“Posibilitarle a las mujeres el acceso a recursos productivos para trabajar por cuenta propia y crear sus propias empresas, se ha convertido en una herramienta económica eficiente para el crecimiento de un país”.
Coinciden diferentes organizaciones internacionales, como la organización de las Naciones Unidas, ONU, el Fondo Monetario Internacional, FMI y el Banco Interamericano para el Desarrollo, BID, que una de las formas de luchar contra las desigualdades es lograr que las mujeres tengan acceso al crédito, debido a los beneficios que muchas de ellas experimentan, como el desarrollo de su autonomía económica, que les permite modificar sus patrones de gasto al generar ingresos y activos propios, que a su vez repercute en el ejercicio de derechos económicos y sociales.
En los últimos años se han producido grandes e importantes modificaciones respecto al papel de las mujeres en la sociedad: la esperanza de vida de las mujeres es mayor, tienen menos hijos, aumentan sus niveles de estudios, participan en alta proporción en el mercado del trabajo e incursionan con más éxito en campos antes marcados por el predominio masculino, sin embargo esto no se ha traducido en mayor equidad y particularmente, para efectos de este trabajo, en el “acceso” de las mujeres a los recursos económicos. La evidencia muestra que existe un sesgo negativo hacia las mujeres en el acceso a los servicios crediticios como también en las condiciones bajo las cuales lo hacen.
Un análisis de la relación “condición empresarial de la mujer y crecimiento económico” llevado a cabo por la Fundación Nacional de Mujeres Propietarias de empresas (National Foundation of Women Business Owners, estableció que existe una relación positiva considerable entre “mujeres propietarias de empresas” y el “crecimiento económico de un país”.
El crecimiento económico de los países en el año 1995 era explicado en un 1,07% por el nivel de actividad económica de la mujer que trabaja en forma remunerada. El 0,003% del PIB se explicaba por el nivel de participación de la mujer en cargos administrativos o gerenciales. El resultado más relevante es que existe una fuerte relación con el PIB cuando se trata de la porción de mujeres empleadoras o que trabajan por cuenta propia, relación que podía explicar hasta el 19% del cambio en el PIB6 (Weeks y Seiler, 2001).
Esto indicaría que el conferir poder a la mujer, en este caso, al posibilitarle el acceso a recursos productivos para trabajar por cuenta propia y ser propietaria de empresas, podría resultar una estrategia económica muy eficiente para el crecimiento de un país.
Mujeres y crecimiento económico
El crédito es entendido como un mecanismo de “ajuste” para enfrentar situaciones de inestabilidad y desequilibrios que permite salir de una situación de dependencia de flujos de corto plazo, flexibilizando así la toma de decisiones estratégicas en un horizonte de tiempo mayor. Del uso de este crédito se espera obtener una mayor competitividad, mayores ingresos, mayor dinamismo, crecimiento y fuentes de empleo. El crédito entonces, es fundamental en las economías modernas pues ocupa un lugar muy importante en el desarrollo económico de un país.
Según la CEPAL/GTZ en el estudio «Políticas laborales con enfoque de género“, El sector financiero en América Latina – particularmente los servicios de crédito – continúa con un enfoque de evaluación basado en características y necesidades de los hombres, sin considerar que las distintas realidades y condiciones de trabajo de muchas mujeres no se ajustan a estos parámetros y esquemas para la obtención de un crédito, por lo que quedan generalmente excluidas.
Según el estudio, el mejoramiento de la situación económica de las mujeres mediante el acceso a recursos financieros les permite ampliar, diversificar, mejorar la calidad de su producción y aumentar la productividad, teniendo efectos directos sobre sus familias en términos de reducción de la pobreza y un mejor futuro para los hijos, ya que con los ingresos generados se pueden alcanzar mejoras sociales como el acceso a servicios básicos (salud, agua potable, saneamiento y educación), en otras palabras mejora la seguridad económica.
En países en vías de desarrollo, a medida que aumentan los ingresos y activos en manos de las mujeres, la mayoría de éstos se destinan a la alimentación, la salud y la educación de los hijos, lo que claramente se traduce en un aumento de la productividad.
Además, las mujeres se han ido ubicando en lo que los expertos en marketing denominan un “segmento de mercado”, convirtiéndose cada vez más en un grupo clave destinatario de los programas de microfinanciación. Ellas realizan una prospección de su entorno laboral, determinan las posibilidades de mejorarlo, reúnen los recursos necesarios para ello y procuran aprovechar al máximo las oportunidades que se le presentan, pues saben que el costo del fracaso es grande al asumirlo inmediatamente su entorno familiar.
Obstáculos en el acceso al crédito
El BID corroboró que para las pequeñas y medianas empresas (Pymes) de América Latina, sus principales obstáculos para crecer, son las “condiciones” bajo las cuales acceden al sistema financiero, principalmente a:
- El elevado costo financiero (tasas de interés).
- La exigencia de garantías.
- Los cortos plazos de endeudamiento.
El limitado desarrollo de las actividades productivas de mujeres microempresarias, unido a la falta de capital inicial, son obstáculos que limitan su acceso al crédito, pues no son reconocidas como sujetos de crédito rentables para las instituciones financieras. Además los negocios de mujeres con frecuencia están estrechamente vinculados con actividades domésticas, donde se utilizan libremente los inventarios y utilidades del negocio para el consumo familiar.
Esta situación es considerada una desventaja para las mujeres al momento de solicitar un préstamo pues para las entidades crediticias les es difícil diferenciar lo que son los verdaderos ingresos y egresos del negocio, traduciéndose finalmente en un factor de negación del crédito.
En Costa Rica a legislación garantiza capacidad jurídica a las mujeres para acceder al crédito sin imponer condiciones distintas a las que se le exigen a los hombres. Sin embargo, como en múltiples ocasiones lo ha señalado en Instituto Nacional de la Mujer, INAMU, esta garantía se invalida con la existencia de instituciones financieras que están organizadas con el enfoque del hombre como sujeto económico. De este modo, las condiciones de acceso al crédito no se adaptan a la realidad de las mujeres, quienes no poseen bienes inmuebles a su nombre, carecen de registros de ingresos y avales que las respalden, por lo que los trámites les resultan engorrosos.
El camino a seguir
Para satisfacer las necesidades de la mujer como sujeta de crédito es necesario lograr “flexibilidad” e “innovación” para cambiar las estructuras en que se asentó la banca tradicional creada y liderada aún por hombres.
Es necesario el desarrollo de un nuevo modelo de gestión que institucionalice el “género”, integrándolo con más fuerza a lo económico, respondiendo a las nuevas necesidades de las clientas, tomando en consideración sus múltiples roles, para que las mujeres puedan tomar decisiones informadas y bien pensadas en torno a sus finanzas.
Reducir el costo financiero por medio de tasas preferenciales, bajar sustancialmente las garantías y aumentar los plazos de endeudamiento es el principio del camino a seguir para lograr una mejor inserción de la mujer en la economía a través del acceso al crédito.
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