Las escritoras mujeres son más leídas y más ricas que los escritores hombres, pero muchas de ellas al inicio de su vida profesional tuvieron que utilizar nombres (seudónimos) masculinos para evitar la discriminación.

Las estadísticas demuestran que las mujeres vivimos la desigualdad en la mayoría de las áreas políticas, sociales y económicas, y la literatura ha sido por muchas décadas uno de los ejercicios profesionales de mayor desigualdad de género.

Mientras que datos de la Organización de Naciones Unidas, ONU, confirman que en 18 países, los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen; en 39 países, no tienen los mismos derechos de herencia las hijas y los hijos, y en 49 países no existen leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica, por otro lado, en la literatura, el Premio Nobel se ha entregado 113 veces, concediéndose a 117 personas, de las cuales solo 16 son mujeres.

Pero hoy les comparto una buena noticia publicada recientemente por Business Insider, en su versión digital española. Las escritoras mujeres son las más leídas y más ricas en el mundo.

Aunque pensáramos que fue hace mucho tiempo que las mujeres utilizaron seudónimos masculinos para poder ser leídas, como tuvieron que hacerlo Amandine Dupin (George Sand), Mary Anne Evans (George Eliot), Sidonie Gabrielle Colette (su esposo Henry Gauthier Villars firmó sus obras), Charlotte Brontë (Currer Bell), Cecilia Böhl de Faber Larrea (Fernán Caballero) y Caterina Albert (Víctor Catalá), resulta que –aunque usted no lo crea– hasta hace unas décadas otras escritoras utilizaron el mismo método para lograr que publicaran sus libros.

Laura Albert, quien firmó sus publicaciones hasta el 2005 con el nombre de  Jeremiah Terminator Leroy o JT Leroy, y la conocida mundialmente Joanne Rowling, que utilizó las siglas J.K. Rowling (1997) para que los lectores pensaran que su famoso Harry Potter y la Piedra Filosofal fue escrito por un hombre, son mujeres del siglo XXI que  por restricciones sociales basadas en prejuicios también  cambiaron sus nombres.

Amandine Dupin (George Sand), resignada con lo que ahora conocemos como la “violencia del no ser”,  escribió “El nombre que debía poner sobre las tapas impresas no me preocupaba. Había resuelto permanecer anónima”.

La violencia del no ser” o la “violencia del nombre”, como algunas estudiosas feministas lo han llamado, es un tipo de discriminación hacia las mujeres involucradas en las artes, como literatura, pintura y escultura, que debido a los discursos de supremacía intelectual masculina, optaron por cambiar un rasgo de identidad -el nombre-, utilizando seudónimos o cediéndoles a sus esposos la autoría, para poder traspasar las barreras discursivas que las enajenaban y proscribían.

Pero parece que ya este vestigio primitivo pasará a la historia, y hoy seis mujeres -que firman con su nombre-  integran la lista de los diez escritores más ricos y famosos en el mundo.

La primera en la lista es Elisabeth Badinter, francesa, profesora de filosofía, que ostenta el título de ser la escritora más rica del mundo, gracias a su literatura feminista de avanzada, ha vendido 500 millones de ejemplares. Ella es seguida por Joanne Rowling, la británica autora de la saga Harry Potter.

Nora Roberts y Danielle Steel, ambas escritoras estadounidense, reconocidas por sus novelas románticas; la británica-estadounidense Barbara Taylor Bradford escritora de ficción cuyos personajes principales en las novelas son mujeres y Diane Capri con su temática de suspenso, conforman las mujeres en el “top ten” de escritoras ricas y famosas.

Estas talentosas señoras tienen una fortuna que oscila entre 1.300 a 292 millones de dólares, y entre todas han vendido más de un billón (¡un millón de millones!) de libros.

Tomó muchos siglos ver una lista de escritores exitosos liderada por mujeres, con sus nombres propios, sin seudónimos masculinos ni robos de identidad por parte de sus esposos.

Amandine, Mary Anne, Sidonie Gabrielle, Charlotte, Cecilia, Caterina, Laura y Joanne, nunca volverán a ser anónimas.