La segregación por razón de género ha sufrido un severo golpe en Arabia Saudita, a raíz de la decisión gubernamental de eliminar, para los restaurantes, los accesos separados para mujeres solas y familias, por un lado, y hombres solos, por otro.

La medida, anunciada este mes por el Ministerio de Asuntos Municipales y Rurales, puso, oficialmente, fin a una arcaica disposición de base religiosa, en el marco de la liberalización social impulsada por el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salman –hijo del rey Salman-, en uno de los países considerados de mayor segregación de género, a nivel mundial.

En el caso de los restaurantes, estos establecimientos comerciales debían, hasta ahora,  contar con espacios reservados, exclusivamente, para mujeres no acompañadas y para familias, y áreas para hombres solos, además de habilitar el acceso por separado.

Conocido el anuncio que el ministerio emitió, el 8 de diciembre, en la red social Twitter, propietarios de restaurantes declararon que la medida vino, en realidad, a oficializar una tendencia que, de hecho, venía dándose hacía algún tiempo.

En ese sentido, Mayid Mohammed, propietario de una cadena de cafeterías en Riyad, la capital nacional, declaró, a la agencia informativa española Efe, que, de hecho, venía ignorando la aplicación de la segregación en varios de sus establecimientos.

Mohammed indicó, asimismo, que, no obstante haber inspeccionado esos establecimientos, las autoridades encargadas del cumplimiento de las estrictas costumbres sociales sauditas no lo sancionaron.

El empresario aludió así, a autoridades tales como la policía religiosa que opera en numerosos países, para imponer la observancia de los preceptos religiosos así como la moral pública, según la Sharia –ley islámica- y de acuerdo con la doctrina Hisba –que se basa sobre el mandato de “imponer lo bueno y prohibir lo malo”-.

En el caso saudita, la policía religiosa–apoyada por sectores conservadores pero repudiada, por su accionar severamente represivo, por sectores progresistas, incluidas mujeres urbanas- perdió, parte considerable de su autoridad, en el marco de reformas impuestas, en 2016, por el gobierno.

A partir de su designación, en 2017, como príncipe heredero, Bin Salman emprendió una serie de reformas que han reducido la severidad de las tradicionales normas sociales de naturaleza patriarcal, que, históricamente, han perjudicado, en particular, a las mujeres, al prohibírseles el ejercicio de derechos, limitando su autonomía.

Los cambios impulsados por el príncipe, están modificando parámetros culturales fuertemente enraizados en un país donde, por ejemplo, luego de más de treinta años de cierre, las salas de cien fueron reabiertas en 2018, además de que es posible la realización de espectáculos masivos tales como conciertos de estrellas de nivel internacional, actividades a las cuales hombres y mujeres pueden asistir por igual.

Lo mismo está ocurriendo en el área de los deportes.

En tal contexto, las sauditas pueden, ahora tramitar licencia para manejar, además de conducir su propio vehículo, tramitar pasaporte sin la autorización de un tutor masculino, y viajar, sin ese consentimiento, al exterior –mientras líderes feministas plantean la erradicación plena del sistema de tutoría-.

No obstante, mientras tiene lugar el proceso de reformas, la represión antiopositora registra, hace algunos años, una tendencia ascendente.

Activistas de derechosa humanos, feministas, e integrantes de otros sectores de la sociedad civil saudita, son blanco de persecución, según denuncias conocidas a nivel internacional, las que dan cuenta, entre otras acciones represivas, de detenciones arbitrarias.

En ese sentido, el denunciado homicidio del periodista saudita Jamal Khashoggi -columnista del diario estadounidense Washington Post- se ha constituido en un caso paradigmático.

De acuerdo con versiones periodísticas internacionales, Khashoggi, un fuerte crítico del gobierno saudita –en particular de Bin Salman-, quien dirigía el Canal Noticioso Al-Arab, se exilió, en 2017.

El periodista fue desapareció el 2 de octubre de 2018, cuando ingresó a la sede del Consulado de Arabia Saudita en la noroccidental ciudad turca de Estambul, con la intención de tramitar documentos para su proyectado matrimonio.