La equidad de género tiene que constituirse en un componente esencial de los planes de recuperación tras la pandemia de la Enfermedad Coronavirus 2019 (Coronavirus Disease 2019, Covid-19), plantearon dos expertas y un experto participantes en un webinar (foro virtual) organizado por el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae).

En tal contexto, es necesario enfocar, entre otros aspectos, en la percepción que los hombres suelen tener de la masculinidad -de modo de que se sumen a los esfuerzos en materia de igualdad de género-, y en la violencia contra las mujeres, fenómeno que se ha disparado en el contexto del aislamiento social que la mayoría de los países golpeados por la pandemia están aplicando, como una de las medidas básicas para tratar de contener la propagación del virus, coincidieron en señalar.

Asimismo, se debe lograr mayor participación de mujeres en áreas de toma de decisión, algo que históricamente no ocurre, y que se evidencia en el contexto de la pandemia, no obstante el hecho de que son mujeres quienes mayoritariamente están -principalmente como personal de centros de asistencia médica- en la primera línea de respuesta a la emergencia sanitaria mundial.

Esto se aplica, en particular, a América Latina, donde las mujeres constituyen un 73 por ciento del personal sanitario de la región, de acuerdo con lo indicado durante la actividad organizada por el Centro de Liderazgo Colaborativo y de la Mujer de la representación del Incae.

A la labor que desempeñan en sus respectivos centros de trabajo, se suma la tarea en el marco del hogar, históricamente desempeñada por mujeres, y que se ha intensificado a causa del aislamiento social, lo que significa atención a niños, familiares con diferentes dolencias crónicas, o con alguna discapacidad, lo mismo que integrantes de la familia afectados por la Covid-19,  según lo planteado en la conversación virtual de aproximadamente 90 minutos de duración.

En este último sentido, Felicia Knaul, Directora de Estudios Avanzados para las Américas de la Universidad de Miami, en Estados Unidos, advirtió que la población femenina latinoamericana -lo mismo adulta que menor de edad- está, en general, en el mismo nivel de riesgo de contagio que el personal médico y paramédico.

En términos generales, y en materia de desigualdad de género, Knaul indicó que un 70 por ciento del trabajo no remunerado fuera del hogar es desempeñado por mujeres, y que además, en ese sentido, dedican de 22 a 42 horas semanales, o más, a tareas domésticas.

Por otra parte, las latinoamericanas quienes desempeñan algún tipo de trabajo remunerado -mayoritariamente, en el sector informal-, enfrentan el golpe de la precariedad laboral, en el contexto de severa afectación que las economías nacionales están sufriendo a causa de la pandemia -específicamente, por el aislamiento social, que, en varios países, es obligatorio, y conducido al cierre temporal, o la quiebra, de numerosos emprendimientos productivos y de servicios-, subrayó la académica.

“Alrededor de 126 millones de mujeres, en América Latina, trabajan en la economía informal”, indicó Knaul, quien agregó que un 80 por ciento de las mujeres, en la región, se desempeña en sectores tales como los de servicios sociales, restaurantes y hoteles, y comercio.

Además de la suspensión de actividades económicas diversas, el cierre de establecimientos escolares determina que los niños estén, al igual que los adultos, en confinamiento familiar en el marco del aislamiento social.

En tal contexto, crece el riesgo de violencia de género, precisó.

Al respecto, Gabriela Mata, especialista de la representación en Costa Rica de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), planteó que la agresión hacia las mujeres, en el marco del encierro, aumenta, aunque no necesariamente, en los casos de algunos países, la tendencia se refleje en el volumen de denuncias.

La violencia de género está en ascenso, pero “las denuncias no están aumentando”, lo que obedece al hecho de que las víctimas “sienten mayor temor por la situación de confinamiento”, contexto en el cual están obligadas a estar en permanente contacto con los agresores, explicó la experta.

Por ello, en materia de reconstrucción socioeconómica de los países afectados por la pandemia, es necesario “integrar, la prevención de la violencia, a los planes nacionales”, recomendó.

Esto incluye, entre otros, aspectos tales como la amplia difusión de información sobre cómo las víctimas, o las mujeres en riesgo de serlo, pueden acceder a mecanismos de asistencia y de protección -incluidas líneas telefónicas de emergencia, además de redes de alojamiento de emergencia seguro-, puntualizó.

En cuanto a la agresión machista, Andrés Valenciano, presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), de Costa Rica, indicó que, en el contexto de la emergencia sanitaria, la pérdida de empleo es un elemento que genera, por una equivocada percepción de la masculinidad, situaciones de violencia de género.

“Hombres que pierden trabajos se sienten más afectados emocionalmente” que las mujeres, porque, en la construcción de su masculinidad, sienten, por una división histórica de los papeles sociales, que tienen que ser proveedores, por lo que son sometidos a presión, explicó Valenciano.

De modo que, “si no tienen las herramientas emocionales (necesarias), se cuestionan su papel como hombres”, agregó, para explicar que, “esa construcción de la masculinidad” implica, entre otros conceptos, “no expresar nuestras emociones”.

La canalización de emociones se da, en numerosos casos, “a través de la violencia”, lo que, en el contexto del aislamiento social por la pandemia, conduce a “un incremento de la violencia doméstica”, explicó.

Esa construcción de la masculinidad también hace que los hombres no cumplan protocolos de autocuidado -el uso de máscara, el lavado de manos, entre otros-, por considerar que se trata de “un comportamiento de connotación femenina”, agregó.

Ello contrasta con lo que se supone que deber ser la conducta masculina, consistente en “un comportamiento asociado al alto riesgo”, en cuyo marco, los hombres “tienen que ser fuertes”, lo que, en algunos casos, conduce “a más consumo de alcohol, de drogas”, lo que deriva en violencia de género.

En tal sentido, el INA ha desarrollado “una red de masculinidades”, para trabajar ese aspecto, con la población masculina, con el objetivo de que “empiecen a definir su rol (…) en equidad de género”, para que actúen “como aliados, en esta lucha”, indicó.

Al respecto, “falta mucho por hacer”, advirtió el presidente del instituto capacitador, quien subrayó que es necesario que, los hombres, logren “ser buenos aliados” en la búsqueda de equidad, entre otras acciones, “generando espacios de toma de decisión” -en los cuales la presencia de mujeres es escasa, y, en numerosas instancias, inexistente-.

Además, en lo inmediato, en el marco de la emergencia sanitaria, participando, junto con las mujeres y las niñas, “en el cuido de otros, cumpliendo una cuota de realización de labores domésticas”, sugirió.

En este sentido, Mata señaló que las mujeres destinan tres veces más tiempo que los hombres, a la realización de tareas domésticas, y señaló que, no obstante el hecho de que se trata de un trabajo no solamente no remunerado sino que socialmente invisibilizado, “las economías dependen del cuidado que las mujeres hacen en sus hogares”.

Y en el contexto de la pandemia, “ha aumentado, muchísimo, el trabajo doméstico y de cuidados”, aseguró.

De acuerdo con los más recientes datos de la estadounidense Universidad Johns Hopkins -actualizados diariamente-, el total de casos de Covid-19, a nivel mundial, era, al 27 de este mes, algo superior a 5.6 millones.

Estados Unidos encabeza la lista global, con poco más de 1.7 millones de casos, seguido por Brasil -el país latinoamericano más golpeado por la pandemia-, con unos 414 mil, y Rusia, con algo más de 370 mil.

A nivel Latinoamericano, Brasil es seguido por Perú, con poco más de 1.3 millones, Chile, con algo más de 82 mil, y México, con unos 78 mil.

En el caso de Centroamérica, Panamá presenta el mayor número (casi 12 mil), seguido por Honduras (4,401), Guatemala (4,145), Nicaragua (3,425), El Salvador (2,109), Costa Rica (984), y Belice (18).

En el caso de Nicaragua, la cifra de Johns Hopkins difiere marcadamente del masivamente cuestionado cálculo oficial, que, al 26 de este mes, ubicaba el total en apenas 480.