Un mar color rosa generado por los “pussyhats” en las cabezas de miles de decenas de personas que abarrotaron las principales calles de Washington, un día después de la toma de posesión del presidente número 45 de los Estados Unidos de América, Donald Trump, fue el símbolo de la lucha por el respeto y la equidad de la mujer.
El tocado, un sencillo gorro tejido en lana en donde sobresalen orejas de gatos, fue el denominador común en la Marcha de las Mujeres, el primer magno movimiento de “defensa y resistencia”, en contra de la misoginia de Trump, y que además trabaja pacíficamente en la búsqueda de la paz, justicia y equidad defendiendo no solo los derechos de la mujer, sino también de inmigrantes, musulmanes y homosexuales.
El nombre “pussyhats” proviene de “pussycat” el término peyorativo alusivo a “mujeres mansas e inofensivas como gatitas” y a la forma vulgar de nombrar la vagina de la mujer, como lo hizo el Presidente Donald Trump hace años atrás, en un video en que dice que puede hacer con las mujeres lo que quiera, incluso agarrarlas por la “pussy” (vagina), sin su consentimiento.
Las creadoras de los “pussyhat” fueron Krista Suh y Jayna Zweiman, dos amigas que en sus ratos libres tejen y que concibieron la idea de generar impacto en la actividad utilizando un accesorio en un color que identificara a la mujer en la mayoría de los países de occidente: el rosa. Ellas crearon una web denominada Pussyhat proyect ofreciendo los patrones en forma gratuita, para que todos las y los interesados pudieran tejerlos desde cualquier punto del país y asistiera con la indumentaria que aludiera en forma sencilla pero contundente, la visión que el nuevo presidente tiene sobre las mujeres, que debe ser categóricamente rechazada.
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Lo interesante de esta narrativa es la utilización del rosa, color que ha sido proscrito por algunas feministas, porque presuntamente refuerza estereotipos, y que en Costa Rica ha desatado en el último año un gran debate mediático por la utilización del mismo en un banco dirigido a mujeres.
Al preguntarle un medio de comunicación a Zweiman por qué utilizó el color rosa, ella respondió: “está considerado como un color femenino, asociado al cuidado, la compasión y el amor. Son cualidades que muchos considerarían como débiles, pero en realidad son fuertes. Si todos –personas de cualquier género– vestimos rosa, juntos lanzamos un poderoso mensaje en el que no pedimos perdón por lo femenino ni por exigir los derechos de las mujeres“.
Se estima que medio millón de manifestantes, mujeres, hombres, activistas, actrices y políticos utilizaron el gorro color rosa en Washington, en televisión y en más de 600 manifestaciones que se realizaron en todos los Estados Unidos. Ninguna de las mujeres que lo utilizaron se sintieron estereotipados, ni mucho menos discriminadas porque es el color que mejor las identifica; la unión del rojo que simboliza pasión, lucha y valentía, con el blanco que transmite paz, armonía y sabiduría. Los hombres que las acompañaron con orgullo utilizaron el gorro color rosa, incluso se lo colocaron a sus hijos varones, sin dudar de su hombría porque creyeron que este color refleja múltiples e intersectantes identidades.
El color rosa fue reinvindicado por los defensores de los derechos humanos quienes al igual que yo creemos en nuevas relaciones, nuevas masculinidades y femineidades para crear cambios que permitan que las mujeres tengamos paridad y equidad en todos los niveles de liderazgo en la sociedad.
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