La violencia invade todos los espacios en Costa Rica, basta solo escuchar los noticieros, en especial en los últimos meses, donde el discurso violento y misógino del funcionario público de mayor jerarquía del país nos escalofría
Colectiva Feminista en Resistencia
Del mito de ser la Suiza centroamericana, al mito de ser el país más feliz del mundo, hasta desembocar en la realidad de la vorágine de la violencia sistémica. La sociedad costarricense se ha visto inmersa en una espiral de violencia sistémica que se ejerce mediante prácticas o discursos normativos cuyo efecto es perjudicar a colectivos de la sociedad. Es una narrativa que promueve y engloba diversas violencias.
En lo que llevamos de este año 2023 suman 23 muertes violentas al miércoles 11 de enero, todas deplorables, y que encienden las alarmas en materia de seguridad ciudadana. De ellas, 8 son mujeres, 2 de ellas sin lugar a duda víctimas de femicidio, y 2 de ellas vinculadas con organizaciones de crimen organizado relacionadas con sicariato por venta y tráfico de drogas. Víctimas que al fin de cuentas fueron arrastradas a estos cruentos escenarios por razones de pobreza, pocas oportunidades socioeconómicas, coacción y amenazas incluso de sus propias parejas.
Los múltiples tipos de violencias conviven cotidianamente: en el maltrato animal, en el abandono de las personas adultas mayores, en la violencia en las redes sociales, en el abuso y agresión contra niñas y adolescentes, jóvenes, mujeres adultas, cosificadas por agresores y violadores sexuales, asesinadas si no obedecen a sus parejas, que se creen ser sus “propietarios”.
La violencia invade todos nuestros espacios, basta solo con escuchar los noticieros, en especial en los últimos seis meses donde el discurso violento y misógino del funcionario público de mayor jerarquía del país nos escalofría porque nos recuerda que América Latina es la región del mundo dónde más han sido asesinados periodistas en el ejercicio de su profesión.
¿Qué esperar del discurso a nivel del barrio, de las comunidades o de las familias? Cuando en las más altas esferas gubernamentales se utiliza un lenguaje tan violento: “sicarios”, “malditos”, y “canallas” son los epítetos comunes del día a día, que nos llegan a través de las transmisiones de los medios de comunicación social.
El poder de la palabra es fuerte, y depende de cómo se use, puede ser peligroso; las amenazas para que guardemos silencio son constantes y un pueblo que se siente no solo abandonado, sino bombardeado por discursos cargados de violencia, tanto simbólica como real, solo lleva al debate público a replicar y aumentar los niveles de agresión, incrementando la violencia machista, debilitando la institucionalidad del país, la democracia y robando la credibilidad en el acceso de la justicia. La cantidad de muertes violentas de las mujeres en estos primeros días del año, se dan en estos contextos y así lo denunciamos.
Esta violencia sistémica se ejerce mediante cualquier práctica, evento o discurso y tiene la intensión de dañar, no por nada esa violencia impacta de manera desigual y desproporcionada a las mujeres de todas las edades, víctimas de tantas agresiones. Un claro ejemplo es como las activistas a favor de los derechos de las mujeres son blanco de burla y chota y también de amenazas muy serias sobre su integridad personal. Es inaceptable que los ataques contra las feministas vengan de las mismas autoridades que reproducen y adoptan las descalificaciones que hace un sector de la población, con gran desconocimiento y prejuicio sobre las justas demandas feministas.
Por todo lo anterior, nosotras, ciudadanas, habitantes y feministas, hacemos un llamado, un alto a la violencia y a los discursos políticos de odio y misoginia, a la paz y al respeto más absoluto a las diferencias, sin libertad de expresión y sin periodismo independiente no hay democracia, sin activistas de derechos humanos no lograremos avanzar en la consecución plena de nuestros derechos, sin autoridades gubernamentales imbuidas en los mejores valores democráticos no lograremos progresar en PAZ y JUSTICIA SOCIAL.
El valor de la pluralidad es disentir con argumentos, sin recurrir a la violencia, si esa no es la meta estamos hincadas y quebradas. El Estado debe promover, respetar y difundir un discurso basado en el respeto absoluto a las libertades y al cumplimiento de los derechos humanos. Desde quiénes ostentan la Presidencia hasta la totalidad del gabinete, tienen el deber y la obligación de expresar en su actuación los más altos valores que nos cohesionan como una nación digna, plural y democrática. No es tarde para recuperar la integridad moral y la dignidad como nación. Esto implica nuestro derecho ciudadano a que las más altas autoridades se dirijan a nosotras con discursos y prácticas que expresen y reproduzcan los más altos valores de nuestra democracia. Dignidad y probidad, ante todo.
Foto: NEOSiAM 2021