Para el Vaticano, el logro de la igualdad de género, a nivel mundial, pasa, obligadamente, por la erradicación de la pobreza, fenómeno socioeconómico que afecta con particular fuerza a la población femenina.
Se trata de un factor que incide, notoriamente en la agudización de factores negativos a los que están enfrentadas las mujeres y las niñas quienes, de alguna manera, sobreviven en esa dramática situación.
Al exponer los puntos de vista que, al respecto, maneja la cúpula católica universal, el observador del Vaticano en Naciones Unidas, el obispo italiano Gabriele Caccia, subrayó la necesidad de llevar a la práctica el objetivo global de erradicar la pobreza, en todas sus formas.
“La pobreza puede causar -y agravar- una serie de problemas sociales que afectan a las mujeres y a las niñas”, enunció Caccia al participar, el 19 de marzo, en la 68 Sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (Commission on the Status of Women, CSW).
“Por eso, hay que erradicar la pobreza, si se quiere lograr, en el mundo, la igualdad entre mujeres y hombres, y su acceso igualitario a derechos y oportunidades”, agregó, durante su participación en el encuentro anual que se desarrolla del 11 al 22 de marzo, en la sede de Naciones Unidas, en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York.
“La pobreza, causa falta de educación, de trabajo, de asistencia sanitaria, expone a las mujeres a la violencia, a los abusos, a la maternidad de riesgo, e impide el desarrollo de sus potencialidades”, subrayó.
“En muchos países, las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda clase”, planteó el obispo, citando al papa Francisco.
Ello, porque, “a pesar de los compromisos adquiridos por todos los Estados en materia de derechos de la mujer, todavía se está muy lejos de conseguirlos”.
En ese sentido, destacó lo que definió como “la centralidad de la lucha contra la pobreza, para alcanzar el objetivo -aún lejano- de la igualdad entre mujeres y hombres”.
Por lo tanto, “en un contexto en el que a muchas mujeres se les sigue negando el derecho al estudio, al trabajo, a los cuidados e incluso a la alimentación, mi delegación debe hacer constar su profunda preocupación por el hecho de que una de cada diez mujeres viva en la pobreza extrema, y de que no estemos en vías de alcanzar el ODS 1”.
Poner fin a la pobreza
Caccia hizo, así, referencia al primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que plantea, precisamente, “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”.
El proceso conducente a la determinación de los ODS, inició en la conferencia mundial que tuvo lugar, del 4 al 15 de setiembre de 1995, en la capital de la República Popular China, cuando fueron aprobadas la Plataforma de Acción de Beijing, y la Declaración de Beijing -que tomaron, de esa ciudad, sus respectivos nombres-.
La plataforma, consistente en seis capítulos, contenidos en 138 páginas, se define, en el primero de sus 361 artículos, como “un programa encaminado a crear condiciones necesarias para la potenciación del papel de la mujer en la sociedad”.
También señala que su propósito central radica en “acelerar la aplicación” de estrategias “orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer1y eliminar todos los obstáculos que dificultan la participación activa de la mujer en todas las esferas de la vida pública y privada”.
Ello, “mediante una participación plena y en pie de igualdad en el proceso de adopción de decisiones en las esferas económica, social, cultural y política”, lo que “también supone el establecimiento del principio de que mujeres y hombres deben compartir el poder y las responsabilidades en el hogar, en el lugar de trabajo y, a nivel más amplio, en la comunidad nacional e internacional”, agrega.
La plataforma es complementada, desde 2015, por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que, aprobada ese año por la Asamblea General de las Naciones Unidas, contiene los ODS, que consisten en las 17 metas establecidas para cumplirse, a más tardar, para 2030.
El quinto de los ODS -referido, específicamente, a “Igualdad de Género”-, apunta a poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas”, señalando, entre otros planteamientos, que ello no solamente constituye un derecho humano básico,sino que es crucial para el desarrollo sostenible en general.
También establece la necesidad de “eliminar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado, y las mutilaciones genitales femeninas”.
Durante su participación en la 68 CSW, el observador del Vaticano en Naciones Unidas también, explicó que “muchas formas de pobreza y privación afectan, en particular, a las mujeres, impidiéndoles alcanzar su potencial”.
Entre esos factores, mencionó “la vivienda inadecuada, la mala alimentación, la falta de saneamiento adecuado”, y advirtió que “representan riesgos únicos”.
Sumado a ello, y como consecuencia de la vulnerabilidad socioeconómica, “la malnutrición puede tener efectos a largo plazo en la salud de las mujeres y las niñas, incluida la futura maternidad, además de repercutir, negativamente, en el aprendizaje”, advirtió.
Consecuencias de la falta de acceso a la educación
También destacó las consecuencias de la falta de acceso a la educación, un fenómeno que golpea a lapoblación femenina mundial.
“Sin educación, las niñas y las mujeres permanecen atrapadas en la ignorancia y la pobreza”, dijo, para precisar, a continuación, que “las niñas sin educación, también corren un mayor riesgo de sufrir abusos sexuales, y matrimonio infantil”, señaló.
En tal contexto, “es esencial promover la importancia de la educación, tanto para las niñas como para los niños”, dijo.
Es igualmente necesario “comprometer y educar, a las familias y comunidades, sobre los perjuicios del trabajo infantil, y el matrimonio infantil”, aseguró, a continuación.
El obispo reflexionó, a manera de pronóstico, y advertencia, que “estas prácticas persistirán, mientras las privaciones lleven a tomar decisiones desesperadas”.
Foto: Ahmed akacha