Una científica italiana-hondureña, quien desempeña labores en el estadounidense Centro para el Desarrollo de Vacunas, del Hospital de Niños de Texas (Texas Children’s Hospital Center for Vaccine Development), avanza en la investigación de una vacuna, de acceso masivo y barato, para combatir el nuevo coronavirus causante de la presente pandemia mundial.

El proceso de fabricación de la droga inyectable, denominada Corbevax, es el mismo que se aplica la vacuna contra la hepatitis B, indicó María Elena Bottazzi, en declaraciones que el diario español El País reprodujo el 5 de enero.

La diferencia de Corbevax respecto a sus similares producidas por empresas de la big pharma -por ejemplo, Astra Zeneca, Moderna, Pfizer- radica en que su oferta carece de patente, lo que sumado, a su más sencillo proceso de elaboración, permite comercializarla a alrededor de 1.50 euros (aproximadamente 1.72 dólares) -frente a los precios de las transnacionales, ubicados en el rango de tres a 21 euros (3.43 a poco más de 24 dólares), indicó.

Al respecto, el medio de comunicación europeo informó que “Los ingresos previstos de las multinacionales estadounidenses Pfizer y Moderna, más la alemana BioNTech, por las ventas de sus vacunas contra el coronavirus alcanzaban los 62.000 millones de euros en 2021, según un cálculo del diario (español) Cinco Días”.

En cuanto a la eficacia de la vacuna desarrollada por Bottazzi, El País señaló que “llega al 90% frente al coronavirus original, según asegura un comunicado del Hospital Infantil de Texas, aunque todavía no se han publicado los detalles de los ensayos”.

“Ahora estamos confirmando la efectividad frente a la variante ómicron, pero creemos que va a mantener una buena protección”, indicó, al respecto.

Respecto a la responsabilidad social con la cual se ha desarrollado esta sustancia inmunizadora -puntualmente, el masivo acceso a nivel mundial-, la científica señaló que un componente que lo facilita es la existencia de la tecnología necesaria.

“Decimos que es para el mundo, porque existe la capacidad de producirla a una escala suficiente para cubrir toda la necesidad mundial”, comenzó a explicar.

“La tecnología para producirla ya existe, en varios lugares del mundo”, precisó, a continuación.

“Si, mañana, Brasil quiere producirla, ya tiene la tecnología, las fábricas y el conocimiento”, agregó, a manera de ejemplo.

“Cualquier fabricante que pueda producir vacunas para la hepatitis B, puede producir esta vacuna, a gran escala”, aseguró, además.

“Ese es el concepto de la vacuna para el mundo”, subrayó.

“Lo que se ha visto con las otras vacunas es que, aunque la intención es que todo el mundo pueda acceder a ellas, hay limitaciones en cuanto a su fabricación a gran escala, su almacenamiento, la propiedad intelectual”, puntualizó.

La realidad es que “hay muchas más limitaciones que están impidiendo recibir o producir estas vacunas, en el mundo”, denunció.

“Nuestra tecnología es abierta”, dijo, al plantear el ejemplo de solidaridad implícito en el modus operandi que caracteriza el desarrollo de la vacuna.

Al respecto, destacó que “todos los procesos están publicados, no están patentados”.

La diferencia radica en que “las multinacionales tienen que responder ante sus inversionistas”, señaló.

“Pero, en el contexto de una emergencia global, obviamente, hay que ser un poco más altruistas”, reflexionó.

Las grandes empresas farmacéuticas “han hecho una gran contribución, al producir estas vacunas, pero hay que recordar que han recibido enormes subsidios públicos”, dijo Bottazzi.

“Deberían ser más altruistas, al calcular sus ganancias, y cómo permitir mejorar la accesibilidad pública global”, reafirmó.

La científica planteó, además, que “estamos hablando de una emergencia por una pandemia global”.