sobre todo cuando la mujer alcanza niveles muy altos de excitación sexual. Suele ocurrir con los movimientos de penetración, pero también con otras prácticas sexuales, como el sexo oral y la misma masturbación. Antes se creía que era producto de una alteración de los músculos de la vagina; hoy, por el contrario, sabemos que es un fenómeno totalmente normal.
A diferencia del gas intestinal, el flato o pedo vaginal no tiene un olor desagradable; prácticamente es inodoro, pero sí es igual, o hasta más sonoro, que su homólogo rectal. Puede suceder de modo aislado, o aparecer varios y seguidos a lo largo del acto sexual.
Lamentablemente, la mayoría de las parejas desconoce la existencia del flato vaginal, por lo cual interpretan ese sonido vaginal como un gas intestinal, con la consecuente angustia y preocupación. Muchas mujeres no disfrutan el acto sexual porque pasan concentradas tratando de que “no se salga ese aire”. Muchas se acomplejan y se indisponen sexualmente por el miedo de que se les escape un viento de esa naturaleza.
La mujer suele vivir esto en secreto. No lo comenta con la pareja por pena, y es reticente a consultar. Además, busca formas variadas para evitar estos gases, como no ingerir comidas irritantes, tomar medicamentos digestivos, tomar mucha agua, y con el tiempo se convence de que no hay manera de evitarlos.
Cuando se entera de que son gases vaginales, comienza el proceso de aceptación y del disfrute. Así, los conocedores del amor y la sexualidad ríen de satisfacción cuando, en medio coito, aflora aquel incómodo invitado, que se hace presente entre gemidos y jadeos. Los amantes lo entienden como un signo más de la efervescente excitación que acontece.