En 1945 solo 30, de los 51 estados miembros fundadores de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, permitían que las mujeres tuvieran los mismos derechos de voto y a ocupar cargos públicos que los hombres.

En ese mismo año se firmó la carta de la ONU, refiriéndose a «la igualdad de derechos de hombres y mujeres» como un pacto jurídico en la lucha por la igualdad de género, al mencionar explícitamente “hombres y mujeres” y no “hombres” o “seres humanos”.

Más tarde, en 1975, la ONU proclamó en su Asamblea General el Año Internacional de la Mujer, que coincidió con la celebración de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en México. En 1979 se realizó la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la mujer. En 1985, con la realización de la Tercera Conferencia Mundial sobre la Mujer en Nairobi, en paralelo al Foro de ONGs con asistencia de 15 mil representantes de organizaciones no gubernamentales, surgió lo que algunos han llamado «el nacimiento del feminismo a escala mundial».

Posterior a esta fecha se aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer, el Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la mujer, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, hasta la Declaración del 2000 el Milenio de la Mujer. La importancia de esta Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer es que no se trata ya de reconocer o mencionar sus derechos, sino de llevarlos a la práctica pasando de la promoción al “empoderamiento” (empowerment) de ellas.

Todo este desfile de fechas y eventos los he mencionado para que los lectores entiendan que la lucha por la igualdad de la mujer no ha sido fácil, ni ágil, ni un tema de este siglo como muchos todavía piensan.

En Costa Rica el 60% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia y el 55% de los asesinatos a mujeres se deben a violencia de género. La tasa de desempleo en las mujeres es casi de un 12% en comparación al 9% de los hombres y ganamos entre un 6% a un 36% menos que ellos, a pesar de que tenemos más educación y manejamos más idiomas.

Es evidente que seguimos siendo el grupo más grande discriminado en el país, por lo tanto, apoyar un proyecto de Ley que pretenda convertir al  INAMU en el Instituto de la Familia y Equidad de Género, sería un anacronismo histórico, porque propiciaríamos la conservación de los estereotipos sociales de una sola dimensión de la mujer.

Los diputados que comparan la agresión y actos delictivos de las mujeres hacia los hombres y de las mujeres hacia las mujeres, respetuosamente le recomendamos que busquen las estadísticas que confirman que cerca del 95% de los homicidas a nivel global son hombres y que las mujeres privadas de libertad de toda América Latina, representan aproximadamente un 6.5% del total de ésta población. En Costa Rica apenas un 5% de la población carcelaria (conformada por más de 15 mil personas) son mujeres.

La situación y los problemas de la mujer tienen específicas características que no son vinculantes solo con la familia; tienen que ver con todos los ámbitos sociales, políticos y económicos.

Si bien es cierto que el INAMU debe mejorar sus esfuerzos en el empoderamiento económico de la mujer y en la búsqueda de la inclusión de los hombres en el proceso de igualdad, convertirlo en un Instituto de la Familia y Equidad de Género sería una oda a la ignorancia. Y como dijo Goethe, “nada hay más terrible que una ignorancia activa”.

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