Las Leonas de Afganistán -el apodo oficial del conjunto-, encontraron hogar deportivo en las instalaciones del equipo Melbourne Victory; aprovechan cada oportunidad para abogar por los derechos de las mujeres en su país

La misógina teocracia que ilegalmente gobierna a Afganistán ignora, brutalmente, los derechos de las mujeres, arbitrariedad que incluye la prohibición -entre numerosas otras- de practicar deportes.

Por lo tanto, el régimen del movimiento fundamentalista islámico Talibán desconoce a la Selección Femenina de Fútbol, la mayoría de cuyas integrantes se vio obligada a exiliarse.

Pero, en firme actitud de oposición al criminal patriarcado talibán, el equipo se mantiene activo, por la tenacidad de un grupo de jugadoras establecido en Australia.

Las Leonas de Afganistán -el apodo oficial del conjunto-, encontraron hogar deportivo en las instalaciones del equipo Melbourne Victory.

Con sede en la ciudad de Melbourne, la capital del sudoccidental estado australiano de Victoria, el conjunto de la primera división nacional se ha convertido en patrocinador del perseguido cuadro.

Al relatar el caso de las afganas, en una nota informativa que difundió, en su sitio en Internet, la oficina del alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) indicó que las refugiadas jugadoras compiten, como equipo, en Victoria.

“Las mujeres que integran el equipo han logrado grandes cosas, dentro y fuera de la cancha”, aseguró la agencia especializada mundial…en concreto, aprovechan cada oportunidad para hablar y abogar por los derechos de las mujeres en su país, a quienes se les ha prohibido practicar algún deporte y ocupar espacios en la vida pública”, indicó, respecto a las permanentes violaciones talibanas a los derechos de la población femenina del país surasiático -lo mismo la adulta que la menor de edad-

 

El deporte es una poderosa herramienta para la inclusión social

En declaraciones reproducidas en la nota informativa de Acnur, el titular del organismo, el italiano Filippo Grandi, expresó, luego de haberse reunido, en abril, con las deportistas, que, “todas ellas, son valientes mujeres que están obteniendo victorias dentro y fuera de la cancha”.

“Son una inspiración para otras personas refugiadas, y para el resto de la población (australiana)”, agregó.

Grandi señaló, asimismo, que, el caso de las afganas, demuestra el “poder de transformación que tiene el deporte, en beneficio de las personas desplazadas por guerras y conflictos”.

“El deporte es, también, una poderosa herramienta para la inclusión (social)”, precisó, a continuación.

Por su parte, el ex futbolista de la selección mayor varonil de Australia, y actual defensor de los derechos de las personas refugiadas, Craig Foster, aseguró que las jugadoras “se han convertido en un estandarte de los derechos de las mujeres y las niñas, en Afganistán y en el resto del mundo”.

También, “son un grupo muy importante para la sociedad australiana”, señaló Foster, un ex capitán de los “socceroos” (“futboleros) -el apodo del equipo mayor de Australia-, quien, de acuerdo con lo informado por Acnur, “ayudó a llevar al equipo de mujeres afganas al país”.

El futbolista retirado aseguró que las jóvenes “también están ayudando a cambiar la narrativa en torno a las personas refugiadas en Australia”.

El país presenta historia de solidaridad en materia de dar amparo a perseguidos políticos de otros países, como, por ejemplo, fue el caso de la bienvenida que dio, en calidad de inmigrantes, a centenares de opositores a la brutal y corrupta dictadura (1973-1985) uruguaya.

Contingentes de familias fueron trasladas, vía marítima, desde Uruguay hasta Australia, habiéndose registrado, en una de las partidas desde Montevideo -la portuaria capital del rioplatense país sudamericano-, un hecho humorístico -y arriesgado-.

Al momento en que el barco zarpaba, un grupo de uruguayos desplegó, a lo largo de un costado de la nave, una extensa manta, con un fuerte mensaje dirigido al Juan María Bordaberry -de facto presidente civil del momento (1973-1976) quien facilitó la dictadura militar-: “Bordaberry: metéte el Uruguay en el culo”.

Dado su pobre nivel intelectual, el dictador era popularmente conocido como “Bordaburry”.

Respecto al equipo femenino afgano, Acnur describió, como ejemplo de la situación de las jugadoras, el caso de Fátima Yousufi, la capitana y portera del conjunto.

“Cuando era niña, para Fátima Yousufi no había nada mejor que ver el fútbol en la televisión, junto a su hermano menor”, indicó, para agregar que “Fátima recuerda cada detalle de la primera vez que jugó fútbol”.

La deportista narró que “estaba en la cancha de la escuela, jugando con otras chicas”.

“Fue fantástico! Sentía que era Messi o Ronaldo, me llenaba de orgullo practicar un deporte que, en mi país, se considera exclusivo de hombres: ¡me sentía poderosísima!”, agregó.

Según Acnur, Yousufi fue invitada en 2017, a la edad de 15 años, a incorporarse a la selección femenina Sub-18, y, al año siguiente, ingresó al equipo mayor femenino nacional.

La joven narró que “mi vida no era trascendental, pero, cuando me incorporé a la selección, el panorama se abrió, el deporte cambió mi vida”.

Acnur señaló que “la vida de Fátima cambió nuevamente, cuando las autoridades de facto tomaron el poder, en agosto de 2021: de pronto, mostrar su rostro, en público, la ponía en riesgo; jugar al fútbol, lo hacía aún más”.

La agencia especializada de Naciones Unidas hizo, así, referencia al sectario movimiento armado que, surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el sectario movimiento estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio nacional.

La tiranía religiosa -que se caracteriza por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular las garantías fundamentales de la población femenina- fue vencida, en diciembre de 2001, por una invasión militar internacional, liderada y mayoritariamente constituida por Estados Unidos.

No obstante esa derrota, el grupo se mantuvo, desde entonces, en inclaudicable -y brutal- resistencia armada contra la ocupación foránea.

Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que entonces mantenían la intervención militar-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto de 2021, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.

Acnur relató que, a raíz de esos acontecimientos, Yousufi -entonces, de 19 años- “enterró su uniforme y sus trofeos, en el patio trasero, y se dirigió al aeropuerto, junto a su familia”.

La estación aérea fue entonces, durante semanas, escenario de un masivo -y caótico- puente aéreo internacional para el rescate de miles de extranjeros y afganos, quienes fueron trasladados a diversos países.

“Luego de esfuerzos internacionales, el Gobierno de Australia emitió visas de emergencia para que Fátima y otras 37 jugadoras pudieran salir de Afganistán, acompañadas de sus familias”, agregó la agencia especializada.

“Debido al caos que reinaba en el aeropuerto de Kabul, la madre, el padre, y la hermana más pequeña de Fátima, no lograron subir al avión en el que viajaron Fátima y su hermano”, precisó.

Al narrar esa situación, Yousufi dijo que “las personas estaban aterrorizadas, y trataban de escapar (…) no pude despedirme de mi mamá ni de mi papá”.

“La última vez que los vi fue en ese aeropuerto”, agregó, además de precisar que, algún tiempo después, el resto de su familia logró salir, rumbo al limítrofe Pakistán.

Posteriormente, la futbolista se reunió, con una hermana y otros dos hermanos, en Dubai -en el extremo oriental de la Península de Arabia-, desde donde el grupo se trasladó a Australia, para establecerse en Melbourne -al igual que la mayoría de las compañeras de equipo de Yousufi-.

En lo que tiene que ver con el deporte que practica, la joven reflexionó en el sentido de que “jugar al fútbol, es algo mágico para mí: es como una medicina que sana el trauma y las heridas de guerra”.

Al respecto, revelo, asimismo, que, “de hecho, cuando estoy en la cancha, me siento segura, me esfuerzo por olvidar esas escenas, y todo lo que he vivido (bajo la dictadura)”.

 

Fotografía © ACNUR/Heidi Wentworth-Ping