Es una operación muy simple, que se realiza entre 30 a 45 minutos y los riesgos que conlleva son sumamente bajos.

La circuncisión es la cirugía mediante la cual se elimina toda la piel del prepucio que es la que recubre la cabeza del pene o el glande. La recuperación tarda de dos a cuatro semanas. Una vez concluida la cicatrización se puede reanudar la vida sexual sin problemas.

Por lo sencillo de la cirugía se suele realizar de manera ambulatoria, es decir, el paciente ingresa al hospital y una vez operado egresa en las siguientes cuatro horas. En algunas ocasiones hasta se puede realizar en el consultorio y con anestesia local.

En la década de los setenta, esta cirugía se realizaba prácticamente a todos los niños al momento del nacimiento; porque en aquellas épocas se consideraba que evitaría problemas infecciosos en un futuro tanto a él como a sus parejas sexuales. Hoy, por el contrario, solo se realiza en el infante cuando el prepucio es tan estrecho que no se puede deslizar totalmente hacia atrás o al hacerlo genera molestias o dolor, condición que se denomina fimosis. Salvo casos especiales, en el niño se debe realizar después de los cinco años. Las madres se refieren a esta cirugía diciendo que al niño le quitaron “el pellejito del pene”.

En la etapa adulta esta cirugía se practica básicamente por tres motivos. Se operan a aquellos varones que tienen fimosis, es decir que tienen el prepucio estrecho, y que no fueron operados en la infancia. En el ámbito popular se dice “ya no soy cacho envuelto”.

Otra indicación para operar es la fimosis funcional. Estos varones pueden deslizar hacia atrás el prepucio, cuando el pene esta flácido, pero no lo consiguen cuando el pene tiene su máxima erección.

Tanto con la fimosis como con la fimosis funcional, es frecuente que el varón experimente dolor, irritación o molestias con la actividad sexual ya sea con la erección, la masturbación, la penetración o el sexo oral, anal o de roce.

También se hace esta cirugía por razones ajenas a la medicina, es decir, sin que exista una condición médica o un problema físico. Así, algunas personas optan por este procedimiento por motivos religiosos, filosóficos, emocionales y circunstanciales. En la mayoría de estos casos las razones son muy válidas, y respetables, sin embargo, algunos se precipitan con la decisión o lo hacen por razones banales y luego suelen arrepentirse.

Por eso se debe dejar claro que desde el punto de vista práctico la cirugía no tiene marcha atrás. Es decir, el prepucio no es una estructura que se quita y se pone. Una vez removido, se requieren de varios procedimientos, costosos, prolongados y difíciles para lograr cierto recubrimiento del glande. Por eso, la decisión no debe tomarse a la carrera, sino que debe decidirse bajo la premisa que la cirugía es definitiva.

Es fundamental señalar que no existe ninguna diferencia en el rendimiento sexual de los hombres que han sido operados, en relación a los que conservan el prepucio. Mencionarlo es muy importante porque hace unos años, erróneamente, se realizaba esta cirugía como tratamiento para la eyaculación precoz. Hoy sabemos que la circuncisión no modifica el desempeño sexual y afortunadamente contamos con tratamientos muy efectivos para los problemas eyaculatorios.