Márquez pulverizó las barreras de género, al haber transformado tres desventajas sociales en ventajas políticas: ser mujer, ser negra y de clase socioeconómica baja
Francia Márquez rompió el techo de cristal el pasado 19 de junio, cuando se convirtió en la primera mujer, en la historia del andino y caribeño país sudamericano, a quien la mayoría de sus compatriotas eligió para desempeñar la vicepresidencia.
Nacida en la comunidad de Yolombó -en el sector de Suárez, uno de los municipios del sudoccidental y costero departamento (provincia) de Cauca-, y madre -obviamente, soltera, y jefa de hogar-, a la edad de 16 años, del primero de sus dos hijos, Márquez incursionó en la minería artesanal (a escala personal), en el local Río Ovejas.
Esa precaria actividad le permitió subsistir, de alguna manera, mediante la venta del oro que extraía.
También en su adolescencia, se desempeñó como trabajadora doméstica, en este caso, en la ciudad de Cali, en el también sudoccidental y costero departamento de Valle del Cauca -limítrofe con Cauca-.
Sin perjuicio de la adversidad económica que enfrentaba, Márquez estudió en el estatal Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) -donde se graduó como técnica agropecuaria-, para luego ingresar a la privada Universidad Santiago de Cali (USC) -y titularse en la carrera de derecho-, además de estudiar, en la igualmente privada Universidad ICESI -para especializarse en escritura creativa-.
Márquez combinó estudios y trabajo doméstico, lo que significó un esfuerzo considerable, a raíz del cual se graduó, en Cali, a la edad de 38 años, como abogada.
Fruto de su relación personal y comunitaria con el Río Ovejas, Márquez se constituyó en ambientalista, lo que fue constituyéndola no solamente en dirigente en ese campo sino en líder comunitaria y defensora de los derechos de las mujeres.
Su activismo ecológico -y de género- se consolidó cuando encabezó, en 2009, la oposición, de su comunidad, a un proyecto, para desviar el cauce del río, hacia una represa cercana, al tiempo que la entrega gubernamental de permisos de explotación minera de oro comenzó a poner en riesgo el sustento de la población local -en particular el sector femenino, de fuerte participación en la variante artesanal de esta actividad-.
Márquez emprendió acciones legales para corregir esa situación, las que no tuvieron éxito, razón por la cual acudió a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), instancia en la cual obtuvo apoyo, de modo que, por su acción, el intento intervencionista de la empresa fue frustrado.
No obstante, compañías mineras comenzaron, poco después, a desarrollar, en el cuerpo de agua, actividad ilegal de extracción, lo que generó contaminación en el cauce.
La activista se movilizó, nuevamente -primero, con 14 mujeres locales, a quienes se sumaron unas 100-, y ahora emprendió una marcha hacia la lejana Bogotá -la capital nacional-, en el centro del país -a unos 600 kilómetros al noreste de Yolombó.
El punto de llegada fue la sede del Ministerio de Justicia, frente a la cual las caminantes se ubicaron, hasta lograr que sus planteamientos fuesen atendidos.
El liderazgo ambientalista -y comunitario- que así desempeñó, le significó, en 2015, la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos, y, tres años después, del Goldman Environmental Prize (Premio Ambiental Goldman), mediante el cual la estadounidense Goldman Environmental Foundation (Fundación Ambiental Goldman) reconoce el trabajo, a nivel mundial, de los “héroes ambientalistas de base”.
Ese premio fue entregado, en 2015, a Berta Cáceres, líder indígena, de derechos humanos, feminista, ambientalista hondureña asesinada, al año siguiente, como brutal represalia por haber exitosamente conducido la oposición, de una comunidad en el occidente de Honduras, a un antiecológico proyecto hidroeléctrico de fuerte financiamiento extranjero y nacional.
Cuando recibió el galardón, en la occidental ciudad estadounidense de San Francisco -sede de la fundación-, Cáceres explicó, a los asistentes a la ceremonia, la percepción que su comunidad -el pueblo indígena Lenca- tiene de la naturaleza: “en nuestras cosmovisiones, somos seres surgidos de la tierra, el agua, y el maíz”.
“De los ríos, somos custodios ancestrales -el pueblo lenca-, resguardados, además, por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que, dar la vida, de múltiples formas, por la defensa de los ríos, es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta”, agregó.
Por su labor ambientalista, feminista y comunitaria, Márquez fue reiteradamente amenazada, y sufrió un atentado. En tal contexto de violencia, la dirigente se vio obligada a salir de su comunidad, y a exiliar a sus dos hijos.
Entre ambos premios, Márquez protagonizó un enfrentamiento público con el entonces presidente de Colombia (2010-2014, 2014-2018) -y ex ministro de Defensa (2006-2009), durante el régimen del guerrerista presidente Álvaro Uribe (2002-2006, 2006-2010)-.
La dirigente cuestionó, al mandatario, por lo que definió como incumplimiento gubernamental con compromisos asumidos con las diferentes comunidades étnicas del país.
El ingreso de Márquez a la arena política se concretó en 2018, cuando se postuló para integrar la Cámara de Representantes del parlamento nacional -también compuesto por el Senado-, objetivo que no fue logrado.
Más recientemente, fue precandidata a la presidencia colombiana, para este año, por la izquierdista coalición Pacto Histórico -postulación ganada por Gustavo Petro. Días después, la alianza dio a conocer su fórmula para el cargo: Petro-Márquez.
La activista ambiental, de derechos humanos, y feminista, se convirtió, con el triunfo que Pacto Histórico obtuvo el 19 de junio, en la actual -y primera- vicepresidenta electa de Colombia.