Las mujeres tienen tan solo el 77% de los derechos legales de los que disfrutan los hombres, y la arraigada desigualdad merma sus oportunidades económicas
La inversión en la prosperidad de las mujeres constituye, en materia de combate a la desigualdad de género, un tema de justicia no solamente en el ámbito económico sino en materia de garantías fundamentales.
Lograr la superación de los retos que la poblaciónfemenina tiene, constantemente, ante sí, implica recursos monetarios, los que no son fáciles de obtener en el sistema financiero global, que está enfocado, en términos generales, en objetivos que no necesariamente coinciden con las necesidades de ese sector.
Las brechas socioeconómicas en el ámbito laboral son ejemplo de que la capacidad económica de las trabajadoras es limitada por concepciones patriarcales, lo que se traduce en obstáculos para que logren autonomía y bienestar.
Al plantear esta línea de examen, la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres),señala que lo cierto es que la prosperidad de las mujeres lo es, también, para las economíasnacionales.
“Invertir en las mujeres es tanto un imperativo económico como una cuestión de derechos humanos”, indicó ONU Mujeres, en un análisis situacional dado a conocer, el 23 de febrero, en su sitio en Internet, texto en el cual aseguró que “las mujeres que prosperan, impulsan economías prósperas”.
Según la agencia especializada de la organización mundial, “se trata de una cuestión de derechos humanos, porque los sistemas económicos y financieros mundiales son cómplices de perpetuar la desigualdad de género”, agregó, en calidad de fuerte denuncia.
“Al mismo tiempo, se necesitan recursos financieros para superar estos retos y construir un mundo que permita, a todas las mujeres, realizar sus derechos”, porque “invertir en las mujeres, les permite prosperar, una prosperidad que puede cuantificarse en términos financieros”.
De acuerdo con la evaluación formulada por el grupo de trabajo, “los sistemas financieros y económicos de los que nos hemos dotado no favorecen la igualdad de género”. Ello, debido a que se procura, en términos generales, “el crecimiento, a costa de la salud y el bienestar de las personas y del planeta”.
Desigualdades de género
De acuerdo con la evaluación de la entidad global, “el sistema financiero actual se rige por la búsqueda de beneficios, lo que puede ir en detrimento de las mujeres cuando los intereses de los inversores no coinciden con las necesidades y prioridades de estas últimas”.
Este señalamiento coincide con la advertencia formulada, en 1946, por la entonces represente estadounidense en Naciones Unidas, la ex primera dama (1933-1945) Eleanor Roosevelt –una de las mujeres quienes tuvieron destacada participación en la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en 1948, por la Asamblea General de la organización–, en el sentido de que “las mujeres reclaman cosas que los hombres olvidan”.
En su análisis actual sobre desigualdades de género, OJU Mujeres puntualizó que “la interconexión de los mercados e instituciones a escala mundial, influye en las experiencias y oportunidades de las mujeres, de formas que no siempre son equitativas”.
“Por ejemplo, debido a las normas y actitudes patriarcales hacia las mujeres en el mundo laboral, estas acaban soportando una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, lo que limita su capacidad de actuar en materia económica, su autonomía y su bienestar”, indicó.
“Las mujeres realizan tres veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, pero el valor económico de esta labor no se contabiliza, porque no se refleja en las estadísticas oficiales, como el producto interno bruto (PIB)”, explicó.
“Una parte desproporcionada de este trabajo recae en mujeres pertenecientes a grupos de bajos ingresos, migrantes y racializados, lo que pone de relieve que las mujeres sufren discriminación por factores como el género, la raza, la discapacidad, la nacionalidad y la sexualidad”, agregó, de inmediato.
Sumado a ello, “las mujeres tienen tan solo el 77% de los derechos legales de los que disfrutan los hombres, y la arraigada desigualdad merma sus oportunidades económicas”, siguió precisando.
Además, la desigualdad de género, en el campolaboral, tiene la negativa particularidad de que se presenta, lo mismo por exceso que por carencia, invariablemente perjudicando a la población femenina trabajadora, planteó la agencia mundial.
En ese sentido, puso de manifiesto que “las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas en los empleos y sectores peor remunerados, e infrarrepresentadas en los que ofrecen mayor potencial de generación de ingresos”.
“Este es solamente uno de los factores que impulsan las disparidades salariales entre hombres y mujeres”, aclaró, a continuación.
Al respecto, la entidad destacó que “más de la mitad de las mujeres que trabajan, lo hacen en la economía informal, que suele caracterizarse por la precariedad y la vulnerabilidad”, y agregó que “esta proporción es todavía mayor –alrededor del 90%– en los países en desarrollo”.
También informó que, “a escala mundial, las mujeres asalariadas ganan, de media, un 20% menos que los hombres”, revelando que se trata de “una diferencia que se dispara hasta el 35%, en algunos países”.
ONU Mujeres planteó, a manera de ejemplo, que “las desigualdades también son asombrosas en el mundo de la empresa”, y precisó que “la brecha de género persiste tanto en las empresas consolidadas –32%–como en las que intentan dar sus primeros pasos –20%-”.
“La desigualdad de oportunidades en la economía se agrava de generación en generación, atrapando a las mujeres en la pobreza e impidiendo que se beneficien, por igual, del crecimiento económico”, señaló, igualmente, ONU Mujeres.
El negativo cuadro de situación radiografiado, hace evidente que “los recursos financieros son necesarios para que las mujeres realicen sus derechos”, planteó, para reafirmar, de inmediato, que, “a pesar de las dificultades que plantea el sistema financiero, a las mujeres, para revertir la desigualdad de género, se necesitan recursos financieros”.
Déficit para el alcance de objetivos mundiales
Respecto a ese punto, denunció que “el déficit anual previsto para alcanzar los objetivos mundiales de igualdad de género, asciende a 360,000 millones de dólares”, lo que se traduce en el hecho de que, “en 2030, seguirán viviendo en la pobreza extrema más de 342.2 millones de mujeres y niñas”.
ONU Mujeres hizo, así, referencia al proceso que, conducente a la determinación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), inició en la conferencia mundial llevada a cabo, del 4 al 15 de setiembre de 1995, en la capital de la República Popular China, cuando fueron aprobadas la Plataforma de Acción de Beijing, y la Declaración de Beijing -iniciativas que tomaron, de esa ciudad, sus respectivos nombres-.
La plataforma, consistente en seis capítulos, contenidos en 138 páginas, se define, en el primero de sus 361 artículos, como “un programa encaminado a crear condiciones necesarias para la potenciación del papel de la mujer en la sociedad”.
También señala que su propósito central radica en “acelerar la aplicación” de estrategias “orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer1y eliminar todos los obstáculos que dificultan la participación activa de la mujer en todas las esferas de la vida pública y privada”.
Ello, “mediante una participación plena y en pie de igualdad en el proceso de adopción de decisiones en las esferas económica, social, cultural y política”, lo que “también supone el establecimiento del principio de que mujeres y hombres deben compartir el poder y las responsabilidades en el hogar, en el lugar de trabajo y, a nivel más amplio, en la comunidad nacional e internacional”, agrega.
La plataforma es complementada, desde 2015, por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que, aprobada ese año por la Asamblea General de las Naciones Unidas, contiene los ODS, que consisten en 17 metas establecidas para cumplirse, a más tardar, para 2030.
El quinto de los ODS -referido, puntualmente, a “Igualdad de Género”-, apunta a poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas, señalando, entre otros planteamientos, que ello no solamente constituye un derecho humano básico,sino que es crucial para el desarrollo sostenible en general.
También establece la necesidad de “eliminar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado, y las mutilaciones genitales femeninas”.
Al vincular, en su reciente análisis, el bienestar de la población femenina con la prosperidad de los países, ONU Mujeres aseguró, que “lograr la igualdad de género y la autonomía de las mujeres, es un objetivo que no requiere justificación, porque los derechos humanos no tienen precio”.
“Sin embargo, sabemos que las mujeres contribuyen a la economía, directamente, a través de su participación en actividades económicas como el trabajo formal y el emprendimiento, pero también de manera indirecta a través de otras contribuciones como la asunción de una parte desproporcionada del trabajo de cuidados no remunerado”, indicó.
Al respecto, aseguró que “los datos demuestran que, si se redujeran las brechas de género, el POIB per cápita podría aumentar en un 20%”.
La agencia especializada señaló, a manera de recomendación, que “invertir en las mujeres puede ser una oportunidad”, tomando en cuenta que se trata de “un pilar fundamental para construir sociedades inclusivas”, y que “el progreso de las mujeres nos beneficia a todas y todos”.