La sétima película de la saga Star Wars, El Despertar de la Fuerza,  ha suscitado un humillante y frívolo debate sobre la imagen de la Princesa Leia Skywalker Naberrie, mejor conocida como Leia Organa protagonizada por la actriz Carrie Fisher.

Después de 32 años de la primera aparición de Leia en la pantalla gigante,  la hija de la senadora Padme Naberrie y del Caballero Jedi Anakin Skywalker,  hermana melliza de Luke Skywalker, obviamente tuvo que haber envejecido.

Sin embargo, a pesar de que Han Solo, el esposo de Leia, protagonizado por Harrison Ford, también se presenta como un adulto maduro, pocos lo ha criticado y nadie lo ha descrito físicamente en forma despectiva por tener 32 años más de edad.

Es evidente que el aspecto de la actriz Carrie Fisher –al igual que Harrison Ford- en El despertar de la Fuerza es diferente al que lució en la primera película cuando tenía 21 años y ahora 59,  pero los escalofriantes comentarios que van más allá de lo común y ordinario han obligado a que ella rompiera su silencio y en su cuenta de Twitter publicara “Por favor, dejen de debatir sobre si he envejecido bien o no. Desafortunadamente, eso hiere mis sentimientos. Mi cuerpo no ha envejecido tan bien como lo he hecho yo». Una de sus seguidoras y defensoras le respondió a la actriz «No es que los hombres envejezcan mejor que las mujeres, solo es que se les permite hacerlo».

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Tanto en Hollywood como en la vida real, a la mujer madura y adulta mayor se le asigna un mayor grado de elementos peyorativos y connotaciones aún más negativas que a los hombres, corroborando el hecho social y cultural de que su envejecimiento está marcado con potentes imágenes mentales de decadencia y hasta fealdad.

Al hombre cuando envejece se le compara con el vino (más añejo, mejor calidad) y sus canas son sinónimo de madurez y sabiduría, mientras que a las mujeres se les compara con brujas y las canas con abandono y deterioro.

Este tipo de percepción sexista ha propiciado estudios como el realizado por Anna Freixas Farré, de la Universidad de Córdoba “La vida de las mujeres mayores a la luz de la investigación gerontológica feminista”, en la que afirma que uno de los principales objetivos de la mujer de edad mayor es vivir con sentido la experiencia del sentimiento de dignidad como ser humano, pero ¿cómo se envejece con dignidad en una sociedad en la que las personas son valoradas en función de su valor instrumental y físico? ¿Cómo construyen las mujeres mayores el significado de su vida, cómo le otorgan valor, más allá del mandato cultural de la belleza?

La polémica de la princesa Leia pone en manifiesto la dura realidad del envejecimiento femenino en donde el centro de la polémica es el cuerpo y no la mente. En palabras de la profesora norteamericana Kathleen Woodward, en la mujer “Envejecer es adentrarse en un proceso progresivo de invisibilidad que resulta especialmente evidente para las mayores; dándose la paradoja de que si bien el cuerpo de las mujeres mayores es invisible (ya no se las ve), resulta, sin embargo, hipervisible (su cuerpo viejo es “todo” lo que se ve).

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