En este gran río revuelto, ha sobresalido la labor encomiable del capital humano de nuestra vilipendiada, en otros momentos, Seguridad Social, cuyos trabajadores han dado la cara a un virus desconocido.
El año 2020 iniciaba, como otros años, con fuertes debates en cuanto a las políticas públicas generadas en tema de empleo, el incremento de la inseguridad en todo nuestro país, pero especialmente en los cantones más vulnerables, por sus altos índices de pobreza y acceso a una educación que permita una inserción real en el mercado laboral.
Sin embargo, ya para el mes de febrero, veíamos los albores de un importante cambio en el panorama nacional y mundial, cuyos alcances e impacto en todos los ejes productivos, sociales, laborales y demás, de empresas, instituciones y personas, pocos hubiesen podido predecir, gestado el virus conocido como Covid 19 y su arrodillamiento de grandes y pequeñas potencias por igual.
Así, instituciones emblemáticas y prioritarias de nuestro país, entre ellas principalmente, el sistema de Salud, representado por la Caja Costarricense de Seguro Social y el Ministerio de Salud, se han visto enfrascadas en una lucha contra el desconocimiento mundial de aspectos tan básicos como el cuadro clínico, el tratamiento y la protección personal efectiva como el famoso Coronavirus. A golpe de tambor y muchas veces sin una ruta clara, el gobierno ha generado políticas de salud que han afectado a todos los habitantes del país por igual.
Sin embargo, en este gran río revuelto, ha sobresalido la labor encomiable del capital humano de nuestra vilipendiada, en otros momentos, Seguridad Social, cuyos trabajadores han dado la cara a un virus desconocido pero con un convencimiento del deber que les toca cumplir en esta guerra contra la muerte.
Vale recordar, que la “Caja” que absorbe casi un 19% de los trabajadores del sector público, está conformada en un 56% por valientes mujeres, muchas de ellas en el primer frente de batalla, como profesionales en salud al pie de la cama de pacientes y familiares, que depositan en ellas su salud y su vida. Y como si esto no fuera ya de por sí complicado, muchas de ellas como madres, hijas, nietas, hermanas… deben lidiar con la angustia que les produce la posibilidad de llevar a sus hogares, la enfermedad cuyas consecuencias ya deben afrontar día a día en sus centros de atención.
“El activo más importante de una empresa es su capital humano” repiten sin cesar empresarios, líderes y especialistas en producción y fortalecimiento de empresas y no se puede imaginar un escenario donde esto se haya visualizado más que en esta institución que con casi 80 años en los hombros, ha cuidado a través de su capital humano, de la salud de nuestros habitantes y de la de muchos otros que han buscado asilo y asistencia en este sistema solidario, universal, con calor humano y vocación de servicio, muchas veces en las situaciones más adversas que podemos señalar.
Esta historia que hoy escriben miles de mujeres y hombres enfrentando resilientemente las adversidades, no debe ser olvidada, pues es no solo la evidencia del legado visionario de nuestros ancestros, sino que también es el reflejo de una sociedad que aún hoy apuesta por la defensa de la dignidad humana, como eje y centro de su inversión. Además, es un llamado ineludible a transmitir estos valores a las nuevas generaciones, de forma que garanticemos que puedan ellos también gozar de un sistema de salud único en el mundo.