A su violenta llegada al poder en Afganistán, hace aproximadamente tres meses, entre otras medidas arbitrarias, el movimiento fundamentalista islámico Talibán decidió excarcelar, a nivel nacional, a altos números de hombres juzgados y condenados por la comisión de diversos delitos -incluida violencia de género-.

La medida obligó, a centenares de juezas quienes habían enviados a muchos de ellos a prisión, a ocultarse o salir al exilio.

Al informar sobre la situación, la British Broadcasting Corporation (BBC) indicó que 26 de ellas huyeron a Grecia, varias de las cuales proporcionaron testimonio, al medio de comunicación británico.

Una de las juristas, identificada como Sana -para proteger su identidad-, relató que decidió salir de Afganistán, con sus dos hijos pequeños, sin saber, inicialmente, cuál sería el país de destino, en el contexto de un viaje con alto nivel de riesgo personal.

Entre los tres, portaban cuatro bolsos -con dos cambios de ropa para cada uno, y los alimentos que podían llevar consigo-, para lo que se presentaba como un extenso y complejo desplazamiento, según relató, en el apartamento en el cual ahora está alojada, junto con los dos menores, en Grecia.

La jueza dijo que la casa en la que habitaba -de su propiedad-, y que debió abandonar, fue confiscada por el régimen, y su ilegítimo habitante es un alto funcionario gubernamental, quien, además, “conduce su auto, posee todas sus pertenencias”, indicó la BBC, en la nota informativa que, con título “Afganistán ‘Las mujeres están presas y los criminales están libres’: las juezas que huyeron del país tras la llegada del Talibán”, publicó el 29 de octubre.

“Cuando nos fuimos no sabíamos a dónde íbamos”, relató, para agregar que, las personas encargadas de su movilización “nos dijeron que habría riesgos de seguridad en el camino, pero los aceptamos todos porque sabíamos que esta era la única salida”.

“Fue el peor momento de mi vida, cuando miré a mis hijos mientras nos íbamos”, continuó narrando.

“Estaba tan desesperada”, expresó, además de indicar que “me preguntaba si, alguna vez, los sacaría vivos de Afganistán”.

La BBC informó, asimismo, que, en sus declaraciones, la jueza señaló que, los meses previos a su partida, fue objeto de persecución por parte de hombres a quienes había condenado a prisión, por haber cometido crímenes de violencia de género.

El medio de comunicación europeo agregó que “los talibanes iban abriendo las cárceles a medida que avanzaban por todo el país (hacia Kabul, la capital nacional), liberando a miles de delincuentes para vengarse de quienes los encarcelaron”.

Sana relató que “trabajé en un tribunal que se ocupó de muchos delitos diferentes, incluidos el asesinato, el suicidio, la violación y otros delitos complejos”, y precisó que “los castigos que dicté fueron largos y graves”.

“Pero después de que todos fueron liberados, cada uno de ellos nos dijo: ‘las mataremos si las encontramos’”, agregó.

La jueza describió, como una “pesadilla viviente”, los meses previos a su exitosa fuga.

También señaló que, en el contexto de terror en el que ella y sus hijo estuvieron, durante ese período, “cambiábamos de ubicación, cada dos o tres días, pasando de la calle a refugios y hoteles”, porque “no podíamos regresar”, a causa de que “nuestra propia casa ya había sido allanada”.

El inicio de la travesía de fuga fue terrestre, lo que incluyó un desplazamiento, de
aproximadamente 10 horas, por una zona desértica, tiempo en el cual no fue posible descansar, principalmente, debido a que, aproximadamente cada 30 minutos, el avance era interrumpido al llegar a retenes talibanes.

Sana indicó que vestía un chador -una de las prendas que, en el Afganistán de gobierno talibán, las musulmanas están obligadas a usar- que la cubría completamente -desde la cabeza-.

“Si hubiesen sabido que soy jueza, nos habrían matado de inmediato”, aseguró.

La mujer indicó que, luego de cruzar el desierto, estuvo alojada, con sus hijos, durante algo más de una semana en un refugio, ubicado en una zona que no fue precisada, tras lo cual fueron guiados, lo mismo que las otras 25 juezas y sus respectivos familiares, a una pista aérea, donde abordaron un avión que los condujo a Atenas, la capital de Grecia.

La estadía prevista en esa ciudad es de dos semanas, tras lo cual debe, en principio, gestionar asilo en otro país.

Sana indicó que conoció la violenta arbitrariedad con la cual los fundamentalistas gobernaron, durante cinco años, en la década de 1990, en la mayor parte del territorio afgano -excluida Kabul-.

Dijo que, cuando inició ese período de dominio talibán, estaba recién graduada como
abogada, y que, a causa de la brutalmente represiva política de violación a los derechos de las mujeres implementada por el movimiento fundamentalista, debió renunciar a trabajar, y estuvo obligada a permanecer en su casa.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996) -tras la ocupación militar (1978-1992) por parte de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)-, el grupo Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio afgano.

La violenta administración talibana -caracterizada por las brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.

No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.

Tras el retiro, en agosto -veinte años después-, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó el control de Kabul, el 15 de agosto de este año.

Respecto a las barreras impuestas por la estricta tradición social patriarcal, Sana aseguró que, en el país, “convertirte en una jueza es, en sí mismo, una gran lucha”.

Ello, debido a que, “primero, tienes que convencer a tu propia familia para que te deje
Estudiar”, comenzó a explicar.

“Luego, incluso cuando vayas a la universidad y consigas un trabajo, todavía tienes que
demostrar tu valía, en cada paso del camino”, continuó planteando.

“Pero, en Afganistán se necesitan mujeres jueces, para comprender el dolor que sufren las mujeres”, reflexionó, a continuación.

“Al igual que se necesita un médico, para curar a los enfermos, una jueza comprende las
dificultades que enfrentan las mujeres, y puede ayudar a resolver la desigualdad”, dijo.

Sana precisó que la represión social de género es de tal profundidad, que, “para las mujeres, hay, incluso, una vergüenza asociada a denunciar un delito”.

“Pero es más probable que las familias apoyen a sus parientes mujeres, si hay una jueza presente”, puntualizó.

Con el regreso de los talibanes al poder, ahora a nivel nacional, la población femenina se encuentra en estado de indefensión, según señaló.

La jueza describió el cuadro de situación, al indicar que, “en este momento, las mujeres, están presas, en sus casas, y los criminales que yo encerré, están libres”.

También subrayó que, sin perjuicio del país donde se vea obligada a refugiarse, mantendrá el activismo por los derechos de sus compatriotas mujeres.

Al respecto, Sana aseguró que continuará “apoyando a todas las mujeres afganas”, y advirtió que “Afganistán no pertenece a los talibanes, ni a ningún grupo específico”, porque “pertenece a todos los afganos”.