La adolescente sueca Greta Thunberg, quien habla en fuertes y exactos términos sobre el cambio climático a nivel global, se convirtió en la mujer más joven a quien la revista estadounidense Time ha declarado Persona del Año.
En su más reciente edición, y como su principal selección –que incluye, además Atleta, Guardianes, Artista del Espectáculo, y Persona Empresarial del año-, la publicación tituló, en portada, y junto a una fotografía de la joven activista: “2019. Persona del Año. Greta Thunberg”.
“Ella ha tenido éxito en crear un cambio actitudinal, transformando millones de vagas ansiedades nocturnas en un movimiento mundial que llama a un urgente cambio mundial”, escribieron los periodistas Charlotte Alter, Suyin Haynes, y Justin Worland, autores de la extensa nota informativa de Time, quienes entrevistaron a la joven.
En ese sentido, citaron a Greta, quien afirmó, respecto a su concientizador activismo ambiental, que “no podemos solamente seguir viviendo como si no hubiese mañana, porque hay un mañana”, y agregó que “eso es todo lo que estamos diciendo”.
En el transcurso de aproximadamente 18 meses, desde el inicio de su inclaudicable campaña, la adolescente de 16 años –con aspecto de niña aún menor- ha usado un discurso fuerte –por veces, intencionalmente amenazante- para advertir a gobernantes y otros líderes a nivel mundial sobre el vulnerable estado ambiental en que está el planeta.
En ese sentido, en el marco de una reunión empresarial anual del Foro Económico Mundial, en la oriental ciudad suiza de Davos, Greta aseguró, a sus oyentes, que “quiero que entren en pánico”, y agregó que “quiero que sientan el miedo que yo siento cada día, y, entonces, quiero que actúen”.
Greta comenzó su activismo en agosto del año pasado, cuando decidió que no asistiría a clase, para acampar, a diario, frente a la sede del parlamento de Suecia, sosteniendo una pancarta en la cual, con letras negras sobre fondo blanco, escribió, en sueco: “Skolstrejk för klimatet” (“Huelga escolar por el clima”).
Un mes después, y en virtud del apoyo popular que su acción, en Estocolmo, la capital nacional, estaba generando, la huelguista anunció que llevaría a cabo la medida, todos los viernes, lo que originó un movimiento que se denominó Viernes para el Futuro.
Al inicio de 2019, lo que ha dado en llamarse el Efecto Greta se había traducido en un movimiento europeo en el que participaban decenas de miles de estudiantes quienes, al igual que su compañera sueca, empezaron a faltar a clase para protestar, en cada país, contra la pasividad de los gobernantes frente al fenómeno del cambio climático.
Y, desde Europa, el movimiento se ha globalizado, con masivas manifestaciones en todos los continentes.
En tal contexto, en agosto de este año, se trasladó a América, donde participó en diferentes actividades en Estados Unidos y en la limítrofe Canadá.
A causa de que se niega a viajar en avión, para no contribuir a la contaminación generada por las aeronaves, Greta optó por navegar, desde la sureña ciudad costera inglesa de Plymouth hasta la nororiental ciudad portuaria estadounidense de Nueva York, a bordo de un yate deportivo, equipado con paneles y turbinas solares, para un viaje de dos semanas –del 14 al 28 de agosto- por el Océano atlántico.
Entre otras actividades en Norteamérica, la joven participó, en Nueva York, en la Cumbre del Clima, organizada por Naciones Unidas, y, en la oriental ciudad canadiense de Montreal, se incorporó a diversas actividades populares, incluidas protestas ambientalistas –lo que también hizo en Estados Unidos-.
Para estar presente, este mes, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2019, llevada a cabo en Madrid, Greta volvió a cruzar el océano, esta vez a bordo de una embarcación llamada La Vagabonde (La Errante), en la que se desplazó desde la oriental ciudad portuaria estadounidense de Hampton, hasta Lisboa, la capital portuguesa, para seguir, por tierra, hasta la capital de la fronteriza España.
La conferencia estaba programada para llevarse a cabo, en noviembre, en Chile, pero la violenta crisis política estallada en el país sudamericano obligó a trasladar la actividad a otra sede.
El mensaje de Greta es, invariablemente, fuerte, expresado en términos sencillos pero de sinceridad y coherencia poderosas.
El estilo que caracteriza su discurso deriva de que padece el síndrome de Asperger, además de dos condiciones afines –trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), y mutismo selectivo-.
De acuerdo con lo explicado en su sitio en Internet por la Confederación Asperger España, el síndrome es un trastorno que incide en la interacción social recíproca, así como en la comunicación verbal y no verbal, y quienes lo presentan, “son, generalmente, extremadamente buenos en las habilidades de memoria -hechos, figuras, fechas, épocas, etc.- muchos sobresalen en matemáticas y ciencia”.
En declaraciones que formuló a Time, algunos meses atrás, la joven activista expresó que “si yo fuese como las demás personas, habría continuado sin ver esta crisis”.
Y, al abordar el tema, durante una actividad de ciencia y tecnología, llevada a cabo en noviembre del año pasado, explicó que “se me diagnosticó el síndrome de Asperger, TOC, y mutismo selectivo. Eso, básicamente, significa que yo solamente hablo cuando creo que es necesario. Ahora es uno de esos momentos”.
Greta dio a conocer, al mundo, su estilo directo, cuando debutó, el año pasado, en una conferencia sobre cambio climático organizada por Naciones Unidas, en Polonia.
Al reprender a los responsables de las políticas ambientales de los países, aseguró: “ustedes dicen que aman a sus niños, por encima de todo, pero están robándoles el futuro, delante de sus ojos”.